RAZONES PROBATORIAS

RAZONES PROBATORIAS

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El Tribunal Superior de Justicia valenciano ha suspendido el juicio del caso Gürtel por qué sé yo qué razones incomprensibles para los ciudadanos, ni con qué argumentos al alcance de los españoles de bien, ni en base a qué justificaciones razonables, salvo la excusa que está en la mente de todas las personas con un coeficiente intelectual superior a 0,01, incluyendo a los primates que superan tal nivel.

Son muchos los que intuyen la conclusión de la presunta farsa que se avecina, sobre todo los robagallinas, trileros y estafadores de mercadillo, a quienes se suman los propios corruptores y corrompidos, conocedores de todas las rendijas legales por donde escapar, sabiendo que si un juez da un puñetazo sobre la mesa, tiene que colgar la toga por imperativo legal y órdenes superiores, ajenas al común sentir de los mortales.

Nadie duda que los delitos tienen que ir a los juzgados, y que los magistrados no pueden condenar a nadie si carecen de las pruebas que acrediten el delito. Esto es así, por mucho que nos empeñemos en defender que las infracciones evidentes no necesitan pruebas y que un juez puede obviarlas para sancionar fechorías percibidas hasta por el más tonto del vecindario.

Por eso, continúo empeñado en dar por bueno el valor del delito que niegan códigos y tribunales de justicia en contra del sentido común, pues tengo por cierto que si alguien me habla de un líquido blanco dentro de una botella, no necesito ver el recipiente y el fluido para sumarme al refrán popular, afirmando con seguridad que el liquido contenido en la vasija, es leche fija.

Parafraseando a San Marcos (2, 23) es lícito afirmar que la ley se hizo para servir al hombre no para que el hombre sea eslavo de la ley, lo que en román paladino significa que el beneficio de la comunidad y el castigo a los delincuentes debe estar por encima de leyes que permiten escapar por las rendijas a facinerosos de guante blanco, políticos astutos y cínicos sin escrúpulos.

HABLA BUDA

HABLA BUDA

Buda

Con la resaca del Lunes de Pascua a flor de piel encerada con velas, con penitentes y capirotes por los adoquines, cofradías encofradas a las imágenes que patrocinan, “bailes” del trono en el folclore procesional, liturgias tridentinas, dolorosas e incomprensibles penitencias y “oficios”, es buen momento para mirar otras creencias que consideran idolatría lo que para católicos es religiosidad popular.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan, los pollinos vuelen, la paradisíaca vida eterna celestial exista y la creencia de los fieles en lo que no han visto se haga certidumbre, como es el caso de la resurrección celebrada ayer, fundamento, justificación y sostén de la doctrina católica.

Quiero, pues, concluir mis meditaciones sobre los santos días pasados, con las siguientes palabras de Buda, por si algún lector de esta bitácora quiere hacer uso de ellas:

“No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen  de la razón y a la voz de la conciencia”.

AMÉN

AMÉN

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amen

En este Sábado Santo, preludio de resurrección, me acerco de puntillas a la semítica palabra “amén”, que cierra todas las oraciones, plegarias y devociones de los creyentes occidentales, para que las alabanzas, ruegos y peticiones de los cristianos se cumplan, rogando a Dios que “así sea”.

Pues eso, que así sea, ya que no puede ser de otra manera, por mucho que nos mordamos el alma pretendiendo que los hechos ocurran de manera diferente a como suceden, tratando de evitar la despedida final de la vida, sin que a la “enemiga fiel” le importe demasiado el eterno deseo humano de sobrevivencia, tan socorrido en las religiones.

Decir amén ratifica firmeza, confianza, creencia, lealtad y seguridad en la fe, aunque los rabinos llegaron en sus discusiones sobre leyes judías, costumbres y tradiciones, a concluir que la palabra “amén” es un acrónimo que significa “Dios es un Rey en el que se puede confiar”.

De los judíos tomaron prestada esa palabra los cristianos y musulmanes y “así fue” como se hizo cuerpo en la liturgia, las plegarias y el pentagrama, como sucede en esta versión que Andre Rieu nos ofrece para deleite de los lectores que quieran vibrar conmigo oyéndola, cantándola y bailándola con ellos ante la pantalla del ordenador:

http://www.youtube.com/watch?v=cNoKFcQZL5c&list=RDcNoKFcQZL5c

Para los más veteranos como yo, queda la versión de Gospel, con sabores juveniles, cuando la oración era costumbre, la creencia ritual, el asentimiento firme, la ingenuidad creciente y la fe ciega, antes de que la razón se abriera paso en las pilas bautismales, temblara la catequesis y fueran borradas las profecías de Balaam en los textos escolares de Doctrina Sagrada.

