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FEORMOSURA ARTIFICIAL

FEORMOSURA ARTIFICIAL

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Pasados los pantagruélicos saturnales navideños que revientan básculas, saturan gimnasios y bloquean consultorios estéticos, hablemos de la selecta y culturalmente pobre sociedad de la belleza física y el escaparate, ocupada por estetas que han reservado el derecho de admisión a quienes pueden comprar el ticket que da acceso a la vidriera plastificada, donde exhiben la piel bronceada con infrarrojos los desocupados, desconociendo que la vejez no está en la arruga ni la juventud en la lisura.

Existe un gran comercio de narices, tetas, labios, glúteos, pómulos y casquerías afín, cuya misión es falsificar la foto del carnet de identidad, aunque no lo consigan porque todo aquello que está al alcance del bisturí no se puede comprar en la taquilla de la verdad, por muchos euros que se pongan sobre el mostrador de la cultura.

En los shopping centers del camuflaje estético se hacinan tersuras quirúrgicas en estanterías llenas de prótesis, siliconas, botos y bisturíes con sonrisas de porcelana, robadas con butrón de hipocresía social a los disconformes con su realidad corporal, creyendo que con el corte mejoran el atractivo interior que permanece inmutable denunciando sus carencias.

Al alcance de mentes huecas con bolsillos ocupados se ofrecen piezas selectas de carne humana, mutilación de imperfecciones, nuevos colores de pieles, estiramiento de arrugas y cambios de apéndices varios, hasta conseguir momificarse en clones idénticos de belleza estereotipada por la moda de turno, con el fin de seducir al vecino que camina al lado de los transformers por la calle hasta el socavón de la muerte, que devora todo esfuerzo por alargar el tiempo más allá de lo que a cada cual corresponde.

AL ENCUENTRO DEL AMOR

AL ENCUENTRO DEL AMOR

ENCUENTRO CON EL AMOR

Cuando bromeaba con mis alumnos y alumnas preguntándoles si estaban enamorados, me miraban con ojos sonrientes y picardía juvenil, antes de responderme lo que correspondiera, pero siempre refiriéndose al amor en las dos primeras acepciones que el académico diccionario propone, obligándome a seguir la broma advirtiéndole que me refería a si estaban enamorados de la vida, más allá de su sentimiento hacia otra persona.

No es preciso tener frente a nosotros una pupila para sentir profundo amor por el objeto amado que nos convulsiona el ánima invirtiendo el rumbo de la sangre, pues el amor es grande e inabarcable dándonos oportunidad de quedar irremediablemente prendados de un gesto, una virtud, una cualidad o un objeto, incluso de la propia vida, a la que amamos desde que tomamos conciencia de la muerte, quedando a la espera de su visita para llevarnos hacia el viaje definitivo.

Amores desengañados o fieles y perdurables, que desbordan el intercambio de sentimientos entre seres de nuestra especie, demostrando la experiencia que el amor a otra persona es el más inestable de todos los posibles en muchas ocasiones, el menos duradero, el más decepcionante, el que menos garantiza la felicidad y el que más hace sufrir, cuando la convivencia se torna escurridiza, la rutina toma cuerpo, aumentan los bostezos y se apaga la chispa del encuentro con la novedad diaria.

Es entonces cuando toman fuerza otros enamoramientos, como el amor a la belleza y a la generosidad, a la obra bien hecha, a la paz, a la vida, a un paisaje, al crepúsculo encendido, a la esperanza incluso desesperanzada, a la justicia, a la amistad y al amor propio como garante de amor eterno y perduración amorosa.

SANTA CENA DEL JUEVES

SANTA CENA DEL JUEVES

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Vale la pena evocar la liturgia del Jueves Santo sólo por recordar el cuadro de la última cena que Leonardo nos dejó sobre la pared del  refectorio del convento dominico milanés de Santa Maria delle Grazie, donde la paz ilumina el sentimiento y la luz que se filtra por las ventanas pone notas musicales dulcificando el espíritu.

Nunca tuve sensación más placentera ante un cuadro como aquel mediodía estival en que accedí al comedor donde se encuentra la escena, quedando boquiabierto, mudo y sin respuesta, ante lo que presenciaban mis ojos, con asombro de belleza estética desconocida hasta entonces.

Dicen que la histórica cena evocada en el cuadro de Da Vinci tuvo lugar un miércoles, pero ningún cronista de la época nos ha dicho qué alimentos fueron manducados en ella ni el vino libado en la misma. Cabe suponer que seguirían la tradición judía degustando cordero puro y del año acompañado de pan y regado con vino, intercalado todo ello con amena tertulia y discurso de sobremesa.

