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CUANDO LA SOLEDAD ACAMPA EN EL ALMA

CUANDO LA SOLEDAD ACAMPA EN EL ALMA

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A veces, la soledad clava su estaca en el alma sin previo aviso, dejando sola y a la intemperie la liberación que buscamos en el calendario, cerrando esclusas a la vida y poniendo barreras en el entorno inmediato al que solo accede el otro yo que nos habita, con la falsa certidumbre de estar condenados a la infelicidad.

Pero sabed que es posible la redención buscando entre las sombras recuerdos imprevisibles de felices momentos vividos con espíritu hermanado, en crepúsculos encendidos de Amor y amaneceres liberadores de penumbras pasajeras, sin que la memoria pueda hacer algo para olvidar felices recuerdos, ni borrar el perfil sepia de las fotografías que nos envuelven con irremediable felicidad.

Sucede así por voluntad imperativa de la memoria disolvente de soledades en el espejo, para milagrear sonrisas al silbo de felices evocaciones que transparentan el azogue desterrando pesadillas al olvido, mientras subimos horizonte arriba, llevados de la mano por bienaventuradas historias personales que ahuyentan la soledad.

Es entonces cuando debemos recortar las esquinas del Viento, humedecerlas con puntos de ola y abrir con ellas las ventanas enladrilladas a la esperanza, poniendo tenaz empeño en ver el futuro con ojos alentados por quimeras que en el pasado cristalizaron realidades, a pesar de la incertidumbre impuesta por las negras soledades ya vencidas.

RELIGIOSIDAD LAICA

RELIGIOSIDAD LAICA

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Verano, crisis...

Viendo a toda España en fiestas estos días con motivo de santos patrones y Madres de Dios que van desde San Roque a la Virgen de la Asunción, pasando por todos los santos y vírgenes imaginables, uno piensa si tanta festividad es fruto de la fe, para honrar a la Iglesia y glorificar de los festejados, o se trata simplemente de un milenario pretexto para el jolgorio laico, disfrazado con halos santorales y coronas virginales.

Ante tantas procesiones, bailes de imágenes, festejos laicos, alcohol destilado, tentaciones de la carne y beatíficas genuflexiones en altares, calles, iglesias y ermitas, la razón pasa por un túnel con dos salidas, sin saber a cual dirigirse, pues la religiosidad que justifica las jornadas festivas no cristaliza en compromiso evangélico una vez que el santoral pasa en el calendario.

Duda el sentido común del observador si es devoción y cumplimiento doctrinal o pretexto de piadoso breviario lo que podría ser fundativos, yantavales, turigorcias, comarciales o la rústica vinalia romana anticipadora de la buena cosecha cepera, pues en tierra hispana no hay campanario sin su vino, extendiéndose la algarabía como mancha etanólica por todo el territorio, porque hay espadañas litúrgicas en cada esquina de un país catoliquísimo como España.

Devoción y fiesta callejera unidos, hacen posible la religiosidad laica de esta tierra de María Santísima, donde la mayoría de creyentes no se han quitado el traje de la primera comunión ni madurado su fe y los bautizados olvidan que fueron nombrados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la pila bautismal.

DEL JULIANO AL GREGORIANO

DEL JULIANO AL GREGORIANO

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El astrónomo Sosígenes convenció en el año 46 a.C. a Julio César para que este reformara el calendario egipcio porque sus cálculos fijaban la vuelta solar en 365 días y seis horas, intercalando cada cuatro años un día extra para ajustar la medida el 24 de febrero, por ser este número el día sexto antes de las kalendas de marzo, ante diem sextum kalendas martias», llamándolo «bis sextus», que derivó en año bisiesto.