CALVARIO CIUDADANO

CALVARIO CIUDADANO

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La muerte de Jesús de Nazaret que hoy celebra la Iglesia, trae a mi bitácora el recuerdo de todos los hijos de Dios que mueren en la fe católica por decretos y órdenes ministeriales firmadas por sus hermanos de confesión religiosa, con la misma mano que se dan golpes de pecho en las iglesias y asisten ceremoniosos a las procesiones penitenciales.

Imaginando el recorrido del Hijo de Dios camino del Calvario, contemplo en la pantalla de televisión a los enfermos contagiados con hepatitis C, que también recorren su calvario camino de una cirrótica muerte segura, que podrían evitar los que se santiguan y otorgan méritos terrenales, cruces y honores a Vírgenes y Santos, sin percibir la condena que reciben de ellos.

Imaginando el cadáver de Jesús enterrado en el sepulcro prestado por José de Arimatea al carecer de tumba propia, contemplo las imágenes televisivas de la expulsión violenta de sus casas a hijos de Dios, ordenada por quienes comparten su fe y glorifican al Señor ante las mismas cámaras sociales, donde firman impasibles los desahucios.

Pero también, imaginando al Cirineo ayudando a Jesús a llevar la cruz, abrazo solidariamente a todos los miembros de las ONGs, comedores sociales, centros asistenciales y profesionales de la judicatura, sanidad, docencia y parroquias, que junto a bomberos, monjas y el resto de ciudadanos laicos, ayudan a los desfavorecidos a llevar la cruz del infortunio sobre los hombros.

SANTA CENA DEL JUEVES

SANTA CENA DEL JUEVES

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Vale la pena evocar la liturgia del Jueves Santo sólo por recordar el cuadro de la última cena que Leonardo nos dejó sobre la pared del  refectorio del convento dominico milanés de Santa Maria delle Grazie, donde la paz ilumina el sentimiento y la luz que se filtra por las ventanas pone notas musicales dulcificando el espíritu.

Nunca tuve sensación más placentera ante un cuadro como aquel mediodía estival en que accedí al comedor donde se encuentra la escena, quedando boquiabierto, mudo y sin respuesta, ante lo que presenciaban mis ojos, con asombro de belleza estética desconocida hasta entonces.

Dicen que la histórica cena evocada en el cuadro de Da Vinci tuvo lugar un miércoles, pero ningún cronista de la época nos ha dicho qué alimentos fueron manducados en ella ni el vino libado en la misma. Cabe suponer que seguirían la tradición judía degustando cordero puro y del año acompañado de pan y regado con vino, intercalado todo ello con amena tertulia y discurso de sobremesa.

De haber sido ese el menú, no faltamos a la verdad diciendo que fue una cena poco dietética y pesada, que exigiría después – como así fue – un paseo por el Monte de los Olivos para ayudar digerirla, donde al parecer pasó todo lo que dijeron los evangelista que pasó, confirmado por San Pablo a los corintios muchos años después.

En cambio, lo que sí se nos aclara, para sorpresa general, es que no se lavaron los comensales las manos antes de cenar, sino los pies. Fue el Mesías quien aseó las extremidades inferiores de sus seguidores para que aprendieran a hacerlo y lo repitieran entre ellos cuando Él no estuviera.

También ignoramos todo lo que hablaron durante la colación, pero las noticias que nos han llegado confirman que hubo despedidas, preaviso de traición de Judas, anticipo de negación de Pedro y encomienda del líder a sus seguidores para que repitieran el increíble milagro de transformar el pan en carne del paladín del amor, y el vino – tinto, claro – en su sangre, advirtiéndoles que no hicieran ascos a sus órdenes ni pensaran que trataba de canibalizarlos ni vampirizarlos porque era algo simbólico, ya que el pan mantendría su sabor ácimo y el vino conservaría su bouquet.

Sea como fuere, el Maestro pidió a sus seguidores sin reparos que repitieran la cena durante siglos y siglos, cuantas veces fuera posible en memoria suya, porque en el pan comerían su cuerpo y en el vino libarían su sangre. ¡….! Creando así el rito cristiano de “Acción de gracias” que los griegos llaman Eucharistia y los católicos “Sacramento del sacrificio del cuerpo y la sangre de Jesucristo”.

