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MECEDORA VOZ DE MADRE

MECEDORA VOZ DE MADRE

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Habla la madre con voz templada por la madurez de los años, dejándose llevar juventud abajo desde la pasión primera a la serenidad de un amor pleno de certidumbre en íntimo maridaje perpetuo, sin firmar pliego alguno ni sellar requerimientos formales o protocolos congelados en las carpetas.

Palabras menudas con flecos de volantes blancos como vestido de novia y pétalos de azahar volando desde las almenas juveniles al otoño pedregoso de vida, que pretende enronquecer su garganta sin conseguirlo, porque la voz esperanzada de la madre no se deja amedrentar por el aviso taciturno de las agujas del reloj, fortalecida por el amor que golpea las penas sobre el yunque de la vida.

Escrupulosos velos del misterio son rasgados con sus palabras a ritmo del badajo en las espadañas rurales, donde los pajares asistieron un día el encuentro furtivo de dos almas gemelas que más tarde se perpetuarían en la cuna infantil con susurros de amor y placenteras nanas enlagrimadas de felicidad por el beso de los labios que solo enmudecieron al silbo de los pañales.

Voz de miel, adormecedora del llanto en las noches de insomnio, cuando el marfil pugnaba por blanquear el perfil de una boca balbuceante que ignoraba el diccionario, suspendiendo la incredulidad con hilos de felicidad compartida en las alcobas, donde las palabras maternales sustentaban pilares de conformidad, sin pedir nada a cambio.

Años después continúa hablando lentamente para evitar que las palabras tropiecen entre ellas y se lastimen en el aire antes de llegar a su destino viento arriba, donde solo alcanzan los susurros entrecortados, quedando él mirándola, reenamorado de su voz callada, recogida y oracionera, como diluvio de bondad adormecedora del alma

¿QUO VADIS, «SALVADORES»?

¿QUO VADIS, «SALVADORES»?

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Lo que escribo esta madrugada no lo escribiría si esperara unas horas a que mi alma se templara, el irritado ánimo que me embarga alcanzase el sosiego y el olvido enturbiara el recuerdo reciente que ahora tengo de la sacralización social que se está haciendo de la chabacanería, la incultura y la grosería, personificada en una mujer que va enseñando el pototo cerebral por las pantallas televisivas, con una audiencia que no tienen los pocos sabios que en el mundo son.

Confieso que cada día me siento más extraterrestre en la tierra que me vio nacer, como saben quienes me conocen bien, porque no es fácil identificarse con determinadas situaciones que abomina la razón cuando estas dominan entre los vecinos, según acreditan las encuestas, concursos y audiencias televisivas, anunciando patéticos liderazgos sociales y desalentadoras preferencias mayoritarias del pueblo.

Pasé primero por un estado de sorpresa, luego de confusión, siguió el desconcierto, más tarde la perplejidad y a continuación el aturdimiento, antes de perder conciencia de la realidad que me despertó el hastío, como paso previo a la indignación y la rebeldía, donde ahora me encuentro, con más fuerzas que nunca para luchar desde mi rincón contra los vendedores de mierda que a muchos ensucia el cerebro y la moral, llevándolos derechos al despeñadero.

Según veo en el link que me ha enviado un amigo, el otro día se congregaron frente al televisor ¡cinco millones! de personas para festejar y aplaudir a la proclamada “princesa del pueblo” por ganar un programa televisivo extraído del basurero social, del que prefiero no hablar porque me bastó con presenciarlo diez minutos hace años, para despreciarlo de por vida.

¿Cómo es posible que quien no sabe apenas leer y escribir, convierta en best seller un libro escrito por otro, contando sus cameos y miserias? ¿Qué personas juzgaron a esta pisapiés para hacerla ganadora de un concurso de baile? ¿Quienes pagan a tal esperpento humano cantidades de euros que ningún científico, pensador o literato, ganará en su vida?

La consecuencia desejemplarizante de esta individua causa en la sociedad más daño que la undécima plaga de Egipto, sus patadas al diccionario hacen temblar la lengua que todos hablamos y la ignorancia que atesora es digna de figurar en el libro Guinness de la incultura.

No, Dafne, perdona, pero yo no puedo poner mi firma en una petición cultural en la que figure esta señora tan pedestre, ignorante, vulgar, tosca y asilvestrada, que un pueblo de “salvadores” sin rumbo, ha encumbrado a las más altas cotas de la miseria intelectual con el aplauso de una masa social que no sabe donde va, formado por ociosas comadres que vocean su nombre en los tendederos de patios de vecinas.

