FELIZ CUMPLEAÑOS, MONSEÑOR

FELIZ CUMPLEAÑOS, MONSEÑOR

Setenta y cinco años cumple hoy Antonio María Rouco Varela, el clérigo que ha hecho más “cardenales” de todos los cardenales españoles. Arzobispo de Madrid y cuartelero de los obispos que pastan su grey en la piel de toro. Setenta y seis años de santidad, porque a este pastor ya le fue encomendada la redención de los pobres en el vientre de la madre antes de su nacimiento, según ha comentado alguien cercano a él.

Era intención de tan humilde siervo de Dios, celebrar su aniversario compartiendo raciones de ácidos mendrugos con desheredados, tras lavarles los pies como hizo su Señor, pero las circunstancias le han obligado a sacrificarse – también por los pobres bienaventurados, claro -, cambiando dolientes fieles famélicos por 60 purpurados de seda en torno a un mantel, dejando a la intemperie los millones de hambrientos que a su puerta llegan.

Frugal comida refrescante a base de platos tradicionales de la gastronomía española, – sin huesos ni espinas -, que compartirán en el Palacio Arzobispal, tras rezar a Dios dándole las gracias por los alimentos que reciban. Delicias servidas por veinte fieles profesores y estudiantes de la Escuela de Hostelería del Centro Educativo Fuenllana, sin que hasta ahora se sepa quién abonará los casi seis mil euros del convite o si pagarán a escote los jerarcas, aportando cada uno los 89 euros que previsiblemente importe el festín.

Comenzarán degustando aceitunas españolas, tostas de foie aromatizadas con brandi, jamón ibérico, una rica selección de quesos con diversos panes y un corazón de alcachofa gratinado con salsa holandesa. Luego acometerán el salmorejo sin ajo, pero con huevo de codorniz, jamón ibérico y una crema de calabaza y remolacha con espuma de queso suave. Interrumpirán el convite tomando un refrescante sorbete de limón con gelatina de ginebra y salsa de bayas de enebro, libando entre medias una gran variedad de vinos. Los ancianos pastores abordarán luego un solomillo al vino tinto con puré de patata y verduras salteadas. Y, finalmente, se recrearán con un helado de limón, gelatina de gintónic y salsa de bayas de enebro, acompañado de productos típicos españoles, como rosquillas madrileñas, pestiños o tejas, así como chocolatinas con el logotipo de la JMJ y  cerezas bañadas en chocolate, preparados por las monjas de clausura de Ávila. Como sorpresa para el Santísimo Padre, los cocineros han inventado unas ricas gominolas de cerveza, para darle un toque alemán al menú.

No está mal, verdad.

Para tranquilizar a los lectores, advierto que están prevenidos los servicios de urgencias de los hospitales madrileños para tratar las inevitables indigestiones que sucederán a semejante exceso gastronómico. También se han habilitado inútilmente confesonarios en las chabolas y en los campos de refugiados, para absolver tanta humillación a la hambruna con este degradante testimonio, insulto doctrinal patrocinado por el máximo defensor de la ortodoxia católica.

Igualmente se han dispuesto miles de reclinatorios en torno a los centros hospitalarios para que vayan a rezar por la supervivencia de los indigestados, todos los que se hayan comido los codos de hambre mientras los dominadores de sus conciencias llenaban la andorga con manjares.


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