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Mes: julio 2012

INDEMNIZACIONES CIUDADANAS

INDEMNIZACIONES CIUDADANAS

Con más mérito que los aterciopelados usureros bancarios y políticos de bisutería, reclamamos los ciudadanos las indemnizaciones personales que nos corresponden, tras oírle decir a un popularísimo dirigente popular que tales concesiones sólo se otorgan a directores de empresa, consejeros de entidades bancarias y dirigentes políticos de alta gama.

Este desvergonzado politiquero desconoce la hermosa leyenda medieval de Gonzalo Fernández, cuando el católico Fernando exigió cuentas al de Córdoba, y éste le remitió la factura detallada con la misma indignación que reclamamos, siglos después, las siguientes indemnizaciones a cada ciudadano:

Por pañuelos gastados en enjugar lágrimas de impotencia al ver incompetentes depredadores en Cajas de Ahorro cobrar sueldos e indemnizaciones insultantes: solicitamos un millón de euros.

Por vendajes y cicatrizantes para curar heridas en las palmas de las manos de tanto apretar los puños ante las injusticias sociales, económicas y políticas: requerimos dos millones de euros.

Por antiinflamatorios para gargantas desgastadas y rotas de tanto gritar en las manifestaciones tras de las pancartas, sin ser escuchados: pedimos millón y medio de euros.

Por empapaderas para recoger las secreciones de pesadillas nocturnas y el sudor de los trabajadores que nutre las cuentas corrientes de los patrones: demandamos cinco millones de euros.

Por trajes protectores contra porrazos indiscriminados, arrastres por el suelo y pelotazos de goma disparados contra el pueblo indefenso: queremos tres millones de euros.

Y por la resignada paciencia de bueyes mansos con que toleramos los ciudadanos el hundimiento de la economía doméstica y el humillante paro, mientras políticos, banqueros, defraudadores, corruptos y usureros, mantienen sus privilegios, ingresos y beneficios: exigimos doscientos millones de euros.

Estas indemnizaciones pedimos, y sabed gestores de nuestro patrimonio, que nos sobra sangre para reclamarlas.

SUPONGAMOS QUE…

SUPONGAMOS QUE…

Más indignado que los “indignados”, me puse ayer a pensar en el mejor futuro que cabría imaginar para todos, haciendo reales los deseos que anidan en la gran mayoría de nosotros.

Así comencé a suponer qué pasaría si se produjera una insumisión generalizada en el país. Es decir, si los ciudadanos encargados de mantener el orden establecido por los dirigentes del sistema, dejaran las porras en casa, se vistieran de paisano y gritaran a coro con sus vecinos.

Supongamos, igualmente, que todos votamos en blanco en las próximas elecciones para gritar con silencio ensordecedor que “¡así, no!”.

Supongamos también que los jueces se remangan las puñetas y mandan a hacer puñetas entre rejas perpetuas a corruptos, politiqueros, estafadores y usureros.

Supongamos que los rescates bancarios, las indemnizaciones multimillonarias, los hurtos bancarios y las abultadas pensiones vitalicias, se entregaran al pueblo.

Supongamos que retornara a España el dinero perdido en paraísos financieros y se  recuperan los euros ocultos por fraude fiscal a la Hacienda pública.

Supongamos que desaparece la usurera banca privada y se nacionaliza el negocio especulativo financiero.

Supongamos que el gasto militar se empleara en mejorar la sanidad, promover la educación y dotar de recursos humanos y materiales a la justicia.

Supongamos que la Iglesia jerárquica cumpliera su misión redentora, poniendo su enorme riqueza al servicio de los pobres y condenando a los explotadores.

Supongamos que todos los trabajadores, privados y públicos, hicieran huelga indefinida, mientras se mantuviera el actual sistema de gobierno económico.

Supongamos, finalmente, qué pasaría si a los ciudadanos nos dierales da por tomar la Moncloa, como los franceses hicieron el 14 de julio de 1789 con la Bastilla, para acabar con este régimen, instaurando un nuevo orden social más justo, solidario, igualitario y libre, donde no existiera especulación con vidas ajenas, se repartiera equitativamente la riqueza, los más capacitados y honrados organizaran la vida comunitaria y el Estado del bienestar no fuera patrimonio exclusivo de una casta.

DE LA CONTRADICCIÓN A LA INSUMISIÓN

DE LA CONTRADICCIÓN A LA INSUMISIÓN

Llevo tiempo anunciando lo inevitable y mis palabras rebotan en las puertas de los despachos destinatarios de las mismas. He hablado sobre la necesidad de ejemplificar los sacrificios para evitar la rebeldía del pueblo, pero los políticos no se dan por enterados. He anticipado agresiones a dirigentes sociales, pero los cargos públicos mantienen tapones en los oídos. Incluso he prevenido sobre el riesgo de tomar medidas demagógicas que sólo consiguen irritar a la población.

