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ALUMNOIDES

ALUMNOIDES

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Los primeros pasos del curso escolar dan pie a reflexionar sobre una subespecie de la raza humana, perteneciente sin mérito alguno a la fauna estudiantil, que de nuevo ocupará los pupitres escolares este año, creyéndose con derecho a cuanto se le antoje, aunque nada merezcan estos antojadizos seres.

Me refiero a los alumnoides, ese grupoide deformado de escolares que tanto perturba en los centros escolares a profesores, funcionarios administrativos, conserjes y propios compañeros de pupitre, que pasan por las aulas sin recibir el trato escolar que merecen, por razones que no hacen al caso.

Se habla en exceso de los profesores, menos de los alumnos y casi nada de tal subespecie, que ha proliferado últimamente en las aulas, en muchos casos amparada por los padres de tales animalitos, silenciada por sus compañeros y desconocida para la soiedad, que nada sabe de lo que presume ser experta.

Los alumnoides mantienen actitudes antropoideas heredadas de sus antepasados arbóreos, ocupando un escalón evolutivo inferior a la raza humana que los mantiene en estado salvaje mental, aunque vistan a la moda de los bípedos racionales, hablen su lenguaje, coman en platos de porcelana y se acomoden en pupitres en vez de mantenerse colgados de las ramas arbóreas como correspondería a su estado.

No es que los alumnoides sean vagos – que lo son – gandules de oficio, no. Eso no es lo peor, sino que utilizan su cerebro para buscar fórmulas que perturben la convivenia escolar, alteren el desarrollo de las clases, conculquen la disciplina académica, vulneren derechos de los demás y quebranten las normas impunemente por mandato personal.

Es hora de remangarse y poner en su sitio a esta minoría de alumnoides que cada día van ganando más espacio en los centros educativos, tratando de hacerse con todo el espacio cuando se trata de un pequeño grupo de perturbadores, por notorios que sean sus desmanes y tolerante el sistema que se los permite.

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

Nadie duda que la Historia, – así, con mayúscula -, juzgará con el máximo rigor y desprecio a los políticos pseudócratas de las últimas hornadas, aunque a ninguno de ellos les inquiete la irremediable condena que recibirán en las páginas de los libros, porque cuando esto suceda ya descansarán todos al Valle de Josaphat.

Abochorna el espíritu y encoleriza el ánimo, la fauna descerebrada que está decidiendo en los últimos años sobre nuestras vidas, sin que tales mostrencos perciban los grandes pecados que están cometiendo contra los sectores más débiles de la sociedad.

Son ellos quienes están arruinado la moral y el bolsillo del pueblo, con un descaro merecedor del fuego eterno, aunque éste sólo exista en la mente de los cómplices que reparten bendiciones para mantener intacto el cepillo subvencional.

El desplome ético de la clase dirigente ha llevado al abuso de poder, a la incompetencia y la corrupción, abriendo las puertas a un insultante nepotismo y amiguismo que ha otorgado poltronas a vagos e incompetentes despilfarradores el dinero que teníamos en la hucha, mientras entretenían el tiempo bombardeando la convivencia social y causando un daño irreparable a la convivencia ciudadana, con asquerosas y repugnantes politiquerías de patio de vecinas.