HOMENAJE A UNAMUNO
He sido invitado por el Ayuntamiento de Salamanca a pronunciar un breve discurso frente a la casona de Bordadores, con motivo del septuagésimo séptimo aniversario de la muerte de Miguel de Unamuno y Jugo, en el acto que cada año organiza el Consistorio para homenajear al personaje.
A las cuatro de la tarde del jueves 31 de diciembre de 1936, caía nuestro hombre de bruces sobre la camilla de su casa, herido de muerte a causa del “mal de España”, aunque el doctor Adolfo Núñez certificara que murió por una hemorragia bulbar, en plena guerra incivil española, con el alma ensangrentada de dolor.
Ese día enmudeció una de las voces más sabias de nuestra historia; un liberal socialista con ideario político sin ataduras partidistas; un intelectual comprometido con la liberación de obreros y campesinos; un republicano decepcionado con los gobiernos republicanos; un padre espiritual de sus alumnos; y un profesor excepcional.
Padre que concilió la bondad doméstica con la firmeza paterna; político leal con la verdad y el servicio público; maestro benevolente en la cátedra y exigente en el trabajo; agitador de conciencias dormidas; formador de espíritus rebeldes; luchador por la justicia; rector diligente; hombre sabio, rebelde, honrado, generoso, inconformista, sincero y, sobre todo, leal a sí mismo, a su familia, a su profesión y a sus amigos.
A quien fue Catedrático de la Universidad de Salamanca, Rector vitalicio de la misma, diputado nacional en las Cortes Constituyentes de la segunda República, concejal electo del Ayuntamiento de Salamanca, alcalde honorario perpetuo del mismo, presidente del Consejo de Instrucción, Ciudadano de Honor de la República, doctor honoris causa por las Universidades de Oxford y Grenoble; presidente de la Liga de Derechos del Hombre; candidato a Premio Nobel; presidente del Ateneo; presidente del Casino; presidente de la Federación Obrera; novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, filósofo, articulista, crítico literario, prologuista y dibujante, evocamos hoy en esta humilde bitácora al cumplirse setenta y siete años de su muerte.
A este luchador contra todo y contra todos, incomprendido por todos, víctima mortal de la guerra y protagonista sin pretenderlo de la tragedia griega que le tocó vivir entre dos cruentas guerras civiles, vaya este abrazo filial hasta el nicho donde descansa su cuerpo cansado de tanto bregar, mientras su alma deambula por los corredores de un misterioso hogar, sin encontrar respuesta a los interrogantes que atormentaron su vida.