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EL TREN DE LA VIDA

EL TREN DE LA VIDA

El tren de alta velocidad que vuela por las vías pasando los pueblos de tres en tres, sin dar oportunidad a los viajeros de ver estos días las espadañas coronadas de cigüeñas, evoca en nostálgica mente el recuerdo del tren de la infancia, con vagones tirados por máquinas de vapor que bufaban y rebufaban en las trincheras pidiendo espacio para trotar libremente por llanuras y detenerse a recuperar fuerzas en los bebederos de agua cercanos a los pueblos, entonces ocupados por lugareños de tierra, alpargatas, puchero y pan.

Trenes solidarios donde la vida habitaba en ellos sin reserva alguna, porque en sus departamentos se compartía comida embutida en fiambrera y pan de hogaza, superando el vaivén que dificultaba el gorgoteo en el paladar del vino procedente de las botas, en medio del estrepitoso traqueteo del tren como música de fondo a canciones, risas y bromas, solo interrumpidas por un policía “secreta” que buscaba “rojos” despistados por los vagones.

En aquellos trenes hubo nacimientos imprevistos, muertes anticipadas, romances inesperados, espontáneas peleas, robos de guante negro, detenciones injustificadas, trileros de paso, rifas de afeitadoras,  niños corriendo por los pasillos, comerciantes en las plataformas haciendo negocios, váteres testigos de inconfesables aventuras amorosas, discusiones matrimoniales, reconciliaciones y aves de corral asomando la cabeza en la cesta de mimbre.

Pero también había despedidas de viajeros que habían compartido esas historia de la vida con quienes quedaban en el tren, a los que no volverían a ver cuando abandonaban definitivamente aquel convoy de la vida en la estación correspondiente, quedando los demás viajeros a la espera de que llegara su estación para apearse dejando al tren de la vida que siguiera su camino.

CLASES DE MUERTOS

CLASES DE MUERTOS

Consuela saber que las 400 bombas láser vendidas a Arabia Saudita, son material bélico de alta precisión que solo mata seres humanos previamente seleccionados, sin daños colaterales que exterminen a personas alejadas del rayo láser, porque ante la muerte no somos todos iguales; es decir, que si la bomba mata a sujetos sentenciados todo va bien, reciben felicitaciones los matarifes, aplausos los ordenantes del exterminio y dinero los mercaderes de la matanza.

Por eso, masacrar a 29 niños yemeníes a bombazo limpio, nos lleva a los golpes de pecho; pero si son sus padres los descuartizados, el éxito es reconocido, aunque la orfandad sea más dolorosa que la propia muerte del progenitor, porque el asesinado deja de sufrir, y a los hijos les queda el dolor de la miserable vida que les espera.

Beneplácito, pues, aunque los niños abandonados en la cleptocrática Saná, pasen toda su vida mendigando por las calles, durmiendo al abrigo de rincones y compartiendo mendrugos con los perros en las desiertas ruinas de Sayhut, Mocha o Aden, siendo presa fresca para depredadores sin escrúpulos que les pondrán un fusil en sus manos a cambio de un jergón y tres mondas de patatas.

No obstante, siempre queda a los mercaderes la macabra posibilidad de negociar con Abd Rabbuh Mansur al-Hadi la acogida de niños huérfanos yemaníes, como refugiados en el país de los vendedores de las bombas que han descuartizado a sus padres, siendo irónicamente inaceptable negarles una litera en los CARs. donde se hacinan los desheredados.

Para evitar más problemas bélico-comerciales entre las partes contratantes de las bombas láser matanceras, cabe sugerir al saudí rey Salmán que compre bombas neutrónicas para garantizar la aniquilación total de personas, preservando intactas las casas, puentes, dólares, corderos, trenes, pozos de petróleo y mezquitas, porque esos explosivos solo matan congéneres, limpiando las ciudades de miserables ratas humanas.

Quienes ordenan las matanzas y aprietan botones deben saber que la vida es el don más preciado de los bípedos humanos, y privarles violentamente de ella es el mayor delito que cometerse puede, por muy degradante que sea el comportamiento de los aniquilados, inmoral su actitud, deleznable su violencia, indecente su cinismo y obscena su conducta.