Así estuvo la humanidad contando los días, semanas, meses y años, marcados por este Calendario Juliano, hasta que el jurista eclesiástico Ugo Buocompagni fue elegido papa con el nombre de Gregorio XIII, y puso a trabajar en el actual calendario a Cristóbal Clavio, Luis Lilio y Alfonso X el Sabio, siendo promulgado su uso con el nombre de “gregoriano” en 1582, mediante bula papal Inter Gravissimas fechada el 24 de febrero de ese año, estableciendo que al jueves 4 de octubre siguiera el viernes 15 de octubre, eliminándose diez días para anular el desfase con el año solar y los tres años bisiestos cada cuatro siglos.

Es decir, que hoy día 13 de junio en el calendario gregoriano sería día 2 en el juliano, si Gregorio XIII no hubiera tachado diez días del calendario, complicando el fallecimiento de Santa Teresa que murió el 4 de octubre de 1582 del calendario juliano, convertido en 15 de octubre del gregoriano, es decir, que sus seguidores de la época no tuvieron claro si fue enterrada al día siguiente o diez días más tarde, porque los ciudadanos se acostaron el 5 de octubre y amanecieron el 15.

¡ VIERNES !

¡ VIERNES !

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Los jubilados compensamos nuestra cercanía a la estación término, olvidándonos del calendario y desconociendo el día de la semana en que vivimos, para equilibrar así la lejanía en que se encuentran del gran viaje los jóvenes que trabajan, sin prevenir que la malhadada suerte puede picarles el billete a la vuelta de la esquina.

Recuerdo sin nostalgia el bullicio festivo de los viernes en los patios escolares y las prisas azarosas por acabar la jornada, en horas previas a la cena extramuros que abría las puertas de madrugada a un viaje parisino, la pista de tenis en Bulle, el senderismo suizo, los museos londinenses, el mercado belga de “las pulgas” o simplemente el sillón doméstico en zapatillas con el libro de la mano y música lejana acompañando la lectura.

Con la jubilación se entremezclan los días de la semana en cóctel suave, de pocos grados, escasa agitación y digerible, para ser libado a pequeños sorbos, sin distinguir los sabores que tuvieron en tiempos laborables los siete días que componen el reconfortante brebaje que los trabajadores se beben a grandes tragos durante la semana.

Tiene el lunes sabor a cansancio desganado; el martes viene con el amargo paladar de lo inaccesible; deja el miércoles voluble gusto a incertidumbre; el jueves emboca las papilas con anhelo; impregna el viernes de esperanza el inmediato futuro; el sábado complace la embacadura con joviales aromas; y el domingo por la tarde acidifica la vida con decepcionante hastío hacia un nuevo comienzo desganado.

Pero hoy es viernes, María. Y mañana, sábado, Ángel. Te quedará luego la mañana del domingo, Rafael. Pero todos iréis el lunes a la sala de espera del viernes que hoy os toca vivir con la alegría que los jubilados gozamos durante los años que estuvimos atados con siete lazos a los días de la semana.

REGRESO

REGRESO

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Tras el reencuentro de ayer con la hermanada familia infanto-juvenil, hoy toca el regreso al hogar con el alma engrandecida, las fuerzas repuestas y el corazón satisfecho, a pesar de los puntos negros que enturbiaron el sentimiento, porque una ausencia desafortunada y cuatro dolencias indeseables, impidieron a cinco amigos acudir al encuentro fraternal que cada año un “ángel” nos propicia.

Escribo estos renglones tachando ya un día del calendario, con la esperanza de sobrevolar el tiempo para cumplir el anhelo de encontrarnos otra vez en la explanada de la “puerta principal”, recontándonos de nuevo inolvidables recuerdos de los años compartidos, cuando la vida nos dio injustamente la espalda, negándonos la oportunidad de recorrer protegidos la vida, desde la  inocencia de los primeros años.

Feliz día nutrido de esperanza con borrachera de abrazos, sonrisas y bromas en humilde fraternidad, donde se arrinconaron fajines, cuentas corrientes y poderes extramuros, para compartir vocaciones de amistad con amigos hermanados en el colpicio, haciendo posible el milagro de pervivencia con yuntas de pupitre y complaciéndonos todos en la felicidad del encuentro.

