TRASPASO DE NEGOCIO

TRASPASO DE NEGOCIO

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Siempre había creído que la monarquía se heredaba de generación en generación y de hombre a hombre, pero nunca sospeché que se traspasará como un negocio, cediendo a favor de otra persona el dominio de la Jefatura del Estado, como lo entiende el rey que cederá hoy su corona al hijo varón, maridado con Leticia, perdón, Letizia, que no es bueno confundirla con mi hija.

Cuando Calvo Sotelo dio los trastes de gobernar a Felipe González en presencia de Juan Carlos I de España, nuestro campechano rey quiso aliviar la tensión del momento comentando jocosamente algo que ha repetido varias veces en su reinado: “¡Qué suerte tenéis los políticos que a veces los electores os echan!”, lo que obliga a pensar en la mala suerte del monarca, que voluntariamente siguió treinta y dos años más en el trono, empobreciéndose cada vez más, fiel a su esposa, con amigos de comportamiento intachable y dirigiendo una familia ejemplo de honradez, sacrificio y renuncia por la patria.

Poco después de esta real anécdota real, en una reunión de cortesanos donde se hablaba de la boda del hoy rey de España, uno de los contertulios propuso: “Dejemos en paz al príncipe y que no se case hasta los treinta y ocho años”, corrigiéndole el rey: “¡No fastidies! ¡Que algún día habrá que traspasar el negocio!”

Bueno, pues ese día ha llegado y el rey-padre considerándose a sí mismo dueño del negocio ha traspasado a su hijo-rey la mayor empresa pública del país, poniendo en sus manos un Estado-negocio, según palabras de su propietario hasta hoy.

Como ciudadano que vive en perpetua ingenuidad política, yo pensaba que el Estado era todo menos un negocio que pudiera traspasarse al antojo de su hipotético propietario, con la misma indiferencia que se traspasa un comercio de lencería íntima femenina, una agencia de safaris, un gabinete de comisiones petroleras, unas cuentas bancarias ocultas o unos amigos excarcelados.

NO LLEGAN CARTAS

NO LLEGAN CARTAS

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Entre los placeres que he ido abandonando en el camino a lo largo de la vida hay uno que estoy dispuesto a recobrar, aunque sé que mi deseo jamás se verá convertido en realidad debido a cosas de aquí y de allá, empujadas a la inmediatez exigida en este tiempo que ha transformado la diligencia en celeridad.

Entre e-mails, mensajes y watsappes, he perdido el sosiego, el tiempo y la palabra, quedándome apenas el recuerdo de lo que durante varias décadas ocupó un espacio privilegiado en mi vida, al cual estuvieron sometidos otros quehaceres y placeres menos importantes que verter sentimientos sobre el papel, comentar mis avatares y preguntar por la vida de las personas queridas.

Me refiero a tomar un folio en blanco, encender una vela, poner música de preferencia y comenzar a escribir a mano una carta de amor, de dolor, de alegría, de apoyo o de solidaridad, a quien con anhelo espera nuestras noticias.

Junto al lago de Zurich dejé abandonado mi epistolario y no he vuelto a recuperarlo, a pesar de los esfuerzos realizados para ello, pero conservo como un tesoro las últimas cartas recibidas, lamentando no guardar copia de las enviadas por mí.

Cartas espontáneas, brotadas del corazón con toda la fuerza de verdad que tienen los sentimientos. Desaliños de amor, frescura de sonrisa y confidencias a corazón abierto. Documentos privados de entrañable valor, epístolas comprometidas con lo dicho en ellas porque eran manuscritos avalados por la verdad.

En las cartas llegaban las noticias con olores del remitente y sabores de nostalgia a cuanto se deseaba tener y nunca llegaría a poseerse, ni recrearse de nuevo. Duende había en la doblez de la hoja que hacía presentir la mejor fortuna, sin que la desventura del olvido pudiera hacer algo para borrar de la memoria los recuerdos que reportaba al remitente.

Esto se me ocurre contar a los amigos de este blog desde mi Varykino, después de leer algunas de las cartas que conservo, remitidas por familiares, amigos, alumnos y dos compañeros de viaje que ya nos han abandonado, resucitando a la vida en mi recuerdo al ver su letra en el papel cuadriculado.

ANIVERSARIO DEL PRIMER VATICACEÑO

ANIVERSARIO DEL PRIMER VATICACEÑO

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Son vaticanos y vaticanas las personas que reciben esa nacionalidad por concesión gratuita y no por nacimiento, aunque nazcan infantes en el Estado Ciudad del Vaticano sin que nadie se sorprenda de ello, porque ese pequeño territorio de 44 hectáreas está habitado por novecientos hombres y mujeres con capacidad procreadora, aunque la mayoría que en ese Estado viven hayan renunciado oficialmente al sexo.

