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Mes: junio 2019

MAGISTRAL MAGISTERIO DEL MAGISTRADO MARCHENA

MAGISTRAL MAGISTERIO DEL MAGISTRADO MARCHENA

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Concluida vista oral del juicio a los políticos catalanes encarcelados por su intento secesionista, es momento de hacer balance del mismo, comenzando por rechazar el apellido con que se ha calificado el litigio pues no se ha juzgado ningún “procés-proceso” político independentista, sino a personas políticas que cometieron actos delictivos en un esperpéntico ensayo separatista, que concluyó en desbandada, deserciones, silencio y decepción de los abducidos.

Por encima de todo lo acontecido durante el juicio, nos queda el estimulante recuerdo de un jurista excepcional, soberbio magistrado y modélico presidente, con talento singular para ofrecer al mundo la imagen de una justicia española muy diferente a la que ha ido en los últimos años dando tumbos por despachos políticos, tribunales internacionales, medios de comunicación y mentideros públicos.

Nunca una sentencia judicial estuvo tan legitimada antes de ser emitida como la esperada para los presuntos delincuentes juzgados por el más alto tribunal de nuestro país, pues nadie duda de su licitud y conformidad con las leyes de nuestro ordenamiento jurídico, ello gracias a la independencia política, erudición penal, conocimiento procesal, honradez mental, paciencia beatífica, estoica tolerancia y respetuosa actitud demostrada por el presidente Marchena.

Merecida confianza otorgada a quien ha demostrado serenidad infinita con acusados, testigos y defensas Singulares reflejos mentales para sortear con agudeza los regates, cepos, ratoneras y celadas que los abogados defensores le han puesto en el camino a la verdad. Tenemos certidumbre en el veredicto de un tribunal presidido por quien ha demostrado sobrada sabiduría jurídica para argumentar legalmente sus requerimientos sin posibilidad de réplica. Credibilidad en un magistrado respetuoso, que ha sabido conjugar la exigencia procesal con el amable razonamiento; armonizar la capacidad de diálogo con el límite impuesto por la frontera legal; conciliar tolerancia y rigor; y acomodar las normas procesales a lo más oportuno en cada momento.

Demos las gracias al magistrado Manuel Marchena por devolvernos la confianza en la justicia, aunque un buen abogado amigo dice que no todos los jueces son “marchenas”. Gracias por su talla profesional dignificadora de las togas judiciales que otros colegas han degradado. Y gracias por su lección pública televisada de cómo presidir un tribunal de justicia.

Proponemos por ello que se difundan los vídeos de sus intervenciones en cursos de Jueces, Facultades de Derecho, Escuelas de Prácticas Jurídicas, Colegios de abogados, despachos políticos y tribunales judiciales, para que magistrados, jueces y juristas sigan sus pasos en futuros los tribunales de justicia.

Hoy lamentamos que la sucia maniobra política urdida en su día por corruptas manos de Génova y/o de Ferraz, le hiciera presentar la dimisión voluntaria a la presidencia del Consejo General del Poder Judicial, sin darle tiempo a calentar el sillón, porque hubiéramos tenido un gran jurista a la cabeza de la mayor institución judicial del Estado. Pero el Ayuntamiento de Las Palmas donde nació tiene la oportunidad de hacerle hijo predilecto y dar el nombre de “Juez Marchena” a una calle de su municipio.

CENSURA PERIODÍSTICA

CENSURA PERIODÍSTICA

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La queja de un amigo a quien han metido tijera en un artículo de opinión, contrasta con mi complacencia en estos “jugos” que exprimo cada domingo, sin que en los doscientos sesenta y tres artículos que llevo aquí publicados, se haya tocado ni una sola coma en ellos, lo cual me confirma el acierto de asomarme a esta plural ventana cuando Juan Carlos me propuso mirar al exterior desde su alféizar cada domingo.

El ejercicio de la libertad de expresión permite decir en voz alta lo que cada uno piensa, cuando tal derecho se ejerce sin insultar, difamar, ofender, ni mentir, siendo aspiración estéril pretender el pensamiento único, pues las diferentes concepciones de la realidad hacen imposible la existencia de una sola idea, de una opinión unánime, de un Dios exclusivo, de una opción única y de unos intereses comunes.

