EXPULSIÓN JUDÍA
La festividad católica móvil que hoy conmemora la resurrección de Cristo, – desde que así se decidiera en el año 325 cuando se reunieron en Nicea los padres de la Iglesia -, coincide este año con el fatídico recuerdo de la expulsión de los judíos de España, decidida por los catoliquísimos Fernando e Isabel el 31 de marzo de 1492 en Granada.
Con pulso firme, mano dura y abusivo poder, estos monarcas firmaron el Edicto de expulsión de muchos españoles, por cometer el gravísimo delito de tener pensamiento divergente al marcado oficialmente por la ideología religiosa dominante en España durante siglos.
El borrador del Decreto de la Alhambra fue elaborado por el inquisidor general de España, hombre de probada tolerancia y ejercicio de amor al prójimo, como demostraron todas sus macabras actuaciones de Torquemada y el propio texto del mandato, rubricado por sus patrones reales:
«Hemos decidido ordenar a todos los judíos, hombres y mujeres, de abandonar nuestro reino, y de nunca más volver. Con la excepción de aquellos que acepten ser bautizados, todos los demás deberán salir de nuestros territorios el 10 de julio de 1492 para no ya retornar bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes (…)»
La inquisición, el temor de la nobleza y clero a perder sus privilegios ante la creciente burguesía judía y el imperativo deseo de imponer el pensamiento único por parte de los monarcas, uniendo a todos los españoles en la fe católica, fueron la causa de esa injusta barbaridad histórica.