IVÁN EL TERRIBLE
El jueves 28 de agosto de 1530 los vecinos de Kolómenskoye celebraron el nacimiento del primer zar en casa de su vecino Vasíllevich, sin saber que festejaban la llegada al mundo de un terrible ser humano aterrorizador del pueblo ruso durante los cincuenta años que duró su reinado.
Al morir la primera de sus siete esposas, el déspota Iván sufrió el primer desvarío mental arrojando perros vivos desde torres y campanarios, entregando luego el cuerpo del príncipe Shuiski y del arzobispo Leonid a los animales que sobrevivían para que se alimentaran a dentellada limpia con carne humana noble y santa, mientras él rezaba el rosario para acrecentar su exacerbada y delirante religiosidad
Devastó ciudades, mató de un bastonazo a su primogénito, condenó a muerte a un príncipe homosexual, descuartizó con un hacha a los príncipes Nikolai Telepnev y Snuyon, ahogó en un río a su primo Vladimir, envenenó a cinco de sus esposas, decapitó prisioneros de guerra, empaló rebeldes y liquidó a miles de súbditos, sin temblarle la mano ni tartamudear, mereciendo ser llamado “el terrible”.
Eso sí, para agradar a Dios y cristianizar al pueblo, levantó en Moscú el gran templo de San Basilio, antes de trasladar la corte a su refugio privado de Aleksándrovskaya Slobodá, donde se pasaba horas rezando en el oratorio para ganar la vida eterna, siendo bendecido e indultado por prelados y príncipes de la Iglesia.