PRIMERO DE MAYO

PRIMERO DE MAYO

Se celebra hoy la fiesta de los trabajadores, es decir, la fiesta de todos los ciudadanos porque cada uno a su manera realiza una tarea, aunque sea bien distinto el trabajo de unos y el de otros.

Ceremonia con tintes rutinarios protagonizada por los sindicatos de clase, que provoca sonrisas en la burguesía y grupos de poder, extendiéndose hoy la mueca a los propios trabajadores que se suponen amparados por ellos.

No corren buenos tiempos para las organizaciones obreras encargadas de promover y defender los intereses profesionales, económicos y sociales de los trabajadores. Están pasando las horas más bajas de su moderna historia, apedreadas por un amarillismo ocupado en minar su acción reivindicativa.

No cabe duda que los grupos hostiles al sindicalismo están disparando toda su artillería contra los sindicatos buscando crear un cuerpo de opinión que facilite su exterminio. Parece claro que los políticos populares, asociaciones empresariales y ciertos medios de comunicación están haciendo los máximos esfuerzos para quemarlos en la pira de la historia. Pero ese no es el problema.

La cuestión está en saber si los dirigentes sindicales nacionales y provinciales han dado razones a los inquisidores para fustigar a los sindicatos en la plaza pública, confundiendo la parte con el todo. El enigma es saber si los sindicatos han hecho examen de conciencia, autocrítica y propósito de enmienda, porque de lo contrario su fumigación es inevitable.

Mantengo mi convicción en la necesidad y eficacia de la acción sindical. Sigo creyendo en la honradez y esfuerzo de la mayoría de sus dirigentes. Conservo la fe en el futuro de las organizaciones sindicales. Pero ha llegado el momento de la catarsis y eso pide a quien corresponda un antiguo dirigente sindical hoy jubilado de casi todo.

Es urgente acabar con la “profesionalización sindical” de quienes llevan lustros viviendo a costa del sindicato. Apremia expulsar de la organización a los “sindicalistos” que tanto daño hacen al sindicato y a los sindicalistas. Es inaplazable exigir a los “liberados” testimonio de trabajo, ejemplo de solidaridad y compromiso real con la clase trabajadora. Ha llegado el momento de renovar el esfuerzo y alentar el sacrificio, porque no es lo mismo vivir de los trabajadores que dejarse la piel por ellos.

OPACIDAD VERSUS TRANSPARENCIA

OPACIDAD VERSUS TRANSPARENCIA

Esta es la cuestión: opacidad o transparencia. Es decir, democracia o autocracia, porque la claridad en cuentas y comportamientos marca la frontera que separa los países democráticos de los bananeros.

Cuando las andanzas del jefe del Estado no están a la vista de los ciudadanos que le pagan el sueldo, éstos se transforman en vasallos medievales.

Cuando se expone en la plaza pública la asignación a la Casa Real sin dar explicaciones de sus cuentas, se está insultando a los paganinis.

Cuando los partidos políticos no permiten la auditoría de sus movimientos contables, se está despreciando la inteligencia colectiva de los votantes.

Cuando la prensa oculta las noticias que corren de boca en boca por los mentideros de las ciudades, se está ofendiendo a los lectores.

Cuando el salario, dietas, complementos, otros sueldos y bienes reales de políticos, se ocultan, se está jugando al escondite con los administrados.

Cuando los dirigentes institucionales firman a la luz de un candil contratos con empresarios, se está injuriando a los ciudadanos.

Cuando la Iglesia pone celosías en cónclaves, puertas de seguridad en dormitorios y murallas en los bienes, está deshonrando el evangelio.

Cuando se aceptan como legítimas las invitaciones y regalos de empresarios, ocultando las compensaciones otorgadas, se está agraviando a los vecinos.

En definitiva, cuando reyes, políticos, banqueros, empresarios y prelados impiden al ojo del gran hermano que los sustenta, entrar en las habitaciones de instituciones y palacios, es porque tienen mucha mierda escondida bajo las alfombras de tan honorables mansiones.

AVISO A ELECTOREROS

AVISO A ELECTOREROS

El descontento de muchos ciudadanos libres e independientes que se acercaron a las urnas en las pasadas elecciones para votar cualquiera de los partidos electoreros, dirigido por electoreros, con espíritu electorero, compromiso electorero, incumplimiento electorero y engaño electorero, obliga a pensar que algo debe ir por derroteros indeseables en la vida política para que la decepción popular vaya en aumento.

Este es el riesgo de la ingenuidad electoral que hace beatos a pecadores y los sube a los altares. Una vez ocupada la peana sólo tienen cabida las reverencias de los fieles y las genuflexiones de los devotos. Los santos otorgan sus favores a quienes se les antoja, teniendo en cuenta el fervor demostrado por los suplicantes en sus oraciones, los regalos que éstos ponen sobre el altar del ofertorio y las promesas de lealtad hechas por los favores recibidos.

