CREDULIDAD E INCREENCIA
La credulidad es una cualidad del crédulo, es decir, de la persona que cree sinceramente y sin condiciones aquello que se le dice, sean banales o transcendentes los cuentos que se le cuentan desde las tribunas, los púlpitos religiosos, las barras de las tabernas, los mentiremos de la ciudad o las tertulias desenfadadas con amigos.
Si la credulidad afecta a creencias religiosas, el sujeto en cuestión es calificado de creyente porque digiere con su corazón y sentimiento todos los dogmas, doctrinas y creencias virtuales, rechazadas por la razón que Dios le ha dado para pensar sensatamente, utilizando ambos hemisferios del cerebro.
Por el contrario, la increencia se refiere más específicamente a la falta de credibilidad religiosa, traducida en lenguaje paladino como ateísmo o agnosticismo, pero sin excluir la espiritualidad laica que sustenta la descreencia de ateos y agnósticos, comprometiéndolos con idénticos valores que predican los creyentes, pero sin esperar recompensas en eternos paraísos, ni bendiciones celestiales.
Cualidades de la increencia son: la certidumbre en realidades y experiencias vitales, el rechazo a principios religiosos inasequibles a la razón, la negativa a creer las palabras de los llamados profetas y las supuestas revelaciones divinas, el escepticismo ante los milagros sobrenaturales, la renuncia a deseos que son fruto de la angustia vital sin prueba evidente que los justifique y el compromiso generoso, altruista y firme con normas morales de reconocido valor comprometidas con el prójimo, sin esperar recompensa alguna.
Así, la caridad dominante del creyente se hace solidaridad respetuosa en el descreído y la esperanza de feliz vida eterna para el creyente, se torna gozosa lucha por la felicidad terrenal en el descreído.