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Autor: Francisco Blanco Prieto

DEVANEOS DE MADRUGADA

DEVANEOS DE MADRUGADA

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Utilizar una lápida de cementerio como mesa de trabajo, es el camino más directo para el suicidio moral y la pudrición de las manos que sobre la losa intentan ocultar la identidad de la persona que descansa bajo ella, tras llegar al desempleo, la inanición y el desahucio, empujado por una sociedad sustentada en la especulación, la indiferencia y el desprecio.

Intento baldío es pretender recuperar los besos de labios enamorados de otros labios que olvidaron el pasado haciendo imposible el camino de regreso, porque las agujas no retrasan el tiempo en los relojes, cuando la esperanza se encapsula en otra alcoba y las antiguas promesas de permanencia se pierden en las alcantarillas del olvido sin posible redención.

Estéril es todo esfuerzo por devolver la lozanía a la piel cuando el tiempo traza surcos sobre ella, las grietas se reflejan en el espejo y las fotografías en sepia refuerzan la huida del satén, sin que el deseo de permanencia pueda ser cumplido por la frustración de los pliegues.

Inútil hace la parca el deseo expresado en los epitafios, porque el Viento borra las inscripciones con soplos desmemoriados, cambiando las letras esculpidas sobre el mármol haciendo imposible la petición de quienes compartieron la existencia y juraron recuerdo eterno, hasta que la muerte dio con su paradero.

Los ojos son inalterables pero las miradas cambian y se distinguen las lágrimas por el brillo que dejan en las pupilas, siendo incompatible la mirada luminosa del feliz encuentro amoroso con la opacidad luctuosa de la muerte, aunque las profecías anuncien escaramuzas con vocación de eternidad, ignorando que los párpados se cierran sin descifrar el misterio.

NO HABRÉ VISTO BIEN

NO HABRÉ VISTO BIEN

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Acabo de ver la imagen de un buitre a la espera de alimento para la subsistencia, apostado a pocos metros de un niño famélico agachado que come alimento de la basura en un desesperado intento por sobrevivir en un mundo que camina con rumbo fijo a su propio exterminio, sin darse cuenta de ello ni reparar en la indiferencia y ambición que nutre su locura.

Puede ser que no haya visto bien el retrato o que la fotografía esté trucada, porque de ser cierta la imagen que en ella se recoge no me queda otra opción que vaciar la memoria para olvidarla, coserme los ojos con hilo de rebeldía, gritar hasta desgañitarme, tomar la pluma para denunciar la ceguera de quienes miran para otro lado y encausar a los promotores del exterminio.

Algo pérfido y maligno anida en el pecho descorazonado de quienes hacen de las personas carroña humana para alimentar buitres hermanados con ellos, dando un paso más en la perversa miseria y satánico exterminio que se lleva por delante la vida de un niño cada tres segundos, con el mismo desprecio que se tira un desperdicio inservible a la basura.

Los muertos son la enseñanza aprendida lejos de los pupitres y todos ellos son iguales, distinguiéndose solamente en la forma de morir, siendo la peor muerte dejar que la hambruna infantil sea pasto de las aves carroñeras, sin que el instinto de los buitres desvíe su atención hacia quienes ponen entre sus garras carne inocente, cuyo delito es haber nacido al sur de la miseria.

AQUÍ, UN AMIGO

AQUÍ, UN AMIGO

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Creo llegado el momento de presentaros a un buen amigo, que se ha pasado la vida buscando en ella cuanto se le ha negado en espacios donde la mentira hace trinchera, el egoísmo domina, la indiferencia clava su estaca, se promueve la ignorancia, triunfa la vanidad y las personas son números sin alma.

Os ofrezco este amigo con honores de hermandad para que tenga en vuestra vida el mismo espacio que conserva en la mía, esperando que vosotros me presentéis también al amigo que siempre os acompaña sin reclamar nada a cambio, porque cada uno tenéis similar amigo al mío, a quien gusto en conocer.