IN MEMORIAM

IN MEMORIAM

Tuvo Manuel Calvo Úbeda corazón grande, honestidad en bandolera, sabiduría con toga, alma generosa, cultura inquieta, memoria para el olvido, ágil pluma, espíritu disconforme, talento sustancial, vitalidad oratoria y fortaleza acorazada para luchar por la justicia.

Siendo la muerte inseparable de la vida y consecuencia de ella, no es posible acomodarse a su presencia por más que anuncie con antelación la visita, sin sublevarnos ante nuestro efímero paso por el mundo, sabiendo que impondrá su negra voluntad a nuestra inalcanzable aspiración de eternidad.

En el cementerio de cruces que guardo en el corazón desde niño, donde reposan las personas queridas que han partido, clava hoy la parca su estaca poniendo un aspa en la vida de mi querido Manolo, con vocación de permanencia en la memoria de quienes tuvimos ocasión de convivirlo, amigarlo y disfrutarlo, cuando entre nosotros estuvo.

Un nuevo manotazo tan cercano como certero, nos ha hecho rodar por la desesperanza, ante la huida de quien tuvimos cerca estimulando nuestro ánimo con tertulias inacabables, certeras reflexiones, generosidad de alma, sabia cordura y respetuosa discrepancia, que pincelaron de amistad nuestro camino hacia la paz y buen entendimiento.

Fue Manolo hombre de bien en su caminar por la tierra, que seguirá peregrinando en la memoria de quienes compartimos su vida, negando resurrecciones en consoladores paraísos celestiales, anunciados por el profeta en infantiles catequesis, sin propósito de enmienda.

Incansable en su empeño por estrechar amigos y enlazarlos, reunía a los jesuses con afanoso celo en el café mediamañanero del Bianco, donde acudía este intruso cariñosamente acogido y requerido para compartir fraternal tertulia, con receta asada de manzana reineta que el hortelano brindaba, tras cambiar la secretaría judicial por tierra jerteña.

Murió Manolo sin hacer públicas las cuartillas escritas durante años, hoy dormidas en carpetas precintadas por el silencio, donde hablaba sobre los grandes temas de la vida, como me dijo por teléfono poco antes de morir, advirtiéndome que la vida era simplemente un usufructo del cual gozábamos pasajeramente hasta que la parca nos llevaba al país de nunca jamás, donde el sueño imposible vigila la frontera para impedirnos llevar al otro lado lo que no sea recuerdo en la memoria de quienes nos amaron.

Ocupan espacio en mis estanterías varios libros puestos allí por él, y es buen momento para releer juntos el “catolicismo comentado a las ovejas”, y sonreírnos con respetuoso humor de lo contenido en sus renglones, como hicimos algunas tarde estivales en nuestras vecinas residencias de Varikyno, parando el tiempo en los relojes y haciendo de la tertulia un monte de Tabor donde agrupar a los buscadores de esperanza alejados de su paradero.

Hoy también doblan las campanas por muchos de nosotros viendo marchar a un gran humanistas de la abogacía salmantina, lector incansable en su tebaida doméstica, donde María Pilar puso todo lo necesario para hacer hogar, en medio de querellas, reclamaciones, herencias, defensas, capitulaciones, arbitrajes, representaciones y sentencias, entremezcladas con noches de insomnio, infatigable trabajo, decepciones judiciales, fatiga crónica, renuncias familiares, … y grandes satisfacciones, hasta hacer del despacho un santuario, donde el patriarca hubiera querido morir con un legajo entre las manos.

Vaya el testimonio público de sincera gratitud por su amistad, mi respeto a su honestidad profesional, la admiración a su obra, mi gratificación por su estímulo constante, el devoto reconocimiento a su empeño en leer mis libros y la gratitud por revelarme secretos de su alma grande, sin merecer por mi parte tanta generosidad.