Pero en lo que más he insistido ante el desmadre gubernamental, es en el riesgo de insumisión ciudadana que puede llevar a la quiebra del Estado de Derecho, porque las vueltas de tuerca al pueblo desde sillones aterciopelados sólo puede conducir a la desobediencia civil y militar.

La contradicción que están viviendo los policías y guardias civiles apaleando a quienes defienden sus derechos, los de esos cuerpos, enviados a reprimirlos por quienes vuelan sobre la tragedia que a ellos amenaza, no puede acabar más que en la insumisión, por mucho que amenacen con medidas disciplinarias y despidos, quienes nunca serán despedidos ni castigados.

Que la desobediencia está llamando a nuestra puerta lo acredita la insumisión de la policía alemana de Frankfurt, quitándose el casco y uniéndose a los manifestantes contra el capitalismo, que tenían orden reprimir.

Y a la insumisión de los cuerpos de seguridad se añadirán el resto de cuerpos de la función pública, hartos de soportar desprecios y recortes por parte de quienes nunca utilizan las tijeras contra ellos mismos.

MANIFESTACIÓN

MANIFESTACIÓN

Los dirigentes políticos deben saber que veinte mil salmantinos manifestándose por las calles de Salamanca, son demasiados salmantinos protestando indignados contra todo lo que se mueve en esta doliente España. Sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de ellos dieron su voto de confianza a un partido cuyo Gobierno está haciendo lo contrario que dijo que haría, cuando los ciudadanos le dieron masivamente su voto.

Tal vez por eso, se oyeron en la manifestación eslóganes duramente críticos con el Gobierno y muchos insultos en pequeños grupos circulantes, irreproducibles en esta bitácora porque los dioses y familiares de los políticos, nada tienen que ver con los atropellos del Congreso, que ayer oficializó los recortes con el exclusivo voto popular de los impopulares seguidores del vuelo equivocado de la gaviota.

El deseo de que “el próximo parado sea un diputado” fue unánime, así como el grito de guerra pidiendo a los “banqueros y políticos, menos cachondeo y menos choriceo”, mientras se anticipaba el “final de la paz social”.

Finalmente, un destacado líder tomó la palabra ante la prensa, en nombre de los 20.000 manifestantes, para decir que “el gobierno está gobernando de espaldas a los ciudadanos, al margen de lo que están sufriendo las familias. Están haciendo recortes que sólo benefician a los políticos corruptos, a la economía sumergida, al sistema bancario y a la Iglesia”.

Pero esta mañana los parados desayunarán el mendrugo ácido de la frustración, los trabajadores acudirán indignados a sus puestos y los pensionistas caminarán con el miedo bajo el brazo, mientras los banqueros se abanican con billetes de quinientos euros, los corruptos hacen la peineta a la justicia, los millonarios toman el sol en la cubierta de los sus barcos y los políticos siguen mamando de la ubre.

¡BASTA DE MILONGAS!

¡BASTA DE MILONGAS!

De las siete definiciones que la Real Academia incorpora en su diccionario para definir el término milonga, pongo atención en la sexta acepción referida al engaño o cuento que esta voz significa, para decirle a los populares que muchos ciudadanos libres de compromisos partidistas estamos ya hartos de milongas.

Sí, porque es una buena milonga confundir la crisis del sistema financiero con la deuda pública. O sea, que la ruina de las Bankias, CAMes y Unicajas,  provocada por la incompetencia y voracidad de los políticos que había en sus Consejos de Administración, nada tiene que ver con el déficit del Estado.

Es una milonga atribuir toda la responsabilidad del déficit público al Estado central zapaterista, cuando algunas de las autonomías más deficitarias estaban, y siguen estando, gobernadas por el Partido Popular, hoy en Moncloa.

Es una milonga enjaretar exclusivamente la responsabilidad de la crisis al mal gobierno anterior, cuando en siete meses los populares han dejado hundir el sistema y multiplicado la crisis por tomar medidas ineficaces, torpes, retrasadas y a destiempo.

Es una milonga justificar el incumplimiento del programa electoral y las graves mentiras electorales con nuevas mentiras sobre males inexistentes, para atemorizar a la población tratando de evitar lo inevitable.

Y es una penosa, detestable y triste milonga, afirmar que ha sido inevitable reducir la prestación por desempleo a los parados, cuando hubiera bastado eliminar cientos de políticos que sobran y megamultimillonarias financiaciones directas e indirectas a la patronal, sindicatos y partidos, para evitar masacrar a los desempleados, sortear recortes en servicios básicos y mantener el Estado del bienestar.

Basta de milongas e insultos al sentido común ciudadano. Indignados, sí. Miedosos, puede ser. Resignados, bastante. Cobardes, tal vez. Arruinados, seguro. Pero tontos, no.