Pero desconfío de la tradición oral recogida en el Talmud, porque yo no me encontré conmigo mismo buscando a Dios, sino de forma espontánea y sin pretenderlo el día ya lejano en que acepté sin remedio la compañía de mi otro yo hasta que la muerte nos separe a los dos, quedando él entre quienes me recuerden y yo flotando en cenizas por el aire.

Os diré que me sorprendo algunas veces hablando con este amigo, sin menguar la entrega y sinceridad que don Antonio guardaba al conversar con el hombre que siempre iba con él, ni demorar el tiempo que Borges pasaba desahogándose consigo mismo en el banco municipal ginebrino.

Diálogos que mantengo con este amigo, en los que me cuento aquello que nadie más que nosotros podemos oír, recreándome en explicaciones innecesarias, porque conozco el relato de su vida y su pensamiento, tan bien como el cronista de los hechos referidos a mí mismo.

EL SILENCIO DE LOS PASOS PERDIDOS

EL SILENCIO DE LOS PASOS PERDIDOS

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Deambular sin prisa, ni rumbo fijo, ni argumento previo, por senderos salmantinos cultos y escondidos, es preludio de insospechado encuentro con el eco silencioso de los pasos perdidos, almohadillando pensamientos indiferentes al azogue diario de la impaciente celeridad laboral, donde el vértigo cierra las compuertas a la reflexión que fluye laminarmente en la penumbra de las callejuelas empedradas.

Es el afán de divagación quien disloca la lógica y aletarga toda previsión continuista, acostumbrando al espíritu redentor a olvidar la ruta mortecina de la realidad que espera extramuros del antiguo recinto, donde las pisadas dejan huella en el granito y el eco de los pasos cincela imágenes inolvidable en la memoria de la piedra espiritual.

Vagabundear con el alma en bandolera sin miedo a convertirnos en estatuas de sal por volver la vista hacia lo irredimible, es camino de salvación, porque la esperanza sabe que todo es posible en el espacio redentor de sueños y quimeras, donde la paz se hace costumbre, la soledad compañera y el silencio grito anímico llamando a la concordia íntima de cada cual con la sombra que le acompaña en la vida retirada donde sobreviven un sabio fraile agustino, un vasco ilustrado, un gramático andaluz y un dominico jurista, junto a la santa.

TÚ SÍ QUE ERES MANDANGAS

TÚ SÍ QUE ERES MANDANGAS

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Mandangas y mangante es el majara Marjariza, y no la Asociación Pro-Huérfanos de la Guardia Civil ni su presidente, a quien el concejal de Hacienda de Valdemoro, José Javier Hernández, calificó de “mandangas” por la negativa del benemérito al pelotazo púnico, advirtiendo el mandango que podría liquidarlo con este persuasivo argumento: “Lo remato. Pum, pum, pum. Nos reímos un rato y fuera”.

Si el colmo de la codicia es robarle un caramelo a un huérfano, lo que pretendían hacer estos pernales iba más allá del hurto y el engaño, afectando directamente a la esencia más íntima de la condición humana, igualándolos a los endriagos más esperpénticos que imaginarse pueda.

Ya no es vergüenza, ni asco, ni vómito, ni repugnancia lo que produce esto, sino estímulo de violencia personal contra esta pandilla de cuatreros que pretendieron ensuciar el honor y la honra de un Cuerpo de seguridad que ha protegido y cobijado durante 170 años los indefensos cuerpos y almas de niños y jóvenes que fueron abandonados al pairo de la vida por capricho indeseable de la parca.

Una Asociación mantenida por las cuotas solidarias de los guardias civiles, con honrada historia al servicio de los huérfanos del Cuerpo no merece ser tratada con el desprecio que estos detestables rateros lo han hecho, amparados en la hendionda impunidad que los protege, como acredita su descarado atrevimiento mostrado en sus comportamientos, denigrantes para la raza humana y la vida política española.

