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CRISTIANOS DEMÓCRATAS ANTICRISTIANOS

CRISTIANOS DEMÓCRATAS ANTICRISTIANOS

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El silencio de la Iglesia ante los decretos exterminadores que los cristianos en el poder imponen a sus pobres hermanos en la fe, nos obliga a denunciar el anticristianismo de tales mandatarios, que parecen estar más cercanos al anticristo o demonios fugados del infierno, que a los ángeles custodios celestiales.

Sorprende el cristianismo de Ángela Merkel, líder de la Democracia Cristiana alemana y miembro de la Unión Social Cristiana de Baviera, que estando rodeada de cristianos por todas partes, no practica la doctrina de Cristo, sino la dictada por el becerro de oro al que todos adoran, aunque ninguno confiese su servidumbre al ídolo financiero.

La doctrina de los mandamases españoles que se dan golpes de pecho en los reclinatorios de los templos mientras los prelados celebran Tedeums, tiene poco de amor al prójimo, escasa caridad cristiana y nula obediencia a la ley divina que exige la redención de los oprimidos y la liberación de los pobres.

La situación generada por los católicos en el poder, con la bendición silenciosa de la jerarquía eclesiástica, nada tiene que ver con el cristianismo primitivo que tanto influyó en la abolición de la esclavitud, haciendo inmorales y anticristianas las actuales condiciones laborales que oprimen a los trabajadores, convirtiendo la libertad un sarcasmo que ajusta grilletes en los pies, provoca el hambre, multiplica el paro y expande la miseria.

Se trata de nuestra emancipación, que hoy está en manos de quienes se santiguan con la derecha y profanan la dignidad humana con la izquierda, alentando desigualdades sociales, promoviendo injusta distribución de bienes y estimulando la pobreza, mientras protegen con uñas y dientes privilegios propios, blindan su futuro y custodian sus intereses, olvidándose de doctrinas, credos, religiones y patrias.

LÁGRIMAS DE COFRADES

LÁGRIMAS DE COFRADES

La bendición del cielo que la lluvia derrama sobre los campos se torna en maldición para los cofrades que no pueden exhibir por las calles las imágenes que adoran, para hacer realidad el dicho de que nunca llueve a gusto de todos. Pero, claro, el Señor debía tener en cuenta la devoción de sus fieles y el deseo de adorar las imágenes que le representan, retrasando unos días esa agua bendita para dejar contentos a todos.

No sé si los cofrades se habrán ocupado de hacer rogativas inversas para contener los chubascos o han confiado en su Cristo más de lo debido, pensando que Él iba a hacer algo sin que nadie se lo pidiera, utilizando su poder infinito y su eterna bondad. Lo cierto es que un año más han rodado desconsoladas lágrimas por las mejillas de costaleros y devotos.

Un ignorante me ha preguntado si en las procesiones se adora la madera, porque en cierta ocasión le contaron que al robar la imagen de la Virgen de la Peña de Francia se hizo otra parecida, y al descubrirse luego en un pozo los restos de la “auténtica”, se introdujeron éstos en la nueva para que la imagen mantuviera el sobrenatural poder de la anterior. No lo sé, respondí.

Pero sí debe saber este inculto, que Salzillo, Juan de Juni, Berruguete o Benlliure basaron sus creaciones en modelos reales de la época y reprodujeron sus rasgos fielmente, con la misma fidelidad que podrían hacerlo hoy los actuales escultores con alguna meretriz, una folclórica o cualquier presidiario. Es el agua bendita que sale de la bola agujereada del hisopo la que produce el milagro de transformar la figura tallada de un ídolo mundano en venerable imagen milagrosa, capaz de enajenar y emocionar a los devotos que mantienen una fe tradicional más estable que la del entrañable lechero del violinista en el tejado.

Pidamos a don Anselmo, el párroco de Churriego, que saque a pasear sus imágenes y eleve rogativas al cielo para que el hombre del tiempo cambie las borrascas por anticiclones con el fin de que sean lágrimas devotas emocionadas de alegría las que viertan los cofrades, y no de dolor y desconsuelo al verse privados de pasear por las calles las imágenes que veneran.

OSAMA

OSAMA

OSAMA

Que nadie confunda el prenombre de Bin Laden con el ¡Hosanna! de los Salmos que significa, “sálvanos, por favor”. Pero que todos se pregunten quiénes y por qué pidieron la salvación al fundador de Al Qaeda, pues en la vida lo realmente importante no son las cosas que se hacen, sino el porqué se hacen.

He condenado siempre la muerte de cualquier ser humano a manos de su vecino, luchando contra el empeño de la sinrazón por dominar a los seres racionales que poblamos este territorio común, devastado por guerras desde su nacimiento.

Digámoslo de una vez: el oficio más antiguo no es el de puta, sino el de soldado.

La historia de la Humanidad está jalonada de guerras que amenazan no terminar nunca. Guerras provocadas por demenciados líderes carismáticos que envían jóvenes al matadero, pidiendo cada uno a su Dios la bendición de los estandartes y su intervención en la victoria para aniquilar más fácilmente al enemigo.

No, no me alegra el asesinato de Bin Laden, ni me complace las felicitación de mi gobierno a su homólogo americano porque tenemos abolida la pena de muerte, incluso para el mayor asesino que pudiéramos tener entre nosotros, y porque mi confianza en la redención me impide aplaudir la muerte de un ser humano a manos de otro, por merecido que el condenado tenga ese castigo. Además, el asesinato de Bin Laden no producirá beneficio alguno, sino todo lo contrario, como podemos ver en las caras de los neoyorquinos, de los embajadores y de los viajeros.

Quien considere que con la muerte de tan detestable y mortífero líder va a erradicarse el terrorismo islámico, está equivocado, porque ninguna violencia ideológica concluye con la muerte del líder, que es inmediatamente sustituido por otro de similar condición.

La única forma de terminar con todas las guerras y con el terrorismo es educar a los terrícolas, porque sólo la cultura hará posible el milagro de la reconciliación perpetua. Y hacer esto es fácil: basta dedicar los presupuestos de defensa de todos los países a construir la paz, levantando escuelas y promoviendo industrias donde la miseria tiene su territorio y la ignorancia campa por sus respetos.

Quimérico, ya lo sé, pero dejadme soñar en un mundo feliz, sin hambre ni guerras.

Y tened en cuenta que mientras haya un solo ciudadano convencido que tras su muerte va a disfrutar de una vida eterna junto al dios que determina su creencia, no habrá nada que hacer contra el terrorismo fundamentalista. Y si, además, ser mártir de la causa concede al inmolado privilegios adicionales sobre el resto de los creyentes, siempre habrá alguien dispuesto a rodear su cintura de explosivos para ganar la recompensa divina.