Pendientes de conocer esta mañana el resultado de la votación en la Asamblea de Podemos, sabemos que supera en 65.589 votos a la elección de Pedro Sánchez en el PSOE, puesto que en el primer caso han votado 190.000 ciudadanos y en el segundo 129.411, confirmando el resultado de la encuesta de Telecinco que afianza a Podemos como segundo partido político.
Mirarse al ombligo, fumigar al discrepante, eludir la autocrítica, decolorar la rosa, permanecer en la foto y taponarse los tímpanos para no oír el griterío social, ha sido el camino que ha llevado al PSOE al mayor hundimiento de su historia, por inmovilidad de sus dirigentes en actitudes y sillones.
Las palabras de algunos alevines criticando a sus hermanos mayores por no ser capaces de transformar el mundo apalancándose en el poder, están siendo un ilusionante golpe de aire fresco para muchos decepcionados votantes, que ahora mantienen ciertas reservas y pocas esperanzas de que Pedro Sánchez encarne la recuperación del partido, porque rechina su silencio durante los cinco años que fue miembro de la Asamblea de Caja Madrid como representante del PSOE bajo el gobierno de Blesa.
Silencio por ignorancia de lo que allí se cocía, por miedo a no salir en futuras fotos o por mirar hacia otro lado, cobrar y callar, negándole cualquiera de estas tres opciones los avales ideológicos y morales necesarios para capitanear un barco que zozobra, aunque tiempo tendrá para demostrar lo contrario.
La acomodación al poder y las poltronas que ha experimentado el socialismo de muchos dirigentes, nos han recordado las críticas que algunos de ellos hicieron en tiempos no lejanos a los mandamases franquistas, por pasarse la vida viajando en coche oficial y perpetuándose en los sillones.
Los jefes socialistas han perdido la oportunidad de socializar la sociedad y moralizar la vida pública, sin percibir el daño que han hecho a una ideología merecedora de otros líderes más preocupados por defender los valores que sustentan su ideario que por mantenerse en poltronas o llegar a ellas, sabiendo que los votantes carecían del disolvente político capaz de despegarlos del asiento.
Lamentablemente, el socialismo se ha escorado a tímidas posiciones de centro-izquierda, con políticas económicas que nada tienen que ver con el espíritu de los socialistas que se reunieron clandestinamente con el ferrolano Pablo Iglesias al frente, el 2 de mayo de 1879 en la taberna “Casa Labra”, ni con de los cuarenta obreros que aprobaron el 20 de julio de ese año el programa político del partido, cuyos fundamentos ideológicos mantienen su vigencia.
Los dirigentes socialistas deben pensar que el partido les pertenece como dominio privado, pero en ningún caso son dueños de una ideología compartida por millones de decepcionados socialistas sin pedigrí, carnet, ni intercambiar favores o reclamar beneficios, que luchan por transformar la sociedad aplicando los principios que figuran en el ideario socialista, mancillado por quienes lo han llevado al impopular PPSOE.