ROBAGALLINAS

ROBAGALLINAS

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La máxima autoridad judicial del país, don Carlos Lesmes, que preside el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, ha manifestado hace unos días que la Ley de Enjuiciamiento Criminal está «pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador», lo que supone una gran traba para la lucha contra la corrupción.

Quienes siguen este blog habrán comprobado las muchas ocasiones que he depositado mi confianza en los jueces, como únicos ciudadanos que pueden limpiar la mierda que nos invade, pero las palabras de Lesmes me han devuelto a la indeseable realidad de quienes me han llevado la contraria, porque sin leyes adecuadas ni recursos, los jueces tienen poco de hacer por la regeneración democrática del país.

El mandamás de la justicia se limita a constatar una lamentable realidad, pero evita decir qué acciones ha emprendido el jefe nacional de las togas para corregir la situación, ni si va a dimitir de su cargo ya que las leyes vigentes no le permiten aplicar la justicia en los términos que expresa con su denuncia.

Robagallinas es término que no figura en el diccionario de la Academia, pero que todos los ciudadanos del mundo entienden, sin necesidad de aclaraciones complementarias, aunque convenga poner de manifiesto la diferencia entre el robagallinas de los corrales que distrae un pollo para comer y el ladrón de guante blanco que vacía el gallinero ajeno sin moverse del despacho ni ensuciarse las manos.

Constatar el incumplimiento sistemático del artículo 14 de la Constitución al tiempo que la mayor Institución del Estado proclama su cumplimiento, produce una mezcla de ira y decepción difícil de explicar, al comprobar que la cuenta corriente marca la diferencia y pone límites a una justicia que debería ser igual para todos.

VIVIR

VIVIR

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Existir no es igual que vivir, por mucho que el diccionario se empeñe en ello, ni vivir es habitar en algún lugar, obrar instintivamente, mimetizarse con el entorno, subsistir respirando o mantener diástoles existenciales por la inercia vital determinada en las células que conforman nuestro cuerpo.

Vivir es algo que se aprende viviendo, sin otra ocupación que vigilar cada instante para no dejar escapar momento alguno de sentir el latido de la vida en cada experiencia de nuestra personal e intransferible historia, compartiendo gozosos aconteceres y desgraciados sucesos con quienes nos acompañan y permitiendo que estos echen raíces en nuestra alma.

La capacidad de vivir –que no a todos acompaña -, es el gran misterio de la vida, el arcano oculto en las entrañas de lo imposible donde solo llega la fe inagotable en la redención de la anticipada derrota, cuando la realidad y el deseo se funden con perpetuos lazos de hermandad, haciendo posible la resurrección diaria ante los vaivenes de la propia vida.

Regalo es la vida, y placentero gozo vivirla, con la certidumbre de encontrar luna llena en noche negra, cuando emigran los luceros, las sombras se diluyen en opacos resplandores y la fe en la vida confirma el regreso del agua a los manantiales tras la sequía del infortunio.

MALTRATO DE PALABRAS

MALTRATO DE PALABRAS

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Nacen las palabras cuando la boca pronuncia sonidos inteligibles o las manos garabatean caprichosas formas legibles sobre el papel en blanco, semejantes a brotes libres con vida propia o formando parte de una frase unificada con claro significado, intencionado propósito y pretendida fortuna.

La ingenuidad de las palabras, facilita que los falsarios se oculten en su sombra, los escribidores las disloquen, los tertulianos las malgasten, los explotadores amenacen, los publicistas engañen, los políticos se escondan tras ellas, los represores maltraten, mientan los periocistas y los demagogos las confundan con sinónimos.

Al carecer de precio, nadie paga por maltratar las palabras, alterar su significado, invertir el orden de las letras que las forman, mutilarlas para limitar su fuerza, vestirlas de retórica para esconder la desnudez de su verdad, encriptarlas para ocultar su mensaje o comerciar con ellas en parlamentos.

Los usurpadores de palabras disparan con ellas al pecho de los ingenuos perforándoles el corazón con falsas promesas. Los amantes ocasionales perjuran con ellas fidelidades. Los pecadores fingen propósitos de enmienda. Los clérigos bendicen la pobreza. Y el gran incautador justifica la expoliación.

