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EL PLACER DE CONVERSAR

EL PLACER DE CONVERSAR

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La conversación tiene poco que ver con la tertulia, aunque ambas estén vitalizadas por personas a través de la palabra, pues la conversación reporta valores y placeres que la tertulia ignora, llegando la conversación donde la tertulia no logra asomarse ni por el ojo de la cerradura.

El juego social de la tertulia brinda al huero tertuliano la oportunidad de oscurecer con palabras su falta de ideas y le da la posibilidad de engañar, algo que no tiene cabida en la conversación porque en ella domina el sentimiento, la verdad, el afecto y la confidencia, como puntos cardinales que la conforman y limitan.

De no ser así, la perversión toma cuerpo en ella, espantando los valores que la justifican y haciendo de la moral, maldad; de la honestidad, vileza; y vicio de la virtud.

En la conversación no cabe hablar por hablar sin contenido alguno, ni alejar de las palabras el alma o pretender hacer de ella lo que no es. Tampoco permite huir de las horas como proponía Ovidio, ni concede espacio a la erudición, ni abre las puertas a la pedantería, ni autoriza la mentira, ni tolera la soberbia.

La conversación exige a los elegidos para ella, nobles aspiraciones, altura de miras, generosidad sentimental, sinceridad en la palabra, vocación de consenso, derrota de la derrota, condena de la prisa, destierro de la superficialidad y acercamiento de espíritus.

Pocos placeres pueden compararse al que reporta conversar con alguien querido poniendo el alma sobre la mesa, colgando las dudas en el perchero, dando lo que no se tiene, compartiendo lo reservado para uno mismo, hermanando las almas y vertiendo las confidencias como preciado tesoro, para robarle a esta chapucera vida un puñadito de felicidad.

DESIGUAL COMBATE

DESIGUAL COMBATE

La asistencia obligatoria a clase diaria en la escuela gratuita de la vida, no facilita el aprendizaje en cabeza ajena ni ayuda a comprender que la victoria de David sobre Goliat es un cuento bíblico que nada tiene que ver con realidad.

Hemos de saber que combatir con desiguales fuerzas sólo conduce a la derrota del más débil, porque la diferencia se resuelve siempre a favor del corpulento, por mucho que el primero corra o se enrosque impotente en el rincón, mientras el equipo de matones al servicio del patrón le rompe los huesos a puñetazos.

Quienes han sufrido flagelaciones públicas injustas en medios de comunicación, saben bien de qué hablo, pero quienes no hayan sido todavía abofeteados desde las pantallas de televisión, ondas de radio o páginas de periódicos han de saber lo que sufre el fustigado cuando un medio de comunicación agrieta cínicamente la fama de un honrado ciudadano y además envía cobardemente a la papelera las réplicas del ofendido ocultando al público su verdad, al tiempo que sigue apaleándole hasta dejarle noqueado en el suelo sin haberle concedido la palabra, envuelto en la mayor  indefensión y lamiéndose las heridas con impotencia y frustración.

Sabed todos que la coz al aguijón concluye siempre con la cojera perpetua del ingenuo mentecato que pretende dañar el puntiagudo acero de la maldad contenida en el criticado todopoderoso, que no tolera ni el roce de la más leve insinuación.

Enseña la vida que la utilización pública de las personas concluye siempre con la ruina del monigote. Pero también advierte que la manipulación es preludio del insomnio porque la vileza de quien la practica sólo merece el descanso eterno.

No es cierto que hacer de la verdad privada mentira pública beneficie a quien practica tan detestable oficio, porque mantener la verdad en leal intimidad otorga lo que en taquilla alguna puede comprarse, y la traición a la amistad sincera  sólo lleva al desprecio colectivo de la gente honrada.

Por ello, no es “tiempo de silencio” frente a los dominantes medios, en este espacio de liberal griterío. No es tiempo de callar la mierda, podredumbre, corrupción, cambalaches, maldades y envidias, que deambulan por algunas redacciones y despachos, aunque el cuarto poder fumigue las personas que dicen palabras elevadas en decibelios que sobrepasan lo autorizado por quienes dominan las rotativas, ondas y pantallas.