LA MANO DE RIPOFABRA
Con objeto de evitar sobresaltos que puedan dañar corazones alterados por la suerte que durante tantos años viene acompañando a Carlos Fabra con la lotería, advierto de una mastodóntica escultura de 24 metros de altura que se ha levantado en la rotonda de acceso al inoperante aeropuerto de Castellón, que en nada se parece a Fabra como dice su creador Juan Ripollés, aunque todos los mortales vean en ella la enorme cabeza del personaje y su aguileña nariz.
Aunque perdiera un ojo accidentalmente jugando de pequeño con unas tijeras, el señor Fabra nunca perdió el buen ojo para elegir bien los billetes de lotería, recortando con las malditas tijeras muchas serviles voluntades.
Este personaje, calificado por Rajoy como “ciudadano ejemplar”, se encuentra imputado por delitos de tráfico de influencias, cohecho y delito fiscal, lo cual no contradice la calificación del actual presidente del Gobierno, porque también entre los ciudadanos delincuentes existe ejemplaridad que otros imitan para realizar sus fechorías, pues no es lo mismo ser ciudadano ejemplar como especie animal, que ejemplo de ciudadano como paradigma de buen comportamiento social.
Pero lo inquietante del esperpento no es que se hayan pagado por la escultura más de 300.000 euros con la que nos está cayendo encima, ni que con ella se pretenda rendir tributo a un personaje encausado por la justicia. Lo verdaderamente turbador es que la obra tenga una mano abierta con la palma hacia arriba solicitando una ayuda como hacen los menesterosos cuando piden limosna.