MI VARYKINO

MI VARYKINO

He llegado a Varykino donde permaneceré hasta finales  de septiembre si el tiempo lo permite, la salud me acompaña y el silencio se mantiene, lejos de insomnios urbanos provocados por las continuas agitaciones nocturnas de los descerebrados, a quienes se añaden los pisotones de  minotauros vecinos estudiantiles sobre mi cabeza.

Varykino es el reposo estival y la vida retirada, el régimen laminar de mi existencia que contrasta con el turbillonario movimiento de la ciudad donde habito el resto del año. Varykino es la calma reparadora de los desajustes capitalinos, el espacio de independencia  alejado del urbano “piso pasillo” que hace imposible en tránsito fluido por las dependencias domésticas.

El humilde Varykino me concede refrescante reposo nocturno, haciéndome olvidar el insomnio de las altas temperaturas del asfalto, cuando el mercurio suda por los capilares del termómetro reventando los reguladores térmicos, empapando sábanas y humedeciendo almohadas. Trae Varykino reencuentros con amigos en la bodega, amparados por las cepas y el churrasco, tras regocijante partidas de mus.

Retorna a mis manos la raqueta de tenis olvidada por imperativo del palo de golf y vuelve inclemente el temblor de la ducha fría, pero fría, con agua de sondeo, previo al baño reparador en la solitaria piscina durante la ardiente mediodía, cuando el bullicio infantil se retira a los comedores familiares, mientras degusto una Leffe en el pórtico, hojeando el periódico.

Y ocupan la mayor parte del día, horas interminables de trabajo frente al portátil, porque de los veranos en Varykino han salido mis últimos libros y espero que el nuevo alumbramiento de otoño, hoy condensado en 1.357 fichas,  se geste y cobre vida en el sosiego que este redentor espacio me concede.

INDISCIPLINA

INDISCIPLINA

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Disciplina, de discipulina, es originariamente la instrucción que recibe un discípulo para aprender un oficio o para cumplir una norma de conducta. Pero esto ha derivado con el tiempo hacia su vertiente más negativa convirtiéndose en la ejecución forzada de una orden, obligando a que ésta se cumpla por encima de todo, empleando incluso la violencia cuando lo considere necesario quien da las órdenes, y sancionando a quien no satisface la voluntad del ordenante.

Cuatro disciplinas dominan sobre las demás: la militar, exigida por el código  que lleva ese nombre; la social impuesta por las leyes ordinarias; la escolástica dictada por los reglamentos docentes; y la doméstica, que hasta mi generación estaba impuesta por los padres, siguiendo una tradición de siglos. Todas ellas colaborando al buen orden social, castrense, docente y familiar, que beneficiaba a políticos, militares, profesores y progenitores.

¿Debe seguir siendo así en tiempo de crisis, abusos, desahucios, depredación y mentiras?¿Deben seguir los articulados obligando al cumplimiento ciego de mandatos superiores, sin consultar al obediente subordinado ni darle la oportunidad legal de negarse a cumplir una orden emitida, por descabellada que ésta sea?

Obsérvese lo peligroso de esta regla de juego universalmente admitida, que da poder omnímodo a unos individuos sobre otros para decidir sobre las vidas ajenas, usurpando voluntades y mutilando la libertad de conciencia.

Un militar español golpista advirtió que la disciplina reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. ¡Toma ya! Obedecer ciegamente es la esencia de semejante disciplina.

Si a un jefe se le ocurre enviar a los vecinos al matadero de una guerra sin sentido, las esposan compran velos negros, ponen crespones en las fotografías y los huérfanos pespuntean brazaletes negros en las chaquetas.

Si a un delegado del gobierno se le ocurre dar la orden de apaleamiento contra indefensos ciudadanos, los guardias desenvainan las porras y cargan las escopetas engomadas contra quienes defienden pacíficamente su futuro.

Si un profesor dicta órdenes caprichosas a los alumnos, comete tropelías didácticas, abusa del poder, exige lo que no corresponde y hace de la clase su sayo, pues nada: a obedecer.

