EL CONDE SALVADOR

EL CONDE SALVADOR

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El conde a quien me refiero, ni es conde ni es salvador, pero sí esconde todo lo que encuentra en las huchas de los demás. Este gallego de Tuy no es conocido popularmente por su nombre de pila bautismal desde que el Tribunal Supremo lo encerró en la cárcel por apropiación indebida y falsedad en documento mercantil, es decir por robar y engañar; trincar lo ajeno y salir corriendo por la puerta falsa, para entendernos.

Pues bien, este chorissso con pedigrí, mangante de guante negro y cínico profesional, se nos propone como salvador del país en la portada de La Gaceta de anteayer, por si a los ciudadanos nos quedara todavía alguna duda de que sobrevivimos en una democracia estercolera, que avergüenza a las dictaduras bananeras octavomundistas.

Amenaza este trilero con desembarcar en la vida política exhibiendo como mayor activo personal su pasado, y tiene razón. En un país donde los corruptos insensibles campan por sus respetos, los ignorantes politiqueros desconocen la ejemplaridad y los incompetentes esféricos se lo llevan en crudo, parece lógico que acuda a salvarnos un profesional del fraude y el engaño, porque nos estafará mejor que nadie y con una elegancia desconocida para los vulgares depredadores que están desvalijándonos los bolsillos a tironazo limpio.

Bienvenido sea, pues, el conde salvador, y démosle las gracias por su generosidad y capacidad de sacrificio para librarnos de la carga que supone soportar los insultos al sentido común y a la dignidad que nos llegan a diario de los aficionadillos de la mangancia que nos están llevando al matadero.

Un comentario en «EL CONDE SALVADOR»

  1. Es verdad que le cuadra bien eso de trilero, para mi que es un prototipo de esta suerte del burle. Estos artistas se exponen y dan la cara, los peligrosos son siempre los acompañantes, los «ganchos» que nunca faltan a la partida y desde la retaguardia actúan en todas y cada una de las suertes.
    Hace años, tal vez demasiados años, un muy conocido «trilero», cada quince días cuando me dirigía a ver el correspondiente partido de liga del Sporting de Gijón me «saludaba» con gran solemnidad y buen tono de voz: «¡buenas tardes Don Santiago!, ¡hoy seguro que ganamos!», y el corro de parroquianos y «primos» se deshacía en mil direcciones. No precisamos llegar al TS para acallar los saludos, la seña de la «treinta y una» sustituyó el intercambio de saludos y novedades.
    Me caen bien los profesionales y por ello no preocupo, pero encontraremos alguien que nos de «el agua», como hacía «el Jaja».

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