Pero nada de esto satisface a los arrepentidos que dieron su voto a uno de los partidos electoreros, sino todo lo contrario. La irritación va en aumento con cada sonrisa de los defraudadores, cada aplauso de los empresarios, cada respiro de banqueros y cada mirada al espejo de la oposición ensimismada en ella misma.

Tales hechos irritan sobremanera a los decepcionados como vemos cada día, donde la frustración a sobrepujado la esperanza, obligándoles a militar en el partido mayoritario de Independientes Defraudados, ganador indiscutible en las urnas si hoy tuvieran lugar unas elecciones, por voluntad propia de sus afiliados.

Los electoreros olvidan que el pensamiento libre y el sentido común de los ciudadanos no sigue el principio físico de la ley de inercia porque la lógica colectiva delata los sofismas y la ética ciudadana rechaza la mentira por muy serio, ceremonial, solemne y teatral que se ponga delante de la cámara el pinocho de turno.

No han valorado los electoreros que 10.361.756 de ciudadanos anularan su voto, votaran en blanco o, simplemente, no votaran, en las últimas elecciones. Ellos formaron un grupo que bien coordinado representaba hace unos meses la segunda “fuerza política” del país, a tan sólo 468.937 votos del ganador y con 3.387.876 de sufragios por encima del partido socialista. Pero que hoy ganaría por absoluta mayoría unas elecciones.

COMPÁS DE ESPERA

COMPÁS DE ESPERA

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Este compás no se refiere al silencio que dura el tiempo marcado por el signo que determina el ritmo en una composición musical, sino a la parada obligatoria que estamos haciendo los ciudadanos en espera de soluciones que hagan aparecer brotes verdes de esperanza en nuestro futuro.

Nos gustaría saber el tiempo que falta para que quienes aparentan representarnos en el Parlamento, los Concejos Municipales y las Diputaciones Provinciales, acaben finalmente representándonos en dichas Instituciones.

Quisiéramos saber cuánto tiempo debemos esperar aún para que los gobiernos sucesivos dejen de mentirnos y los políticos justifiquen con su trabajo los sueldazos, dietas y jubilaciones que se llevan en crudo.

Desearíamos tener una idea aproximada de las horas y días que debemos aún permanecer a la puerta de los juzgados, esperando que los magistrados nos expliquen algunas sentencias difíciles de comprender para los humildes mortales.

Sería bueno que alguien nos dijera en qué momento van a desaparecer los políticos de los procesos judiciales, y cuándo los partidos políticos abandonarán la desvergüenza de incluirlos en sus listas electorales.

Pedimos que se nos diga el tiempo aproximado que falta para que se extinga la ley de impunidad que ampara a enfermos psicopatológicos que con su megalomanía han despilfarrado nuestro dinero en estériles caprichos.

Estamos impacientes por saber si el rey va a presentar finalmente su candidatura oficial en las elecciones democráticas a la presidencia de la Tercera República Española, porque a muchos les gustaría botarle.

Aspiramos a saber qué día podremos abrir indistintamente cualquier periódico para estar objetivamente informados, sin manipulaciones tendenciosas, silencios cómplices y recortes oportunistas.

Anhelamos saber cuándo los ladrones de guante blanco, los políticos corruptos y los banqueros que han metido la mano en la caja, van a devolver lo que se han llevado, aunque haya prescrito el delito.

Finalmente, quisiéramos saber si van a ponernos sillas en la sala de espera donde nos encontramos, porque estamos cansados de estar de pie esperando unas respuestas que no llegan, y el cansancio excita los ánimos, produce malestar, genera indignación y enaltece el espíritu agresivo.

MERCADERES EN EL TEMPLO

MERCADERES EN EL TEMPLO

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Los cuatro evangelios canónicos nos cuentan la expulsión de los mercaderes del templo, aunque las versiones de Mateo, Juan, Lucas y Marcos no coincidan y existan algunos matices contradictorios que no vale la pena señalar, porque en lo fundamental coinciden. Al parecer, Jesús subió a Jerusalén a celebrar la Pascua judía y se encontró en el templo con vendedores y cambistas haciendo negocio, a los que expulsó del recinto a latigazo limpio, por convertir la Iglesia en un mercado.

La cuestión es saber si la Iglesia sigue el ejemplo del líder, expulsando de su seno a especuladores y corruptos, o los bendice. La cuestión es saber si la Iglesia es un mercader más que Dios condena o sigue el mensaje evangélico de amor y pobreza. Se trata de averiguar si la Iglesia católica ensucia sus manos en la “pasta”, bendice con agua bendita a usureros o es cómplice de mercaderes que su Dios expulsaría del templo a cinturazos.

Todo apunta a que el establishment católico, – no el Cuerpo Místico ni los creyentes comprometidos con la línea ético-profética del evangelio -, se dedica a vivir en un paraíso fiscal exento de impuestos y predica transparencia, mientras blanquea cuentas opacas con impunidad y descaro.