En todo articulado normativo no existe un solo renglón dedicado a justificar la «desobediencia debida», pero hay muchos que liberan de culpa a los infractores alegando “obediencia debida”. Se trata de obedecer por encima de todo. De someterse a las órdenes del “comandante”, sin que ningún legislador haya reparado en el riesgo que corre la sociedad si el mandamás carece de seso para dar órdenes por mucho sexo que le sobre.

Tal vez ha llegado el momento de liberar las conciencias personales y apostar por la indisciplina y la solidaridad, si queremos sobrevivir.

EL ÓRGANO Y LA FUNCIÓN

EL ÓRGANO Y LA FUNCIÓN

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Anticipándose a Darwin, el evolucionista Lamarck atribuyó los cambios en las especies a su adaptación al ambiente. Es decir, que el entorno propicia la evolución, algo que en palabras de mi pescadera significa que la función crea el órgano, no que el órgano aparece espontáneamente sin función que realizar.

¿A qué viene esto, me diréis? Pues a que el sentido común desaconseja construir jaulas si se carece de pájaros; comprar anaqueles si no se tienen libros; adquirir álbumes de numismática careciendo de sellos; o gastarse dos millones de eurazos en un museo textil, sin tener elementos que exhibir el él.

Esto ha hecho el alcalde popular de Béjar en la villa que regenta, sin cortarse un pelo al afirmar que ya se han dado los primeros pasos para conseguir contenidos; que buscarán dotar al centro de la maquinaria idónea; y que en caso de que en Béjar no se encuentre, se buscará en otras ciudades con pasado textil. ¡Bien por el chico!

¿Os sorprendéis? No me extraña la cara que estáis poniendo ni los recuerdos que este despilfarro os trae a la memoria sobre hechos semejantes. Pero si conocierais a este iluminado empleado de telefónica, comprenderíais que se le haya ocurrido construir un museo sin tener piezas que exhibir en él.

Eso sí,  el señor alcalde no anticipa la inversión que dichos contenidos representarán para la villa, ni cuándo podrán deleitarse los visitantes con la muestra, pero ha dado su palabra de que en julio los vecinos podrán visitar el museo vacío.

REUNIÓN DE PASTORES…

REUNIÓN DE PASTORES…

La sabiduría profética del refranero español alcanza su más alta cota de certidumbre cuando predice que una reunión de pastores acaba siempre  con la muerte de una oveja.

Eso ocurre cada vez que se reúne el G-7, G-8, G-9, y todos los “ges” del mundo, hasta el 20. Pero también sucede los viernes de dolores cuando el gallego cita a sus ministros en la Moncloa; cuando la hamburguesa levanta la mano en Bruselas; cuando los de Standar & Poor’s se reúnen con su prima; o cuando los banqueros del FMI (Fondo Mundial de Incautadores) se juntan a la llamada de Christine.

Lo penoso es que las ovejas sacrificadas en esas reuniones de pastores universales no dan balidos pidiendo redención, ni topan la cabeza contra la injusticia de los machos cabríos, sino que guardan el silencio de los corderos cuando los impuestos y recortes los llevan del ronzal al matadero.

Ya esquilmados y con la mansedumbre de los bueyes que repudió el poeta de Orihuela, las ovejas humanas se mantienen cabizbajas en el redil normativo establecido por los recortadores que las dejan sin lana y a la intemperie, mientras los esquiladores abrigan con esa lana sus cebadas cuentas corrientes.

ESTAMOS SIN MINISTROS

ESTAMOS SIN MINISTROS

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Las personas que tengo cerca de mi vida me han reprochado muchas veces la excesiva ingenuidad que tengo en el trato con las personas, por pensar que “to er mundo e güeno”, mientras no se demuestre lo contrario.

