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EL VIRUS EN CASA

EL VIRUS EN CASA

Unknown

Bueno, amigos, pues ya tenemos el virus del ébola en casa, ante la inquietud de la población, incrementada por las declaraciones de algunos facultativos de La Paz negando que se pueda garantizar al 100% que el virus no salga  a pasear por la calle de Alcalá con la fiebre almidoná y la guadaña apoyá en la cadera.

Anticipando el sincero deseo que pronta recuperación de los misioneros repatriados y larga vida para ellos, la situación creada por la decisión gubernamental de traerse a los afectados con el virus, bien merece cinco reflexiones al respecto, obviando la opacidad de la operación, el gasto real que ha representado y las comidas playeras de Ana Mato mientras muchos ciudadanos sirven polémicos platos sobre la mesa.

  1. Se trata de un arriesgado precedente con inevitable tinte discriminatorio para futuros casos de ciudadanos españoles que exijan el mismo tratamiento oficial, como ya ha sucedido con la fallecida Emma Rodríguez, que pidió sin éxito ser repatriada desde Argentina por la neumonía atípica que padecía, o la hermana Pascalina, compañera de los repatriados Miguel Pajares y Juliana Bonoha, que acaba de morir por el virus sin ser repatriada, igual que todos los que han quedado abandonados a su suerte en Monrovia y Liberia.
  2. La desproporción del esfuerzo, discriminación, riesgo y gasto, se podría haber compensado enviando al lugar de origen ayuda humanitaria, hospitales de campaña y medicinas para atender a todos los afectados, luchando in situ contra la pandemia, en vez de intentar salvar a dos privilegiados hijos de Dios, dejando al resto desangrarse, esperando que los atienda su Padre.
  3. Lejos del “sálveme yo y que se fastidien los demás”, es una grave irresponsabilidad desplazar el virus de un sitio para otro, sometiendo a la población a un riesgo innecesario para el beneficio conseguido, ya que los enfermos pueden recibir en su lugar de origen cuidados similares, salvo los paliativos, preludio de lo indeseable.
  4. Por otro lado, el brutal gasto del traslado, pagado por nosotros mientras se hacinan enfermos en los pasillos hospitalarios a temperaturas insoportable, se caen techos de las habitaciones, se cierran plantas, faltan medicamentos y se reduce personal sanitario por falta de dinero, bien podía haberlo pagado la millonaria y especuladora orden religiosa a la que pertenece, Hospitalarios de San Juan de Dios, que su Sicav, Finanzas Quercus, contaba en 2001 con 12 millones de euros en tesoro público, 1,16 millones en renta fija del Banco de Santander y su empresa de gestión sanitaria factura 25 millones de euros anuales.
  5. Ser misionero tiene graves riesgos que forman parte de su comprometida vocación, expresada por el agustino José Luis Garayoa que se está dejando la vida por los demás en Sierra Leona: «Tengo miedo, pero me quedo aquí porque quiero. Si marchara, mis noches se llenarían de pesadillas al sentirme traidor a mi pueblo. Así que, con ébola o sin él, no pienso alterar en lo más mínimo mi salida del país. Los misioneros no solemos ser nunca los primeros en abandonar el barco. Tampoco ahora. Si, como dice el Papa Francisco, el pastor debe de oler a oveja, conviviendo cerquita de ellas, con mucha más razón deberá estar presente si el lobo las ataca. Solo el asalariado huye cuando ve llegar el peligro. El buen pastor es el que da la vida por las ovejas. Y ese es el amor que de Jesús de Nazareth aprendí».