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

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Queridos súbditos:

Ahora que estoy malito y cojeando, quiero deciros que no me desentiendo de vuestros problemas como han dicho malas lenguas, aunque mi vida personal no me facilita poner atención en dificultades ajenas ni en la crisis que estáis pasando, ya que los problemas familiares me ponen en el disparador y sigo con la tradicional agitación sanguínea primaveral propia de los Borbones.

A mis setenta y cuatro años ya no está uno para bromas familiares de revoltosos nietos y distraídos yernos, cuando se han tenido en el punto de mira felinos, osos, perdices, paquidermos y algún hermano despistado que se cruzó en el camino del plomo, sin previo aviso.

Debéis saber que no he tenido una vida fácil, como le ha pasado a todos los que nacieron y vivieron, como yo, en el exilio, sin poder regresar a la patria hasta que se le antojó al militar tijeretar el futuro de mi padre para entregarme a mí lo que pertenecía a él.

Casé con una inmigrante vegetariana y antitaurina, incapaz de conducir de noche en moto por las calles de Madrid, con casco de camuflaje y rumbo fijo, aunque quienes afirmaban desconocer mi paradero, sabían perfectamente donde me encontraba. La griega me concedió tres legítimos hijos y ningún «griego», pero mantengo la esperanza que no se me presente a la puerta de casa algún bastardo cantando zarzuela, como le ocurrió a mi abuelo.

Aunque la mayor de mis hijas no destaca por su inteligencia, ha tenido mala suerte la pobrecita con un marido que alimentaba el entusiasmo a través de una sonda nasal y tenía desequilibrios físicos de origen desconocido que la llevaron al divorcio, provocando que mi nieto se autolesionara con un disparo, ante sus narices.

Mi otra hija es la más tonta de los tres. Algo que ha sido aprovechado por su marido para engañarla ocultándole sus andanzas financieras. También se han beneficiado de la tontuna los asesores de sus empresas, ocultándole lo que firmaba. Incluso he podido engañarla yo mismo negando la verdad que supe desde el principio, para conseguir, con tanto engaño, engañar al juez.

El hijo pequeño, guapo él, ha decidido heredar de mí cuanto le beneficia, renunciando a sacrificios y servidumbre de la realeza. Por eso se me ha casado con una plebeya divorciada, que vive, como todos, a costa mía, bueno, no, a costa vuestra.

Tuve a mi madre en silla de ruedas, me falta un trozo de pulmón, tengo una bola de metal en la cadera y he sido operado varias veces. Pero mantengo intacto el aparato genito-urinario para hacer los honores al apellido que heredé de mis antepasados.

Es para mí un orgullo poder pediros ayuda y comprensión en mi desgracia porque necesito vuestro apoyo en estos momentos, ya que el ejemplar recorte del 7 % que acabo de imponer en la Casa me obliga al sacrificio, exige austeridad y empobrece mi vida, obligándome a privar de la hoja de lechuga al grillo que canta en mi ventana.

Vuestro rey, Juan Carlos I, que tanto os necesita.

ENDOCASTA POLÍTICA

ENDOCASTA POLÍTICA

Existe un grupo social heterogéneo que progresa de manera impune, expansiva y diferenciada del resto de grupos, por su rango, estabilidad y prepotencia. En él domina la endogamia familiar por fecundación in casta, siendo la pertenencia al mismo un derecho de cuna adquirido sin más mérito que proceder de alguna de las  sagas privilegiadas que se perpetúan en sillones oficiales, sustituyéndose unos individuos a otros, de generación a generación, en el espacio privilegiado de la ubre nacional y europea.

No hablo del histórico encaste derivado de la monarquía hereditaria, por detestable que ello sea, sino de ocultas dinastías políticas que transmiten poderes y privilegios de padres a hijos, haciendo de la vida política una casta endogámica que amenaza con perpetuarse en las Instituciones públicas

Muchos hijos de líderes franquistas asientan hoy sus posaderas en privilegiadas poltronas, con reserva de inmerecido derecho de admisión para hijos, nietos, sobrinos, primos y parientes, algunos de los cuales saborean mieles institucionales, al tiempo que hacen hueco para los sucesores que heredarán sus privilegios.

Pero hay otra línea sucesoria inesperada que navega con el mismo rumbo que la tradicional monárquica y la renovada posfranquista, circulando por el margen izquierdo de la vida política, sin recibir los silbidos y abucheos que ellos prodigaron a los que no se bajaron en su vida de un coche oficial, ni promover el relevo para hacer realidad la igualdad de oportunidades que pregonan en su ideario.

La casta que los herederos amarillos, azules y rojos forman, se protegen al amparo de genes progenitores, rodeándose con el cinturón de seguridad que les otorga el cordón umbilical, tras abandonar las vaginas que los traen al mundo con el sillón bajo el brazo.