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Etiqueta: Antonio López

CASCOS, LA CASCA

CASCOS, LA CASCA

La decisión del exministro, exdirigente y exmilitante del Partido Popular, Francisco Álvarez Cascos, de poner en manos de los pinceles de Antonio López el retrato que decorará las paredes del Ministerio de Fomento, me parece un error lamentable y creo que Cascos la casca con esa decisión.

No por los 194.000 euros (33 millones de las futuras pesetas) que tanto han escandalizado al personal, por considerarlo un nuevo exceso político de los populares en tiempos de crisis, que viene a dar la razón a los que no pueden  apretarse el cinturón y bajarse al mismo tiempo los pantalones.

No es por eso, no. Se trata de una cantidad de dinero insignificante para la causa, teniendo en cuenta las hazañas realizadas por el homenajeado  para merecer semejante regalo de los ciudadanos, entre las que destacan los encargos que hizo a la galería de arte de su tercera esposa cuando estuvo al frente del Ministerio, que ascendieron a 748.000 euros (125 millones de las futuras pesetas).

Ese no es el problema. El problema es que mi admirado Antonio López es un pintor hiper-realista, que lleva la realidad por encima de sus límites, mostrando la imagen del objeto que pone en su punto de mira más allá de lo que es, descubriendo a los observadores aspectos que estos no perciben a simple vista.

Quiere esto decir que el retrato de Cascos será utilizado por los padres para amenazar a los hijos pequeños que se nieguen a tomar la sopa; provocará pesadillas nocturnas y diurnas en los empleados del Ministerio; no podrá mostrarse a los visitantes sensibles a la belleza;  y se prohibirá la entrada en la sala a los enfermos cardiacos.

ANTONIO LÓPEZ

ANTONIO LÓPEZ

Vivir en “provincias”, como dicen los madrileños, reporta el sosiego necesario para vivir en paz y sin precipitaciones, gozando del encuentro callejero con amigos en cadena interminable de abrazos y saludos.

Pero tiene la servidumbre de obligar a los provincianos a viajar a la capital del reino para disfrutar de espectáculos teatrales, exposiciones, conferencias y otros actos culturales, inasequibles a lugareños del extrarradio, aunque se viva en una ciudad esencialmente cultural, que presume de esa capitalidad.

Esa es la razón por la que este bloguero puso ayer manos al volante y marchó carretera arriba hasta el museo de la baronesa, para disfrutar de las ciento treinta obras que los lápices, pinceles, palillos, vaciadores y buriles del mejor seguidor de Velázquez  que aún tenemos entre nosotros, nos ha dejado en telas, escayola, bronce y madera.

Y ha valido la pena el viaje porque me ha permitido viajar sin prisas por el anárquico trabajo del artista tomellosano, saboreando las pinturas, esculturas y dibujos de López desde 1953 hasta ahora, traducidas en figuras humanas, dependencias domésticas, flores y paisajes urbanos, especialmente madrileños, llevados al lienzo y la tabla durante los últimos cincuenta y ocho años.

Aunque me declaro seguidor de Renoir, Cézanne, Manet y Monet; admirador de Goya; aliado de Picasso; fan de Velázquez; cómplice de Miró; imitador de El Bosco; y exaltado incondicional de Van Gogh, debo confesar que desde noviembre de 1985 cuando descubrí a Antonio López en la Europalia de Bruselas, le sigo atentamente los pasos, sufriendo ciertas decepciones ajenas al artista, como la visita frustrada que hice a Madrid para verle frente al caballete que mantuvo durante años en la caída de la madrileña Gran Vía.

Si amar es ver algo hermoso y querer compartirlo, permitidme lectores que desde la estima que a todos tengo, – aunque a muchos no conozca -,  os invite a pasearos por las salas y pasillos del baronésico museo antes del 25 de septiembre en que cerrará sus puerta a la obra de López, marchándose ésta tan contenta al Museo de Bellas Artes de Bilbao.