Pierde Salamanca un talento natural, experto jurista, escritor anónimo, vecino singular, mentor de aprendices, juicioso ciudadano y sabio vital, que con su testimonio de honradez personal y celo profesional supo conciliar seriedad y simpatía, detestando el caciquismo para darnos oportunidad de seguir sus pasos.

Hijo de Miróbriga, que emigró a la capital norte arriba tras pasar por el seminario, en busca de futuro, conquistado en territorio hostil, siendo hombre machadianamente bueno que desafió el futuro con toga recién estrenada, sin padrinos, mecenas ni patronazgos.

Enemigo de pompas, vanidades, chatarrería social, halagos gratuitos y escaparate. Amante de la amistad y defensor de la verdad, hizo Manolo del trabajo su deleitosa religión esforzándose a ello cada día en incansable horario, acuciado por la gran pasión de su vida, a la que todo dio y de ella fue deudor, levantando con su trabajo un futurista puente a Eduardo, Elena y Charo, dignos continuadores y albaceas de su legado.

Como saben los que conmigo están, se me ha muerto de un zarpazo Manolo Calvo, prestigioso jurista, corazón descreído y hombre honrado, con quien tanto conversé, ideas compartí, deshonestidad condené, cinismo reprobé, noticias comenté y amistad disfruté, convencidos ambos que la vida es usufructo pasajero, obligándonos la muerte a emprender el gran viaje sin llevarnos nada de lo logrado y ligeros de equipaje con don Antonio, casi desnudos, como los hijos de la mar.

ASALTO A LA VIDA

ASALTO A LA VIDA

Un centenar de seres humanos procedentes de la hambruna han saltado la doble valla concertinada que limita el norte del sur en territorio africano español, besando con reverencia el suelo conquistado tras jornadas incansables de caminar huyendo del maldestino en que la fatalidad los dejó abandonados al pairo de la vida.

Asaltos que no detendrán las vallas europeas, ni los muros mejicanos, ni las tempestades mediterráneas, ni las muertes incesantes de las pateras, porque cuando las personas no tienen nada que perder están dispuestas a perderlo todo por conquistar un mundo donde se discute la calidad del chocolate mientras los asaltantes se muerden los codos de hambre.

Para comprenderlos es preciso poner el oído en su pecho y escuchar los latidos de su alma exiliada y el desgarrado grito silencioso de la soledad que les acosa con voz ronca de queja resignada y dolorida por la marginación y el desamparo, poniendo al descubierto la huella de las espuelas que el jinete de la miseria deja en su quebrada existencia.

Inmerecido destino del azar que se entretuvo en cuna de terciopelo, mientras la lluvia destilada en las chabolas maldecía el futuro de estos desesperados, humedeciendo con lágrimas enrojecidas el llanto enjaulado en la impotencia de quienes no han cometido otro delito que nacer al sur de la opulencia.

SEGUNDA OPORTUNIDAD

SEGUNDA OPORTUNIDAD

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La madurez despierta con experiencia ignorada en juventud dormida, cuando se desconoce la fugacidad de la vida que se lleva por delante la historia personal, considerada interminable en años de turbulencia, inseguridad, valentía inconsciente, fantasmas imaginarios y estraperlo sexual.

Todo ello concluye en la madurez, dándonos oportunidad de reacción ante lo indeseable y permitiendo rectificar los errores cometidos, volteando la hoja para ver la cara oculta de la vida y emprender otro camino diferente al recorrido con tropezones.

La madurez permite aplicar todo lo aprendido en las década vividas, evitando arrepentimientos por repetición de actitudes que llevaron a insatisfacciones personales, quebrantos sociales o disgustos familiares, consecuencia de la inexperiencia vital en años de verdores existenciales.

El aprendizaje de vida es cultura intransferible, adquirida en lucha constante por satisfacer el deseo inalcanzable de supervivencia más allá de lo inevitable, ilustrada con imágenes de una realidad irrecuperable que ha de servirnos como punto de arranque y fuerza para vencer el desvalimiento y la incertidumbre en la irredimible certeza del insomnio, cumpliendo sueños para ganar el futuro.