De haber sido ese el menú, no faltamos a la verdad diciendo que fue una cena poco dietética y pesada, que exigiría después – como así fue – un paseo por el Monte de los Olivos para ayudar digerirla, donde al parecer pasó todo lo que dijeron los evangelista que pasó, confirmado por San Pablo a los corintios muchos años después.

En cambio, lo que sí se nos aclara, para sorpresa general, es que no se lavaron los comensales las manos antes de cenar, sino los pies. Fue el Mesías quien aseó las extremidades inferiores de sus seguidores para que aprendieran a hacerlo y lo repitieran entre ellos cuando Él no estuviera.

También ignoramos todo lo que hablaron durante la colación, pero las noticias que nos han llegado confirman que hubo despedidas, preaviso de traición de Judas, anticipo de negación de Pedro y encomienda del líder a sus seguidores para que repitieran el increíble milagro de transformar el pan en carne del paladín del amor, y el vino – tinto, claro – en su sangre, advirtiéndoles que no hicieran ascos a sus órdenes ni pensaran que trataba de canibalizarlos ni vampirizarlos porque era algo simbólico, ya que el pan mantendría su sabor ácimo y el vino conservaría su bouquet.

Sea como fuere, el Maestro pidió a sus seguidores sin reparos que repitieran la cena durante siglos y siglos, cuantas veces fuera posible en memoria suya, porque en el pan comerían su cuerpo y en el vino libarían su sangre. ¡….! Creando así el rito cristiano de “Acción de gracias” que los griegos llaman Eucharistia y los católicos “Sacramento del sacrificio del cuerpo y la sangre de Jesucristo”.

FERMOSURA ARTIFICIAL

FERMOSURA ARTIFICIAL

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En el mundo de la artificial belleza física y el desfigurado escaparate social no tiene espacio el talento, porque la presunción de ser lo que no se es ha reservado el derecho de admisión en la vidriera plastificada donde exhiben la piel bronceada con infrarrojos eléctricos los desocupados cerebrales.

Existe un gran comercio de narices, tetas, labios, culos, pómulos y casquerías afines cuya misión es falsificar identidades, retratos y realidades, aunque no lo consigan porque todo aquello que está al alcance del bisturí no forma parte de la esencia de cada cual, aunque se logre un disfraz poniendo euros sobre el mostrador de la frustración.

Es difícil encontrar al intelecto luciendo palmito en las pasarelas de moda, porque se hospeda en el territorio espiritual de los valores humanos invisibles a los ojos teñidos de felices colores camino de una felicidad pasajera, alcanzable sin esfuerzo en los expositores de belleza externa.

En los shopping centers del camuflaje estético se hacinan stores quirúrgicos con las estanterías llenas de prótesis, siliconas y botos sonrientes de porcelanas robadas por el butrón de la hipocresía que entretiene a personas ociosas y disconformes con sus formas, creyendo que con el cambio mejoran el atractivo interior, tan deseable y duradero.

A las mentes huecas y frías con bolsillos rellenos y calientes, se ofrecen piezas selectas de carne humana enlatada, mutilación de imperfecciones, nuevos párpados, estiramientos de piel y cambios de apéndices sensoriales hasta conseguir momificarse en clones idénticos de belleza estereotipada por la moda de turno, para seducir al vecino o vecina que camina a su lado por la calle hasta el socavón de la muerte que devora todo esfuerzo por alargar el tiempo más allá de lo que a cada cual corresponde.

BELLEZA

BELLEZA

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La belleza comparte con el amor la vocación de eternidad, sintiendo ambos el pálpito emergente de la sorpresa, complaciéndose en el esplendor de la sensualidad, virtualizando triviales experiencias cotidianas y hermanándose en la lindeza de lo contemplado, porque amar no es otra cosa que ver algo hermoso y querer compartirlo con la persona amada.

El deleitoso placer de la belleza camina desprevenido a saltos por la vida, presentando su tarjeta de visita inesperadamente, disfrazada de anónimos gestos fraternales, pinceladas en el lienzo inmaculado, descorbatados arpegios espontáneos, siluetas en la arcilla virginal o sorprendentes guiños de la naturaleza.

La belleza es preludio de redención para quien la descubre en la sonrisa infantil, la pupila emocionada, el golpe de silencio sobre la patena salobre del océano, el armiño de las cumbre nevadas, la esperanza de las praderas verdecidas o el pétalo preludio de la fruta que se abre al beso de la primavera.