Es vano intento de los guardianes de su verdad, de los cancerberos del pensamiento único, de los vigilantes sectarios y los censores del criterio divergente, pretender neutralizar actitudes, opiniones, discrepancias y reprobaciones, metiendo tijera a quienes no sienten como ellos, silenciando sus opiniones, amordazando las críticas y condenando la discrepancia, por mucho poder que a los poderosos les sobre, con el apoyo del padre Astete que olvidó añadir la tolerancia en su catecismo, como virtud cardinal.

Aceptando como principio incuestionable que la libertad de cada uno tiene como límite el comienzo de la libertad ajena y el respeto al vecino, nadie tiene derecho a prohibir a los demás lo que considere que los demás no tienen derecho a prohibirle a él, por mucho que la oligarquía política, económica, religiosa y empresarial lo intenten, porque la condición humana va más allá de las pretensiones censoras.

No hay escena periodística más patética, desafortunada, injusta y triste que ver a un profesional de la información paseándose por las redacciones con tijera en mano. Para redimir a tales recortadores de pitones informativos, le recomendamos la lectura de los nueve principios básicos en los que Bill Kovach y Tom Rosenstiel fundamentan la profesión periodística, especialmente el sexto, que habla de otorgar tribuna a las críticas públicas.

Como decía la señora Graham, dueña del Post: “un diario es una empresa mercantil pero también un órgano de opinión pública cuya primera obligación es servir a los ciudadanos”. Con este pensamiento convirtió el Watergate en un mito del periodismo mundial, cuando los medios de comunicación vencieron al poder político. Hoy, los intocables Woodward y Bernstein, siguen siendo periodistas respetados y apreciados por ser reconocidos insumisos que mantuvieron intacto su esqueleto periodístico a pesar de los intentos que hizo el poder por astillar su libertad de opinión.

PESADILLA

PESADILLA

Apagaba dolorido la televisión al tiempo que el cielo picoteaba su bóveda para mostrarnos las estrellas, y la tijera del ocaso recortaba un círculo en la negra cartulina celeste dando paso a una opaca luna sin esperanza, ni brillo, ni plata, ni suspiro que pudiera aliviar la imagen de la pantalla que llevaba en la retina cuando recosté la cabeza en la almohada y puse a trasnochar el sueño, vigilante en el silencio acompasado de improvisados latidos entre las sábanas.

El recuerdo de lo visto no ayudaba al encuentro con Morfeo, cuando pude, al fin, entregarme a la transitoria desaparición diaria en dulce inconsciencia de duermevela, con el desesperanzador abatimiento de compartir con mis vecinos un país almonedado y aturdido por el desconcierto de ciudadanos que nada comprenden de quienes rigen su destino en el mercado político, sabiendo que no van a ser echados de los sillones a cinturazos.

Horas después, al abrirse la madrugada de este domingo, no me ha sucedido como al poeta, incapaz de recordar el sueño de medianoche, pues sufro la pesadilla de vivir en un país alejado de la realidad deseada por quienes lo habitamos, con reventones de bilis sobre las portadas de los periódicos y pantallas televisivas que nos zarandean el alma, mientras un escalofrío recorre nuestras espinas dorsales sin advertencia previa.

No puede ser cierto, me dije, sin certeza alguna. Pellizqué el brazo, sacudí la cabeza, di palmetazos en el rostro y me eché un jarro de agua helada por la cabeza para cerciorarme que estaba despierto, sin conseguirlo, pues la pesadilla era más fuerte que la negativa a consentirla.

Tal vez por eso anda en mi delirio revuelta la arcilla y las corbatas son lazos de horca que suspenden a los reos de los árboles donde los buitres esperan impacientes la aniquilación de los culpables, sin posible redención en los púlpitos ni perdón en las pilas bautismales regadas con sangre inocente y harta de sacrificios inmerecidos en altares donde las pancartas son blanqueadas por leyes artificiales dictadas por los ejecutados en mi pesadilla.