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DICTADURA EMPRESARIAL MOTORIZADA

DICTADURA EMPRESARIAL MOTORIZADA

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El dominio que tuvieron durante muchos años los caminos de hierro por donde circulaban trenes y tranvías, dio paso a la dictadura del motor de cuatro tiempos, cuando se abrazaron Henry Ford, Harvey Firestone y Rockefeller, sellando un pacto para desterrar los railes e imponer el dominio del asfalto para los vehículos que salieran de sus fábricas de motores y neumáticos.

Lo que en principio fue un negocio menor, se multiplicó cuando se unieron a ese trío de fabricantes las empresas productoras del petróleo, encargadas de extraer y transformar el crudo en combustible para ser quemado en los motores que salían de la Ford Motor Company, rodando sobre neumáticos de caucho procedente de Firestone Tire and Rubber Company.

El resultado de aquel abrazo empresarial es bien conocido desde el Ártico al Antártico: infinitas millas de carreteras, surtidores de gasolina en el Cañón del Colorado, millones de kilómetros de autopistas, contaminación atmosférica progresiva y más muertos que en la guerra del Peloponeso.

La British Petroleum se puso a la cabeza en el ranking mundial de grupos industriales, seguida por la General Motors americana, dominando ambas los gobiernos, Universidades y entidades bancarias, al tiempo que coagulaban cualquier proyecto de investigación alternativo a sus motores y explotaciones petrolíferas, que hicieron megamultimillonarios sus beneficios empresariales.

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

PRIMER LÍMITE DE VELOCIDAD

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El abandono de carrozas y diligencias de caballos en beneficio de los vehículos a motor no fue fácil y tuvo sus reticencias, porque en los inicios de la mecanización vial explotó la caldera de un vehículo con motor a vapor, matando a cinco viajeros y dejando malheridos a otros tantos, obligando a las autoridades a restringir la velocidad de aquellos artilugios autopropulsados.

Sabiendo los británicos que las balas y los vehículos eran inofensivos por ellos mismos, y que su capacidad para matar estaba en la velocidad que llevaban los proyectiles y coches, decidió su Parlamento reducir a mínimos la aceleración de los coches, aprobando el 5 de julio de 1865 la primera ley que limitaba la velocidad de circulación de las vaporosas y pavorosas máquinas, por la izquierda de sus carreteras.

Ley restrictiva, severa y sancionadora, que impedía a los británicos circular con sus vehículos a más velocidad de los 6 kilómetros por hora autorizados por la norma legal  parlamentaria, una vez contabilizado el número de víctimas ocasionado por la circulación vial en sus rutas.

No contentos con la restricción de velocidad, obligaron a que corriera delante del vehículo una persona agitando una bandera roja para alertar a los peatones del grave peligro que se avecinaba, manteniendo esta exigencia durante años, con grave perjuicio para la recién llegada industria automovilística de combustión interna, que sufrió un parón recordado con dolor por las empresas del sector.

Esto llevó a un retraso industrial que fue aprovechado por empresas viales francesas, alemanas y estadounidenses, adelantándose en progreso, beneficios y servicios a los británicos, hasta el punto de provocar un gran enfado en el científico Thomas Alva Edison, que reprochó a los británicos tal medida, teniendo tan buenos ingenieros y carreteras, no aprovechados debido a pacatos prejuicios inexplicables que les llevaron a la cola de industria automovilística.