En cambio, la vulgaridad mental, el desprecio espiritual, la tosquedad de los números, el abuso mercantil, la procacidad de la vida y el mirar sin ver, ponen tupidos velos a la belleza que despunta en los atardeceres, cuando enrojece el crepúsculo en el horizonte del mar, el polen fecunda las corolas o el vuelo de las aves se torna apareamiento.

Acompañad a la belleza, amigos, acompañadla en su peregrinar por la indiferencia de la vida para evitar su lamento desconsolado cuando suspira abandonada en la soledad estéril del mercadeo, enlagrimada al no poder observarse a sí misma reflejada en las pupilas que se contemplan.

AMISTAD

AMISTAD

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La generosidad fraternal demostrada por mi juvenil yunta en el colpicio, me obliga a evocar recuerdos olvidados en áridos rincones de la memoria, verdecidos por la amistad eterna que guardo con Laureano y con todos los hermanos que hicieron posible la resurrección en el infierno irredimible de la orfandad.

No puede forzarse la amistad, ni surge del empecinamiento en lograrla, sino del riego que enraíza corazones en un mismo tronco, con ramas libres, independientes y autónomas, permitiendo el desarrollo del árbol en el silencio de la mutua permanencia, podando las hojas secas que entorpecen el crecimiento y coloreando esperanzas renovadas en la complacencia del encuentro.

No balbucea la amistad en sus primeros pasos palabras duraderas, ni hace gestos perdurables, ni nace con vocación de eternidad, aunque pueda sobrevolar por encima del espacio y del tiempo, manteniendo intacto el fuego en los naufragios y la luz en la noche oscura del olvido inesperado.

Tozuda, a veces, la amistad es siempre generosa; sacrificada, en la lucha compartida; inasequible al desaliento; ruidosa en los encuentros; sincera en las palabras; noble en los gestos; y de lealtad inquebrantable. Comprometida, rotunda, prudente, fiel, despierta, entregada y observadora.

Pero también es la amistad frágil a la traición, quejosa ante los caprichos, sensible a las mutaciones y escurridiza cuando la decepción toma cuerpo en su alma desprevenida, abriendo heridas incurables sobre la piel del espíritu, con hechos y aconteceres que suceden sin tener razón de ser ni justificación de existencia.

Es la amistad una forma de amor que no perturba, ni enajena, ni se apodera del huésped donde se aloja, que alcanza cota superior cuando la pasión le acompaña y se sublima al añadir descendencia compartida con la persona amada.

¿ QUÉ ES POESÍA ?

¿ QUÉ ES POESÍA ?

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Qué es poesía, le preguntaban ayer las ondas de radio a una adolescente que mecía los versos en la lozanía de su juventud, con la misma inquietud que el poeta de rimas se hacía esa pregunta, y voy a desesperanzarla diciéndole que poesía no es la enamorada cuando clava su pupila azul en el iris de su enamorado.

Tampoco es poesía aquello que en el verso queda, como dijo el de Tábara, cuando se avientan las palabras que lo forman y pierde los caireles de la rima,
 el metro, la cadencia 
y hasta la idea misma. Ni siquiera es poesía la manifestación de la invisible belleza puesta al descubierto en estrofas aromatizadas con ensoñadores pétalos.

Si la poesía fuera expresión trivial de íntimos sentimientos, convertiría la estética en exhibicionismo. Si pretendiera ser arte poético encristalado, moriría en su intento por mantenerse en la ortodoxia del diccionario. Y si intentara idealizar líricamente la belleza con el alfabeto, sería un esfuerzo baldío porque en el intento perdería su nombre.

Transformada en creación dócil, la poesía se disfraza de harapos. Destilada en el serpentín especulativo, huye a los trigales para refugiarse en el seno de la espiga. Cristalizada entre algodones se evapora por las alcantarillas sociales. Y licuada por la erudición, nunca toma la forma del recipiente.

No es la poesía refugio de alas, ni sigiloso nidal, ni ponedero feliz, ni cavidad bulliciosa, ni crisálida en capullo. Ni siquiera pregonera de secretos, cantos enjaulados, hija de temblores, heraldo de nostalgia, o vuelo de humo que se diluye en sentimiento puro y deshojada idea.

Si tampoco es la poesía vaguedad de niebla, anclaje de esperanzas, reservado cenáculo de sentimientos, bullicioso silencio, soñadero conmovido, helado fuego, pequeño mundo, paraíso perdido, ni estremecimiento, pálpito, escalofrío, caricia, beso o denuncia, ¿qué es, pues, la poesía?