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RESISTENCIA DE LA MEMORIA

RESISTENCIA DE LA MEMORIA

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He tenido el honroso placer de presidir el jurado del Primer Certamen Internacional de Poesía “San Cayetano”, patrocinado por el Colegio Castellano-Leonés de Gestores Administrativos, junto a Isabel Bernardo, Juan Carlos López Pinto y Alfredo Pérez Alencart, decidiendo por unanimidad que los mil euros del premio y la placa correspondiente fueran para la poetisa cubana Yenifer Castro Viguera, por su poemario “Resistencia de la memoria”.

Llegar al acuerdo unánime de esta ganadora ha sido fácil, porque a sus estrofas vivificadas con alma cubana, se ha unido la común sensibilidad poética de quienes tenían que poner nombre real a la plica que acompañaba los versos enviados desde la isla hermanada por una lengua común.

La poesía de Yenifer es intimista y personal, trenzada con cercano alejamiento, versos libres, estrofas de calado imaginativo, culto léxico, espiral emotivo, nexo temático y original imaginería poética, de quien pretende retener el abrazo del hombre que arrastró las estrellas en un cielo de sábanas, sin saber que otro nombre estaba escrito antes de que ella naciera.

Asciende la memoria de esta joven poetisa por sus talones, quemándose en ella el alma sustantiva del evocado fingidor, náufrago, polizón de la vida que va por derecho carril hacia ella agotando señales, donde la quimera de humo desborda el tiempo de su edad desnuda, obligándola al mutismo de los días sin las manos del amante ni espacio de paz, pues no tuvo sosiego hasta que llegó a las aguas turbulentas de la poesía.

LO SIENTO, TENGO QUE MATARLE

LO SIENTO, TENGO QUE MATARLE

Se cumplen hoy cuarenta y cinco años de la captura y asesinato en Bolivia de Ernesto Che Guevara. Ídolo popular y romántico guerrillero que pretendió llevar hasta el último rincón del tercer mundo, la revolución cubana.

El ordenante de su muerte fue el agente dela CIA Félix Rodríguez y el ejecutor el sargento Terán, cumpliendo ambos un mandato de la autoridad que les exoneraba de toda responsabilidad. Tiene gracia. Ninguno de los tres fue siquiera juzgado, librándose de toda culpa el ordenante, el intermediario y el ejecutor.

Tal vez, las últimas palabras que el médico asmático Guevara escuchó fueron las del sicario Rodríguez, cuando le dijo: “Mi comandante, lo siento, son órdenes superiores”. Llamó entonces al sargento y señalándole el cuello le ordenó: “Dispare de aquí para abajo, porque se supone que este hombre ha muerto en combate”.

Terán disparó dos ráfagas de metralleta, cayendo el Che al suelo con las piernas rotas y el corazón destrozado.

Esto sucedió un triste, inolvidable y sangriento 9 de octubre de 1967, cuando las balas concedieron vida eterna al mito y los oprimidos del mundo juraron una venganza social que aún permanece en la sala de espera, porque el miedo ha paralizado sus voluntades  y la antorcha revolucionaria del Che sigue apagada, rodando por el suelo camino de la nada.