No hubo más sombras que las ausencias de quienes se vieron forzados a privarse del acompañamiento mutuo, porque los enredos de la vida impiden muchas veces complacer los deseos, el espacio se empeña en alargarse incluso en las distancias cortas, un mal virus logra su objetivo o el peso de la vida no permite el desplazamiento con su carga.

Pero como ningún lugar está lejos para quienes hacen de la amistad, doctrina; de la lealtad, deber; de las fotos, relicario; y del compañerismo, hermandad; con nosotros estuvieron también los ausentes compartiendo una jornada feliz, mientras allende las tapias la vida urbana permanecía ajena a nuestra dicha, sin ver el fuego de amistad que ascendía en llamaradas fraternales al cielo otoñal, alumbrado por almas gemelas.

ENVEJECER

ENVEJECER

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Nadie se atreve a poner con certeza una cruz en su calendario personal señalando el comienzo de la vejez, pero todos los que estamos en la sala de espera sabemos que el envejecimiento es inevitable, que se va instalando en nosotros de rondón, que nos encoge en futuro y advierte sobre la inutilidad de los pretenciosos cantos de sirena anunciando eternas juventudes espirituales.

Envejecer es un proceso que sólo pide vivir como requisito ineludible y caminar sin descanso por la vida hasta llegar a la estación término, sufriendo una irreversible agonía de años que se aproxima inexorablemente a su inmediato término, porque se madrugó más en la vida, como le sucede a las rosas marchitas de madrugada.

Pero no todo es frustración y desánimo, porque el envejecimiento alimenta una ternura desconocida en la juventud.  Recorta la distancia en las relaciones humanas facilitando el acercamiento. Serena el ánimo que destierra la excitación. Mejora la comprensión facilitadora del entendimiento. Amortigua la rivalidad. El amor gana terreno al apasionamiento. Y la intransferible sabiduría de la experiencia sustituye a las más eruditas enciclopedias.

Envejecer es irse acostumbrando a renunciar a la vida sin perder ocasión de renacer en las vivencias de cada día, porque la olvidada muerte desatendida en la infancia, toma cuerpo real en la vejez siguiéndole de cerca los pasos a la edad, para interponer la guadaña en su camino al primer descuido de la suerte.

CALENDARIO COMERCIAL

CALENDARIO COMERCIAL

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La celebración del “día de la madre” me permite decir que los amos del comercio global llevan años aprovechando el continuo incremento de laicidad social, para sustituir las tradicionales fiestas religiosas por jornadas mercantiles muy beneficiosas para las arcas de los patrocinadores, que no cesan en su empeño por transformar en santoral en candelario comercial.

El antiguo “día de la madre” de mi infancia se ha ido quedando embarazado año tras año con el semen de la ambición mercantil dando a luz a descendientes que esperaban turno en las agencias de marketing, sin que los ciudadanos nos diéramos cuenta de nuestra transformación en consumidores por mandato de los mensajes publicitarios que nos ordenan comprar el regalo de cada «día».

“Días de…” que nos persiguen desde las pantallas televisivas con machacona insistencia hasta dejar noqueada nuestra voluntad, a merced de los caprichos que dictan los beneficiarios del consumo irracional para honrar a Mercurio, el dios del comercio en la mitología romana, hoy jefe del estado consumista.

Día del niño y de la niña, del padre y la madre, de los enamorados y de tantos otros, a los que se añadirán en breve los días comerciales dedicados a los desenamorados, a los huérfanos, a los viudos, a los abuelos, tíos, parientes, avenientes, amigos, vecinos, clérigos, laicos, civiles, militares, trapecistas, bomberos, cuentachistes y todos los que falten hasta completar los 365 días del año, para que siempre tengamos un pretexto de comprar obsequios inservibles en los almacenes fenicios del siglo veintiuno.