INFELIZ ANIVERSARIO

INFELIZ ANIVERSARIO

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Durante los años de mi infancia y juventud estuvimos obligados a recordar y celebrar el «Día de la victoria», algo que nunca debió ser recordado ni celebrado, porque el 1 de abril de 1939 concluyó una salvaje guerra civil entre vecinos, provocada desde los despachos como todas las guerras, sin contar con quienes pusieron los muertos.

Ese mismo día comenzó la más duradera dictadura militar en España, que tuvo fragmentado el país durante décadas entre vencedores y vencidos, padeciendo los segundos dolores semejantes a los primeros, porque nada hay más triste que una batalla ganada con sangre derramada de los que conviven juntos.

Recordamos el último parte de guerra de aquella barbarie, firmado por el “generalísimo” con su puño y letra en el Cuartel General, anunciando que el ejército “rojo” había sido cautivo y desarmado por las tropas “nacionales”, patrimonializando con orgullo una victoria de la que todo ser vivo con un mínimo sentimiento fraternal se avergonzaría, y cualquier católico evangélico con obligación de amar a sus semejantes, condenaría tal “cruzada”.

Obligados a recordar esa victoriosa victoria durante tantos años, es bueno recordarla hoy para que nunca más vuelva a repetirse semejante disparate ni reproducirse una matanza entre amigos de ciudad, pueblo o barrio, porque esta proximidad y conocimiento personal de los matarifes por ambos bandos, añade un detestable plus de vecindad a toda locura guerrera.

¿QUO VADIS, «SALVADORES»?

¿QUO VADIS, «SALVADORES»?

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Lo que escribo esta madrugada no lo escribiría si esperara unas horas a que mi alma se templara, el irritado ánimo que me embarga alcanzase el sosiego y el olvido enturbiara el recuerdo reciente que ahora tengo de la sacralización social que se está haciendo de la chabacanería, la incultura y la grosería, personificada en una mujer que va enseñando el pototo cerebral por las pantallas televisivas, con una audiencia que no tienen los pocos sabios que en el mundo son.

Confieso que cada día me siento más extraterrestre en la tierra que me vio nacer, como saben quienes me conocen bien, porque no es fácil identificarse con determinadas situaciones que abomina la razón cuando estas dominan entre los vecinos, según acreditan las encuestas, concursos y audiencias televisivas, anunciando patéticos liderazgos sociales y desalentadoras preferencias mayoritarias del pueblo.

Pasé primero por un estado de sorpresa, luego de confusión, siguió el desconcierto, más tarde la perplejidad y a continuación el aturdimiento, antes de perder conciencia de la realidad que me despertó el hastío, como paso previo a la indignación y la rebeldía, donde ahora me encuentro, con más fuerzas que nunca para luchar desde mi rincón contra los vendedores de mierda que a muchos ensucia el cerebro y la moral, llevándolos derechos al despeñadero.

Según veo en el link que me ha enviado un amigo, el otro día se congregaron frente al televisor ¡cinco millones! de personas para festejar y aplaudir a la proclamada “princesa del pueblo” por ganar un programa televisivo extraído del basurero social, del que prefiero no hablar porque me bastó con presenciarlo diez minutos hace años, para despreciarlo de por vida.

¿Cómo es posible que quien no sabe apenas leer y escribir, convierta en best seller un libro escrito por otro, contando sus cameos y miserias? ¿Qué personas juzgaron a esta pisapiés para hacerla ganadora de un concurso de baile? ¿Quienes pagan a tal esperpento humano cantidades de euros que ningún científico, pensador o literato, ganará en su vida?

La consecuencia desejemplarizante de esta individua causa en la sociedad más daño que la undécima plaga de Egipto, sus patadas al diccionario hacen temblar la lengua que todos hablamos y la ignorancia que atesora es digna de figurar en el libro Guinness de la incultura.

No, Dafne, perdona, pero yo no puedo poner mi firma en una petición cultural en la que figure esta señora tan pedestre, ignorante, vulgar, tosca y asilvestrada, que un pueblo de “salvadores” sin rumbo, ha encumbrado a las más altas cotas de la miseria intelectual con el aplauso de una masa social que no sabe donde va, formado por ociosas comadres que vocean su nombre en los tendederos de patios de vecinas.