Además de ser la única teocracia europea, regida por un Jefe de Estado que es también Sumo Pontífice con los tres poderes en su poder, el Vaticano goza de un patrimonio artístico y un legado histórico únicos en el mundo, protegidos por la soltería de los mismos guardias suizos que velan por la seguridad del Vicario de Cristo en la Tierra y sus tesoros, por si el Ángel de la Guardia se despista en algún momento.

Hace hoy ochenta y cinco años que nació oficialmente en el Vaticano el primer hijo de aquella tierra, engendrado extramuros de la fortaleza doctrinal católica cuatro meses antes, porque el Vaticano se independizó de Italia con el Pacto de Letrán, firmado el 11 de febrero de 1929, siendo romanos todos los vaticaceños nacidos hasta esa fecha.

La preocupación por la pequeña tasa de nacimientos en el mundo que tanto preocupa a la Curia, contrasta con ser el Estado que presenta el menor porcentaje de natalicios, algo que contradice su predicación.

Celibatados los cardenales, obispos, clérigos y monjas; solteros los guardias suizos por exigencia reglamentaria; y desnacionalizada la mitad de la población, solo dan trabajo a las cigüeñas parisinas los cuarenta y tres funcionarios laicos autorizados a reproducir la especie humana, que trajeron hace un año veinte vástagos vaticacenses, bautizados por el Papa en la Capilla Sixtina.

DERECHO A PROTESTAR

DERECHO A PROTESTAR

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Los intentos del Gobierno por impedir manifestaciones ciudadanas, silenciar protestas públicas y censurar ciertas opiniones vertidas en redes sociales, van por el camino de la represión pura y dura, que tan nefastas consecuencias tiene para represores y reprimidos, como ha demostrado tantas veces la historia a lo largo de los siglos.

Pretender superar un conflicto con leyes opresivas que autoricen detenciones arbitrarias, pelotazos mutilantes y porrazos magullantes, es algo tan inútil como intentar navegar bajo el mar en un submarino descapotable, porque la solución a los problemas no está en el palo limpio, sino en la intervención directa sobre el origen del conflicto, erradicando su causa.

Dado que la disgregación de los trabajadores y la falta de unión ciudadana provoca una sensible desigualdad de fuerzas entre opresores y oprimidos, a los rebeldes no les queda otro recurso que la protesta en forma de pataleo, vociferio, insulto, blasfemia social y palabra injuriosa contra los causantes de la desgracia y el pequeño grupo de estafadores y corruptos beneficiarios de su infortunio.

Cuando se ha perdido el trabajo y el sueldo en la maleza de recortes y guadañazos legalmente limpios y humanamente insolidarios, al mutilado apenas le queda su voz para gritar, y nadie puede quitarle el derecho a desgañitarse clamando justicia social en las pancartas y redes sociales.

Quien carece de mendrugos para llevarse a la boca reseca, está indultado por el séptimo mandamiento. Para quien pierde injustamente lo que es suyo, la lucha es inevitable. Cuando se desgarran los ojos de dolor y el llanto se hace sangre, la violencia sustituye a las palabras, por mucho que los privilegiados se rasguen las vestiduras y proclamen el Estado de Derecho que solo les protege a ellos.

REBELDÍA EN EL POTEMKIN

REBELDÍA EN EL POTEMKIN

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En estos momentos, cuando muchos ciudadanos buscan comida en los contenedores, otros hacen colas interminables en los comedores sociales y cada día se incorporan más niños a las macabras estadísticas de Cáritas y Save the Children relativas a la hambruna infantil, es bueno recordar que un día como hoy de 1905 se dio el pistoletazo de salida a la revolución bolchevique en el acorazado Potemkin, cuando se amotinó la tripulación negándose a comer un guiso de carne con gusanos, a pesar de las proteínas que estos contienen.

El hambre dio paso al descontento ciudadano que terminó en sublevación popular años después, cuando el pueblo se levantó en 1917 contra el sistema zarista, acabando con él tras soportarlo resignadamente durante los cuatrocientos años que los zares gobernaron en Rusia, desde que en 1547 Iván IV adquirió el título de Zar como símbolo de absolutista monarquía.

