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EL FRAUDE FISCAL NO TIENE SOLUCIÓN

EL FRAUDE FISCAL NO TIENE SOLUCIÓN

Quienes hubieran leído el original de este artículo se sorprenderán al ver que el actual nada tiene que ver con el anterior.

Efectivamente, la confianza en un amigo bienintencionado que me envío los datos que utilicé para escribir el artículo, me impidió contrastar las noticias que me mandaba. Pero otras tres personas – dos amigos y un desconocido – me han advertido sobre los «añadidos» que en tal reseña se consignaban, obligándome a ir a las fuentes originales para comprobar que en el artículo de Vicenç Navarro, publicado el 21 de octubre no aparece ninguno de los nombre referidos por el primer amigo, que yo cometí la ingenuidad de creerme y reproducir en esta bitácora.

Asumiendo la responsabilidad que me corresponde, pido disculpas a las personas citadas en aquel artículo y «prometo que no volverá a ocurrir», al tiempo que exculpo a mi informador porque él también cayó en la trampa que le tendió su hermano sin segundas intenciones.

No es el temor a la justicia lo que me lleva a la corrección, sino en estricto servicio a la verdad que siempre he tenido como guía en mis actuaciones.

Queda dicho.

INDEMNIZACIONES CIUDADANAS

INDEMNIZACIONES CIUDADANAS

Con más mérito que los aterciopelados usureros bancarios y políticos de bisutería, reclamamos los ciudadanos las indemnizaciones personales que nos corresponden, tras oírle decir a un popularísimo dirigente popular que tales concesiones sólo se otorgan a directores de empresa, consejeros de entidades bancarias y dirigentes políticos de alta gama.

Este desvergonzado politiquero desconoce la hermosa leyenda medieval de Gonzalo Fernández, cuando el católico Fernando exigió cuentas al de Córdoba, y éste le remitió la factura detallada con la misma indignación que reclamamos, siglos después, las siguientes indemnizaciones a cada ciudadano:

Por pañuelos gastados en enjugar lágrimas de impotencia al ver incompetentes depredadores en Cajas de Ahorro cobrar sueldos e indemnizaciones insultantes: solicitamos un millón de euros.

Por vendajes y cicatrizantes para curar heridas en las palmas de las manos de tanto apretar los puños ante las injusticias sociales, económicas y políticas: requerimos dos millones de euros.

Por antiinflamatorios para gargantas desgastadas y rotas de tanto gritar en las manifestaciones tras de las pancartas, sin ser escuchados: pedimos millón y medio de euros.

Por empapaderas para recoger las secreciones de pesadillas nocturnas y el sudor de los trabajadores que nutre las cuentas corrientes de los patrones: demandamos cinco millones de euros.

Por trajes protectores contra porrazos indiscriminados, arrastres por el suelo y pelotazos de goma disparados contra el pueblo indefenso: queremos tres millones de euros.

Y por la resignada paciencia de bueyes mansos con que toleramos los ciudadanos el hundimiento de la economía doméstica y el humillante paro, mientras políticos, banqueros, defraudadores, corruptos y usureros, mantienen sus privilegios, ingresos y beneficios: exigimos doscientos millones de euros.

Estas indemnizaciones pedimos, y sabed gestores de nuestro patrimonio, que nos sobra sangre para reclamarlas.

AVISO A ELECTOREROS

AVISO A ELECTOREROS

El descontento de muchos ciudadanos libres e independientes que se acercaron a las urnas en las pasadas elecciones para votar cualquiera de los partidos electoreros, dirigido por electoreros, con espíritu electorero, compromiso electorero, incumplimiento electorero y engaño electorero, obliga a pensar que algo debe ir por derroteros indeseables en la vida política para que la decepción popular vaya en aumento.

Este es el riesgo de la ingenuidad electoral que hace beatos a pecadores y los sube a los altares. Una vez ocupada la peana sólo tienen cabida las reverencias de los fieles y las genuflexiones de los devotos. Los santos otorgan sus favores a quienes se les antoja, teniendo en cuenta el fervor demostrado por los suplicantes en sus oraciones, los regalos que éstos ponen sobre el altar del ofertorio y las promesas de lealtad hechas por los favores recibidos.

Pero nada de esto satisface a los arrepentidos que dieron su voto a uno de los partidos electoreros, sino todo lo contrario. La irritación va en aumento con cada sonrisa de los defraudadores, cada aplauso de los empresarios, cada respiro de banqueros y cada mirada al espejo de la oposición ensimismada en ella misma.

Tales hechos irritan sobremanera a los decepcionados como vemos cada día, donde la frustración a sobrepujado la esperanza, obligándoles a militar en el partido mayoritario de Independientes Defraudados, ganador indiscutible en las urnas si hoy tuvieran lugar unas elecciones, por voluntad propia de sus afiliados.

