BIBLIOTECAS AMBULANTES
Circulan por las cuatro esquinas rurales de la piel de toro numerosos autocares, llevando en sus entrañas libros para entretener el escaso tiempo de ocio que permite la televisión y otras actividades escasamente culturales y nada formativas, por mucho que los promotores las disfracen con ropas artificiales de diferentes colores y las calcen con zuecos tres números inferiores a los pies del consumidor.
Pocos visitantes de los “bibliobuses” que circulan por caminos vecinales, saben que el sistema de culturización mediante préstamos de libros ambulantes, fue inventado a finales del siglo X por el Gran Visir persa Abdul Kassem Ismael, sin concederse mérito alguno, ya que su amor a los libros, el cuidado puesto en la conservación de los mismos y su celo en custodiarlos, eran tan instintivos en él como la respiración.
Tan empedernido lector llegó a tener en su biblioteca privada unos 120.000 ejemplares que transportaba de un lugar a otros en sus numerosos viajes, poniéndolos sobre 400 camellos que formaban una caravana de dos kilómetros de longitud, para no dejarlos abandonados en lugar alguno de cuantos visitaba.
Además, este amante de los libros y devoto de la cultura, transportaba los ejemplares catalogados por orden alfabético en sucesivos grupos de camellos, representando cada uno de ellos las 32 letras del abecedario persa.