Lo sucedido en el acorazado fue llevado magistralmente al cine en 1925 por encargo de las autoridades revolucionarias bolcheviques para conmemorar el vigésimo aniversario de la revuelta social marinera de 1905, haciéndola coincidir el cineasta Eisenstein con la masacre de huelguistas en la ciudad de Odesa, donde murieron mil personas inocentes y cuatro mil quedaron heridas por el suelo, debido a los disparos de las fuerzas represoras del zar, consiguiendo que sus escenas en la escalinata hayan pasado a la historia del cine, especialmente la madre alcanzada por una bala mientras corre con un coche de niño que rueda escaleras abajo hasta que otra mujer coge al bebé muerto y se enfrenta a los matarifes.

DEL JULIANO AL GREGORIANO

DEL JULIANO AL GREGORIANO

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El astrónomo Sosígenes convenció en el año 46 a.C. a Julio César para que este reformara el calendario egipcio porque sus cálculos fijaban la vuelta solar en 365 días y seis horas, intercalando cada cuatro años un día extra para ajustar la medida el 24 de febrero, por ser este número el día sexto antes de las kalendas de marzo, ante diem sextum kalendas martias», llamándolo «bis sextus», que derivó en año bisiesto.

Así estuvo la humanidad contando los días, semanas, meses y años, marcados por este Calendario Juliano, hasta que el jurista eclesiástico Ugo Buocompagni fue elegido papa con el nombre de Gregorio XIII, y puso a trabajar en el actual calendario a Cristóbal Clavio, Luis Lilio y Alfonso X el Sabio, siendo promulgado su uso con el nombre de “gregoriano” en 1582, mediante bula papal Inter Gravissimas fechada el 24 de febrero de ese año, estableciendo que al jueves 4 de octubre siguiera el viernes 15 de octubre, eliminándose diez días para anular el desfase con el año solar y los tres años bisiestos cada cuatro siglos.

Es decir, que hoy día 13 de junio en el calendario gregoriano sería día 2 en el juliano, si Gregorio XIII no hubiera tachado diez días del calendario, complicando el fallecimiento de Santa Teresa que murió el 4 de octubre de 1582 del calendario juliano, convertido en 15 de octubre del gregoriano, es decir, que sus seguidores de la época no tuvieron claro si fue enterrada al día siguiente o diez días más tarde, porque los ciudadanos se acostaron el 5 de octubre y amanecieron el 15.

SAN JUAN GONZÁLEZ

SAN JUAN GONZÁLEZ

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Atendiendo la petición de amigos regidores municipales he aceptado una invitación de la televisión autonómica para hablar de San Juan de Sahagún, porque hoy celebramos en Salamanca la fiesta del santo patrón de la ciudad, desde que en 1868 el papa Pío IX decidiera otorgarle el padrinazgo, en reconocimiento a los milagros y hazañas religiosas del fraile agustino Juan González, nacido en la villa leonesa de Sahagún que se afincó en Salamanca cuando llegó a la ciudad en 1449 para estudiar Teología, con 19 años de edad.

Santo milagrero donde los haya según cuenta la tradición, pues salvó a un niño de ahogarse en un pozo haciendo subir las aguas de este, para dar nombre a la calle Pozo Amarillo. Detuvo a un toro bravo bastante necio que subía cansado desde el río hasta la catedral, bautizando así la calle de Tentenecio. Y pacificó las luchas de los bandos salmantinos de Santo Tomé y San Benito, recordados en la Plaza de los Bandos.

El Ayuntamiento reconoció sus dotes oratorias nombrándole Predicador Local y pagándole anualmente tres mil maravedíes por ir de púlpito en púlpito predicando el evangelio, denunciando la falta de caridad de los ricos, criticando la vida frívola de los libertinos, elogiando las virtudes de los beatos y anunciando la condenación eterna de los pecadores.

Recordemos también, que reprodujo el milagro de las bodas de Caná. Liberó de la pobreza a muchos menesterosos. Salvó de la condenación a meretrices. Curó enfermos. Rejuveneció ancianos. Pero fueron otros quienes le protegieron de la ira, apaleamiento y pedradas de algunas vecinas por censurar sus escotes y ser la perdición de los hombres con sus demoníacas artes seductoras.

Una de las más vengativas fue una marquesa que perdió su joven garañón por intervención del santo en la conciencia del muchacho, apagando su ardentía con amenazas de fuego infierno si continuaba sus ilícitas relaciones, provocando que la despechada utilizara la brujería, extorsionara a un médico y contratara un sicario para que envenenara a Juan González, como así debió suceder, porque murió en su celda del convento de San Agustín el 11 de junio de 1479 de una extraña dolencia que los médicos no supieron diagnosticar ni curar.