Los electoreros olvidan que el pensamiento libre y el sentido común de los ciudadanos no sigue el principio físico de la ley de inercia porque la lógica colectiva delata los sofismas y la ética ciudadana rechaza la mentira por muy serio, ceremonial, solemne y teatral que se ponga delante de la cámara el pinocho de turno.

No han valorado los electoreros que 10.361.756 de ciudadanos anularan su voto, votaran en blanco o, simplemente, no votaran, en las últimas elecciones. Ellos formaron un grupo que bien coordinado representaba hace unos meses la segunda “fuerza política” del país, a tan sólo 468.937 votos del ganador y con 3.387.876 de sufragios por encima del partido socialista. Pero que hoy ganaría por absoluta mayoría unas elecciones.

¿DEMAGOGIA, DIPUTADO?

¿DEMAGOGIA, DIPUTADO?

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En un momento de enajenación mental transitoria, tan frecuente en ciertos políticos, uno de ellos ha declarado que es demagógico hablar de cinco millones de parados porque todo el mundo sabe que no es cierta esa cifra debido al trabajo negro que se encubre en esos millones. Además – añado yo – ¿cómo puede alguien comerse los codos de hambre si no llega con los dientes a esa articulación?

Tiene razón este parlamentario, hay mucha demagogia acunada con mentiras del tres al cuarto. Si él y los que con él mueven los hilos de las marionetas que deambulan por la piel de toro, dicen que España no va tan mal como dicen los demagogos, será que tienen razón, aunque nadie les comprenda. Pero querríamos que nos aclarara unas preguntas sin importancia, al hilo de sus declaraciones sobre la demagogia existente en su país, que casualmente es el nuestro.

¿Es demagógico hablar del millón de analfabetos que tenemos entre nosotros o de los muertos que se quedan en el camino cansados de hacer cola en las lista de espera de los hospitales por falta de servicios y facultativos?

¿Es demagógico condenar la injusticia de las chabolas, la orfandad de las pateras, las moscas en famélicos rostros y la búsqueda en los contenedores de alimentos desechados por las tarjetas de crédito y productos caducados, que rebañan a la intemperie pobres de solemnidad, mientras en lujosas mansiones millonarias se proponen medidas fraudulentas de ingeniería financiera?

¿Es demagógico proponer que los cuatro millones y medio de euros que la Agencia Española de Cooperación Internacional ha entregado para actividades de cooperación, se emplearan en escuelas de alfabetización y llevar alimentos a los comedores sociales?

¿Es demagógico que el común de los mortales se indigne ante un gobierno que se apellida socialista por no haber dado un puñetazo encima de la mesa cuando el ERE de una empresa con beneficios multimillonarios manda al paro a 8.500 trabajadores, mientras sus dirigentes se reparten millones de euros entre ellos?

¿Es demagógico rechazar la minoración de salarios a los funcionarios y la congelación de míseras pensiones a jubilados, viendo los sueldazos, pluriempleos, y privilegios de los políticos?

¿Es demagógico pedir que paguen la crisis y devuelvan lo que se han llevado, quienes la han provocado y no quienes la están sufriendo, mientras los banqueros conservan la sonrisa, los especuladores engordan su patrimonio y los corruptos mantienen sus cuentas corrientes?

¿Es demagógico pedir un esfuerzo por descubrir a los defraudadores fiscales que nos otorgan el triste privilegio de estar 10 puntos por encima del fraude fiscal europeo, con una tasa del 23 % de nuestro Producto Interior Bruto, que representa varios miles de millones de euros?

¿Es demagógico criticar que un juez, un fiscal, un catedrático o un neurocirujano de la Seguridad Social, perciban menor salario que políticos municipales o diputados, por el trabajo virtual que realizan la mayoría de ellos?

¿Es demagógico censurar que los trabajadores tengan que cotizar 35 años a la Seguridad Social para recibir la prestación por jubilación y que los diputados la disfruten con siete años de ¿trabajo?, bastándole a los ministros con prometer el cargo, aplaudir al jefe y sacar conejos de la chistera?

¿Es demagógico pedir que a los políticos se les haga un examen sobre mínimos conocimientos culturales, y un test psicológico sobre su capacidad mental, en vez de acreditarse con pruebas físicas de genuflexiones e inclinaciones de tronco ante sus padrinos?

¿Es demagógico que los ciudadanos hagamos cuentas sobre lo que pagamos en comilonas, festejos, regalos, coches, viajes, guardaespaldas, teléfonos y chóferes para los miles de políticos que exhiben metálicas tarjetas de crédito alimentadas con el sudor del de enfrente?

¿Es, en fin, demagógico, querido diputado, proclamar que sólo con las dietas que usted percibe sobreviven varias familias en este demagógico país, donde habitan demagogos como usted aprovechándose de la paciencia ajena y la resignación de millones de ciudadanos «indignados»?