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Día: 18 de febrero de 2012

ARPONAZO INFANTIL

ARPONAZO INFANTIL

Cuando un cetáceo recibe un arponazo puede salvar la vida y curar las heridas producidas por el venablo, pero nunca borrará de la piel la huella del tridente.

Esto sucede con los arponazos ideológicos infantiles que padecimos los niños de mi época y continúan sufriendo los actuales, pertenezcan a la civilización que pertenezcan, cristiana o cualquier otra de las que hay repartidas por el planeta, sin que puedan liberarse los infantes de los rastros indelebles que deja el anzuelo religioso correspondiente.

Esto lo saben muy bien los virtuosos profesionales de todas las creencias, que mantienen fuerte empeño en el adoctrinamiento de niños, cuando la capacidad de raciocinio no esta plenamente desarrollada y el poder adulto sobre una mente en formación es total.

Que nadie piense en la responsabilidad exclusiva de los padres, porque quienes no los tuvimos sufrimos también amaestramiento de tutores, padrinos, clérigos, profesores y medios de comunicación, con más intensidad de la que nos hubiera llegado de nuestros progenitores.

Carga ideológica sabiamente anticipada a la inteligencia plena y al pleno desarrollo cognitivo que permite al catequista clavar el estoque ideológico hasta la bola, sin miedo a pinchar en un hueso que haría imposible la manipulación mental a que se somete la candidez de los niños.

De forma tan bien intencionada como perversa, se invierte el orden de las cosas para robar la voluntad en crecimiento. Si la religión es una opción personal que se acepta libre y voluntariamente ¿no sería más ético esperar al pleno desarrollo mental del niño para ofrecer al catecúmeno la religión que se profesa? ¿Por qué ese empeño en bendecir con agua la cabeza del recién nacido para incorporarlo a la grey divina sin contar con él para evitarle ir ¡al Limbo!? ¿O ya no hay Limbo? ¡Vaya por Dios!

Claro que siempre le queda al discípulo la posibilidad de abandonar el barco en el futuro,  aunque no pueda librarse de la huella dejada por el arponazo. Pero el respeto a la libertad de pensamiento de quien viene al mundo es tan importante como el respeto a la vida del feto que con tanta fuerza se demanda.

La ética y el orden lógico exigen anticipar la razón a la fe, porque la capacidad para decidir ha de caminar unos pasos por delante de las creencias. Primero discernir, reflexionar, tratar de comprender, y luego elegir con criterio aquello que más conviene a cada cual, aceptando libremente la doctrina o rechazándola a voluntad.