Por eso, acostumbro a llevar el retraso mental inevitable de quien vive en un país multicolor, ajeno a la realidad por tozuda que ésta sea, estando obligado a sobrellevar crisis anímicas como la que ahora me invade, al enterarme que no sirvo para ministro, ni siquiera en su acepción más simple, porque estoy jubilado.

Con la decepción a la espalda y el alma envuelta en inconsolable frustración, he sabido que la palabra ministro procede del latín minister, que significa “sirviente”, persona que sirve a alguien. O sea, que ministros serían aquellos ciudadanos que generosamente se entregan al servicio a los demás. Vamos, que no trabajan para ellos mismos, sino para los vecinos. Qué bonito. Es tan hermosa la tarea, que tendrían ganado el cielo, aunque las dudas de que así sea les anime a disfrutar de abundantes bienes terrenales, exclusivos favores, sobrados sueldos, eternas jubilaciones y desmedidos privilegios, por si fallan las promesas celestiales, que nunca se sabe.

Esto me ha llevado a la tontuna en que habito, consolándome al comprobar que mi incompetencia para ese cargo la han padecido todos los ministros, sin que nadie se aflija al saber que seguimos sin ellos, porque a todos les ha faltado el desprendimiento, sacrificio, generosidad y entrega que exige el servicio a los vecinos, más allá de los brindis en el espejo.

RECUERDO DE UN ENCUENTRO

RECUERDO DE UN ENCUENTRO

He traído de Galicia recuerdos imborrables que guardo en la mochila de la memoria, junto a entrañables abrazos, compañías inolvidables y eternos amigos. Pero también he traído tristes sonrisas que quiero compartir con vosotros, porque las vivencias de los tiempos del cólera son eso, recuerdos de dolor que se ha llevado el olvido, dejándonos sólo el humor que provocaron.

Eran tiempos de hambruna y estraperlo. Tiempos de orfandad y soledad compartida en hermandad solidaria. Tiempos de mutilaciones familiares y roturas del almas infantiles, apenas reparadas en colpicios de miseria y disciplinas zafreñas por tierras extremeñas.

Misa diaria y rosario. Misa diaria en ayunas. Misa diaria tras una cena frugal y ligero sueño compartido. Misa  iluminativa en la que mi querido Domingo veía luces y oía campanas durante la ceremonia religiosa, premonitorias del inevitable desmayo, sin que la ciencia explicara tales desvanecimientos, ni la fe justificara sus beatíficas visiones oníricas.

En parihuela era llevado a una sala fría y distante, casi abandonada, donde con desgana era envuelto en mantas pardas hasta que la vida retornaba a los ojos y un caldo hacía el milagro de la resurrección.

No había diagnóstico clínico para tal desmayo, ni tratamiento médico, ni justificación religiosa al prodigioso brebaje, ni explicación pública del vahído. El problema estaba en el escaso plato que llegaba a la mesa desde un menguado puchero, porque la enfermedad de Domingo era, simplemente, hambre.

1697 VOCES NUEVAS

1697 VOCES NUEVAS

Con bastante acojonamiento han recibido los vaticanistas las 1697 actualizaciones incluidas en el DRAE por los académicos de las 22 Casas de la Lengua, mientras los peperos disfrutaban un orgásmico placer viendo el papamóvil haciendo de coche escoba en una carrera de frikis en gayumbos.

Okupas con gafas antisolares pasaan hablando espanglish, un tanto alterados por los canalillos de las colegas, argumentario bidireccional cienciológico, debido a su capacidad dotacional energizante.

El bloguero que vive en este blog ha chateado gracietas con sociatas sobre el paradón de Casillas en el peñazo de partido que vieron en las tabletas, mientras el gruista hacía sudokus posando el culamen sin autoprotección en el asiento de su bimillonaria jefa clitoriana.

Demonizada la crisis por el dontancredismo reinante, empatizan los euroescépticos con los europeizantes sin esperar extrasalarios que amorticen efectos gasísticos incluyentes, debido a la masculinizante inculturación reinante.

Finalmente, la cartelería anuncia el matrimonio aceptado en determinadas legislaciones, como unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.