Hay un gran comercio de palabras. Se venden, se prestan, se cambian y hasta se dan, con honor, palabras. Palabras para la pena, para las urnas, para la muerte y para la vida. Palabras altas y bajas; duras y tiernas; agrias y dulces; gruesas y finas. Palabras en manos de palabreros que embaucan, hipnotizan, deslumbran, hieren y ciegan.

Son las palabras meretrices en gargantas de proxenetas del lenguaje y alcahuetes del diccionario, que abusan de ellas y las patean, las maltratan impunemente en público, las humillan en los platós televisivos, las pervierten en los periódicos y las deforman en las tribunas, convirtiéndolas en sonidos guturales carentes de significado.

ADIÓS, MATRIMONIO, ADIÓS

ADIÓS, MATRIMONIO, ADIÓS

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Los académicos que limpian, fijan y dan esplendor a nuestra lengua, se empeñan en mantener que el matrimonio es la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. Y el catolicismo convierte el matrimonio en sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan – ¡perpetuamente!- con arreglo a las prescripciones eclesiásticas.

Obligados a aceptar esta situación por órdenes directas del diccionario y la católica iglesia, debemos admitir que el matrimonio poco tiene que ver con el amor, al tratarse de un invento humano basado simplemente en un contrato que puede extinguirse por voluntad de los contrayentes, urdido sin más finalidad que higienizar socialmente la situación de la pareja y su prole.

Cuando el acuerdo se aleja del afecto amoroso, la vinculación se convierte en atadura y el compromiso en jaula impermeabilizada, entonces el contrato matrimonial no debe imponer continuidad perpetua a la pareja, por muchas bendiciones que haya recibido ante el altar o conciertos hayan firmado los protagonistas.

Cuando el amor sale por la ventana, la ilusión ha perdido el brillo en las pupilas y el reflejo de cada miembro de la pareja se ha marchitado esperando una reconquista imposible porque el cariño ha olvidado su paradero, el matrimonio ha de aceptar su derrota por K.O. técnico debido al oppercut propinado por el desamor.

Cuando los contratantes no están dispuestos a recrear el pacto cada día afianzando el concordato al futuro, todo está irremediablemente perdido en el torbellino de la infelicidad sin posibilidad de rescate, porque en el matrimonio no todo condimento es orégano aromatizado de felicidad, ni todo tiempo es orgasmo.

Cuando la rutina asoma por la alcoba, el tedio se abre espacio en el hogar, el aburrimiento se hace costumbre, la imaginación reseca la esperanza y el dolor se reparte sin compartirse, entonces el amor huye dejando pelos en la gatera y la redención se aleja camino de la nada, con los malos recuerdos a cuestas, haciendo imposible la resurrección.

GENTE POBRE Y POBRE GENTE

GENTE POBRE Y POBRE GENTE

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No es igual “gente pobre” y “pobre gente”, porque estas dos expresiones agrupan seres humanos diferentes, aunque el diccionario no los distinga y la gramática se empeñe en igualarlos.

La gente pobre se alimenta con una sardina y la pobre gente no se sacia en los banquetes.

La gente pobre camina descalza y la pobre gente pierde el tiempo en las zapaterías.

La gente pobre bosteza de hambre y la pobre gente lo hace de aburrimiento.

La gente pobre convive en hermandad y la pobre gente deshermana la convivencia.

La gente pobre lucha por la justicia y la pobre gente escapa de ella por las rendijas.

La gente pobre se divierte en fiestas populares y la pobre gente se aburre en los salones.

La gente pobre es andariega de mochila y la pobre gente sedentaria de poltrona.

La gente pobre es solidaria en la miseria y la pobre gente es miserablemente insolidaria.

La gente pobre comparte platos de lentejas y la pobre gente los cambia por su alma.

La gente pobre se consuela con abrazos y la pobre gente se abraza desconsolada al dinero.

La gente pobre comparte su pajar y la pobre gente prohíbe la entrada al peregrino.

La gente pobre barre la miseria moral y la pobre gente la esconde bajo las alfombras.

La gente pobre grita espantando las pieles de corderos donde se esconde la pobre gente.

La gente pobre mata la lombriz del hambre con mendrugos y la pobre gente con godivas.

No es pobre gente la gente pobre, aunque la pobre gente se empeñe en fabricar gente pobre explotando su pobreza.