Hasta donde han llegado estos depredadores sin escrúpulos no alcanza mi prudencia ni mi templanza habitual, porque han herido con su actitud una fibra íntima de mi vida personal, que guardo como una reliquia en el santuario de mis recuerdos, sin permitir que nadie la insulte ni salpique con la baba de sus inmorales ronquidos.

Pido a quien corresponda que retire del Ayuntamiento Valdemoro el tricornio de la Guardia Civil y la imagen de su patrona la Virgen del Pilar, mientras el despacho huela a la podredumbre dejada por el alcalde de la localidad cómplice del majara, porque la sensibilidad colectiva de los miembros del Cuerpo no puede aguantar semejante cinismo, ni el benemérito cuerpo merece tal vilipendio.

DICTADURA EMPRESARIAL MOTORIZADA

DICTADURA EMPRESARIAL MOTORIZADA

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El dominio que tuvieron durante muchos años los caminos de hierro por donde circulaban trenes y tranvías, dio paso a la dictadura del motor de cuatro tiempos, cuando se abrazaron Henry Ford, Harvey Firestone y Rockefeller, sellando un pacto para desterrar los railes e imponer el dominio del asfalto para los vehículos que salieran de sus fábricas de motores y neumáticos.

Lo que en principio fue un negocio menor se multiplicó cuando se unieron a este corro las empresas productoras del petróleo, encargadas de extraer y transformar el crudo en combustible, para ser quemado en los motores que salían de la Ford Motor Company, rodando sobre neumáticos de caucho procedente de Firestone Tire and Rubber Company.

El resultado de aquel abrazo inicial es bien conocido desde el Ártico al Antártico: infinitas millas de carreteras, millones de kilómetros en autopistas, la British Petroleum a la cabeza del ranking mundial de grupos industriales, seguida por la General Motors americana y un dominio absoluto sobre los gobiernos y proyectos de investigación que mejoren las rentas de sus megamultimillonarios beneficios empresariales.

GUATEQUE

GUATEQUE

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De-dónde-proviene-el-término-‘guateque’-utilizado-en-los-años-60-para-referirse-a-una-fiesta

En época de ropa zurcida, discos solicitados en emisoras, “seiscientos” domingueros, rosario en familia, amenaza judeo-masónica-marxista, prietas las filas, aceite de ricino, pantalones bombachos y sexo encarcelado, irrumpió el guateque con fuerza irreprimible y canciones en pick-ut, regadas con limonada agitada por calenturas propias de la vida sexual que despertaba.

Sustituyeron las salas de baile y se anticiparon a las discotecas, aquellos guateques en salones domésticos, terrazas vecinales, sótanos furtivos o locales de alquiler, donde despertábamos a novedades primeras, descubriendo mitades de un todo incompleto, en horas indecisas y ausentes del primer capítulo de la historia.

Punto de encuentro del primer encuentro con la novedad primera y esperanzas desprevenidas al caerse las primeras hojas del calendario adolescente, descalzando la incertidumbre para que las dudas salieran de puntillas por la puerta de servicio, venciendo la represión de los púlpitos y la inclemencia de los confesonarios.

Vino a cada cual de nosotros aquella canción que ahora nos devuelve la memoria azul, cuando nuestra manos tomaban temblorosas la cintura de mimbre en medio de una ciudad solitaria que no iba más allá de los límites estrechos y velados del salón, donde se desencadenaban las melodías, incertidumbres y agitaciones.

Caricia de talles, manos descuidadas sobre otras manos y contactos a media luz con sordina, preludio de temores alados por el roce furtivo de unos pechos, quebrantando el frágil límite de lo prohibido, cuando los labios descubrían la novedad delgada de otros labios, y el desasosiego nocturno inquietaba los corazones agitados.

Era, pues, el guateque el camino que tomaba el disimulo hacia la libertad del aire, para dar paso al primer paso anticipado de certidumbre en otra realidad más alentadora que el devocionario, en medio de entumecidos menesteres escolares y  estremecimientos juveniles.