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Día: 2 de agosto de 2013

PIANOS BAR

PIANOS BAR

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Unknown

Billy Wilder, Baxter, Rick y Sam, me han llevado al misterioso país de la nostalgia, invitándome a una copa en su cafe-cantante junto a las notas melancólicas del piano, cediéndome de madrugada su apartamento para compartir una noche de amor furtivo con la dama seductora que consolaba reprimidas turbaciones en años de agitación juvenil.

Apenas quedan pianos-bar, o si se prefiere cafés-cantantes o cafés-musicales, por nuestra geografía, como recuerdo de una época pasada que congregaba en ellos tipologías sociales de la más variada condición y procedencia, al abrigo de las frías noches invernales, en largas sesiones que se prolongaban hasta el amanecer.

La penumbra del ambiente daba a estos lugares un aire melancólico, con ribetes de inquietante misterio para las señoras de orden y rosario, donde la burguesía daba rienda suelta al trasiego de licores y consumo de tabaco americano, mientras el pianista-cantante lanzaba al aire intoxicado de humo, boleros y peticiones de los enamorados que ocupaban las mesas apartadas, protegidas por la oscuridad de los rincones.

En ocasiones, el piano se dejaba acompañar por una tímida batería, algún saxo con sordina y poco más, para arrullar a los clientes que negociaban operaciones mercantiles, estimular a los seductores pretendientes de compañías pasajeras y adormecer las borracheras que con dignidad llevaban quienes habían libado excesivo alcohol.

Sin tema de conversación concreto, se divagaba en torno a los veladores con daiquiri y cócteles martini en la mano, alternando decisiones del Gobierno, murmuraciones de comadres y resultados de la jornada futbolística, mientras se enlazaban experiencias personales con inquietudes sociales, sórdido rumor de fondo a las teclas del piano.

Nunca faltaba algún espontáneo dispuesto a acompañar con su voz al cantante, ni parejas que renunciaran a estrecharse en un baile con ritmo lento, ni el animador espontáneo que ponía nota de color para levantar el ánimo adormecido de los más rezagados, que apuraban las últimas copas llevadas a las mesas por ojerosos camareros.