PRESAGIO DE MIRADAS

PRESAGIO DE MIRADAS

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¿Qué nos hace mirar de frente a alguien antes de invitarle a recorrer juntos la vida? ¿Qué vemos cuando miramos de reojo a otra persona antes de contemplarla detenidamente por segunda vez? ¿Qué nos llama la atención de un ser semejante antes de tener el primer encuentro con él? ¿Qué sucede después?

En los tres primeros segundos del encuentro, sorprenden los ojos, el gesto, la sonrisa, el peinado y la ropa. Luego su voz, el estilo y la finura. Pero más allá del minuto, todo ello pasa a segundo plano cediendo el espacio a bondades que llevan a la felicidad, porque lo esencial solo es visible con ojos del corazón, como anticipó Exupéry.

Comienza entonces a seducir la seguridad en las convicciones compartidas, la voluntad de hacer juntos lo imposible, el deseo de volar por encima de rumores, el impulso de arriesgar ante lo imprevisible y la certeza del tropiezo cuando se toma la decisión de caminar al lado de alguien, porque solo se trastabilla el que avanza.

Más tarde, sin pretenderlo, llegan de puntillas las confidencias a media voz en rincones apartados de tabernas solitarias, testificando el vino la vulnerable declaración de sentimientos, temores, afanes, debilidades, ilusiones y proyectos, iluminando las pupilas de forma inesperada en el reflejo de las miradas, habilitando el deseo.

Estando aquí, poco tarda en llegar el primer beso furtivo rozando inadvertidamente los labios, la caricia perdida en un descuido, el sonrojo aterciopelado en las mejillas, la risa nerviosa sin justificación aparente, el sacudimiento interno percibido y la complicidad, presagio del encuentro definitivo.

Preludios de amor que concluyen en vocaciones de pertenencia mutua con intención duradera, aunque la eternidad pretendida concluya antes de que la parca determine la partida de quien fue en el comienzo sorpresa desprevenida, fortuito encuentro, transversal futuro y redención que alteró inesperadamente el ritmo de la sangre, provocando extrasístoles desconocidos hasta sobrepasar la frontera de la piel.

APRENDIENDO A ENVEJECER

APRENDIENDO A ENVEJECER

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Se es niño sin pretenderlo, joven sin esfuerzo y adulto sin pensarlo, pero a la cuarta edad se llega con el diario de la vida escrito hasta la penúltima página, con casi todo aprendido y los exámenes aprobados, dispuestos a prepararnos para la prueba final que la vida nos pondrá, tras la convocatoria que nos hizo al traernos al mundo.

Toca, pues, aprender a envejecer con la salud menguada, pero con la ilusión de permanencia intacta hasta llegar a la última página de nuestro diario, goteando día a día momentos de felicidad en el camino hacia la estación término, para confundir a la parca que nos robará la sonrisa cuando un golpe desafortunado altere el ritmo de la sangre o el capricho del azar enloquezca las células bajo la piel que nos cubre.

Ahora toca poner de acuerdo estómago y cerebro para que no se interfieran en el camino a la felicidad. Es el momento de conciliar cuerpo y sentido, para que el primero no pida lo que el otro niega, y este compense la mengua de vigor. Deben unirse razones y razón para que el maridaje unifique los argumentos. Y conciliar deseo y posibilidades para no caer en el desánimo y la frustración.

En la antesala de la vejez toca recuperar el tiempo perdido en ambiciones decapitadas y metas sin futuro. Es hora de renunciar a provocaciones inútiles. Momento de rehusar a ilusiones imposibles. Ocasión de superar discrepancias estériles. Y oportunidad de abandonar quimeras inalcanzables, porque el tiempo apremia y la felicidad escasea.

Camino de la vejez no conviene perder energías en cuestiones que no merezcan el esfuerzo que demandan, sino de aprovechar la vitalidad que resta para hacer posible el milagro de gozar la vida nueva que comienza, sin pretenciosos sonsonetes para levantar el ánimo, aunque amanezca con las tres heridas del poeta: la del amor, la de la muerte y la de la vida.