En tiempos de desahucios, la Iglesia católica española es la mayor empresa inmobiliaria del país con un patrimonio de 40.000 inmuebles institucionales, más de 100.000 propiedades y 120 hectáreas de tierra.

En tiempos de crisis, cuando los quirófanos se iluminan con carburo y los niños van a la escuela volteando por el camino un lata con brasas para calentarse, el patrimonio y los tesoros de la Iglesia son imposibles de calcular.

En tiempos de condenas homosexuales, execraciones al sexo libre, escándalos carnales y anatemas abortistas, la Iglesia católica mantiene sus inversiones financieras en laboratorios como Pfizer, fabricante de preservativos y Viagra.

Cuando el paro llega al paro-xismo la Iglesia se convierte en oficina de empleo dispuesta a dar trabajo estable y remunerado a los jóvenes, sin pedirles vocación ni pedigrí alguno, porque se trata de mantener el negocio.

“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” dijo Cristo a los fariseos en Galilea, pero la Iglesia ha recibido este año del “césar” 159.194.593 euros, siendo la única institución que se salva del ajuste del gobierno y de pagar el IBI en las ciudades.

TREPAS

TREPAS

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Viendo cómo van asentándose muchos incompetentes en rentables poltronas, sin más mérito acreditado que transportar la cartera del jefe y aplaudir sus disparates, caprichos y despilfarros, no queda otra opción que denunciar a los trepas que buscan acomodo en sillones oficiales haciendo voto de obediencia a sus promotores como única forma de sobrevivir a su incurable y penosa incompetencia natural.

Ineptitud que ocultan a sus subordinados estirando el cuello, sacando pecho y engolando la voz para darle más resonancia gutural, apelando al Boletín Oficial para hacerse obedecer porque su liderazgo natural no alcanza siquiera la patatera rosquilla.

Los trepas ven las Instituciones como tetas donde mamar hasta saciarse y confunden estatura con grandeza, mientras se acomodan en cargos públicos apretando entre sus dientes el carné del partido. Son ellos quienes silencian con amenazas subliminales a los disidentes, al tiempo que se autoproclaman paladines de la libertad en sus discursos y defensores del progreso de la patria, sin percibir que el nepotismo no engrandece al país ni lo libera de la mediocridad, porque esto es algo que se consigue situando en puestos de gestión a los ciudadanos más competentes para ejercerlos, aunque no lleven rosas en la mano ni gaviotas en la solapa.

Lo triste es que no hay forma de romper este vicioso círculo de ineptos que nos rodea y escapar de él. “Hunos” y “hotros” pretenden que nos interesemos más por defender su dedocracia que por hacer real la democracia. Pero los que todavía seguimos creyendo en un país gobernado por los mejores, mantenemos en el pebetero de nuestra vida la antorcha de la esperanza y lucharemos por convertir en necesario lo que hoy se nos antoja inalcanzable quimera.

LA DELGADA LÍNEA DE LA SUERTE

LA DELGADA LÍNEA DE LA SUERTE

Estrecha, muy estrecha, es la delgada línea de la suerte que separa el éxito deslumbrante del fracaso más estrepitoso. Y grandes, muy grandes pueden llegar a ser las consecuencias del mínimo infortunio.

Es tan delgada la línea de la fortuna que puede compararse su estrechez con el filo de una navaja, y tan extenso el malogrado desenlace que la desgracia acompaña fatalmente el destino de los desafortunados.

Un simple centímetro indulta la vida o condena a muerte a un torero si la cornada del morlaco se empeña en seguir la trayectoria de la femoral o el latido del corazón, como le sucedió al Yiyo.

El releje imperceptible de una diezmilésima condiciona el éxito o el fracaso de un opositor, aunque nadie crea en la existencia de un puntómetro de semejante precisión para valorar los conocimientos humanos.

La fortuna de un iniestazo o la delgadez insistente de los postes en impedir por centímetros el gol, lleva a la euforia y al éxito a jugadores y aficionados o al llanto y la decepción colectiva de protagonistas y seguidores.

El medio centímetro que separa la bola de golf del hoyo al lanzar un putt en un trofeo grande de golf, impide que el jugador pase a la historia, como le sucedió a Sergio García en el British Open.

La bola de madera de boj que gira en el bombo de lotería llevando inscrito el número del vecino afortunado, roza con la superficie de la esfera no seleccionada por el mecanismo encargado de repartir suerte.

Centésimas de segundo separan el éxito o el fracaso en una competición deportiva, sin que nadie entienda que tan sutil diferencia incorpore a la historia al primero y relegue al segundo al olvido.

La vida de mi amigo Luis estuvo pendiente de un hilo el día que rozó su nariz un grueso mazo de hierro abandonado involuntariamente por un obrero que realizaba reformas en un piso elevado del centro de la ciudad.