EL INCOMPRENDIDO URDANGARÍN
Las declaraciones hechas por el abogado del yernísimo, Pascual Vives, han producido un alboroto injustificado porque nadie ha comprendido las lógicas razones que han enojado al marido de la infanta Cristina de Borbón.
Al parecer el señor Urdangarín está indignado por lo que está sucediendo, y tiene sobrados argumentos para ello, aunque la cortedad mental de los ciudadanos les impida comprenderlo y se hayan irritado sin razones justificadas.
Igualmente, se ha puesto en guardia el colectivo de incultos “indignados” al descubrir un topo entre sus filas, pidiendo el linchamiento del duque, sin percibir que es uno de sus más prestigiosos militantes.
Torpes tertulianos de las ondas también se han añadido a la lista de encolerizados, llevando de la mano a lerdos columnistas periodísticos, mientras los políticos siguen confiando en la justicia, sin tirarse a la piscina.
Nadie comprende que el señor Urdangarín esté indignado porque su suegro haya borrado de las fotografías su atlético talle, sin permitirle exhibir sus abdominales, tan firmes y duros como su cara.
El yernísimo está indignado porque su cuñado le ha negado el saludo después de enseñarle a jugar al balonmano y adiestrarle en técnicas de supervivencia política cuando el suelo está resbaladizo por la mierda que uno mismo destila.
El duque consorte está indignado porque su esposa permanece en paradero desconocido sin dar la cara por él, pretendiendo hacer creer a los súbditos de su padre que ha compartido colchón con el indignado, pero no su opinión.
El consejero y presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica para Latinoamérica y Estados Unidos está indignado porque teme que la empresa deje de pagarle el millón de euros anuales y el costoso alquiler del lujoso palacete colonial que habita en Washington.
El presidente del Instituto Nóos esta indignado porque le han pillado con las manos en la caja institucional que alimentamos todos los españoles, sin dejarle terminar la faena que había comenzado hace años.
El yernísimo esta indignado con las declaraciones de Spottorno porque él no es “más o menos tonto”, sino listillo, muy listillo, como están poniendo al descubierto los malvados medios de comunicación, verdaderos responsables de todas sus fechorías.
MATAR AL MENSAJERO
Entre los deportes que practica el señor Urdangarín desde que dejó profesionalmente el balonmano para dedicarse a los negocios institucionales, destacan especialmente el de hacer footing mañanero por las calles nevadas de Washington y el de matar al mensajero.
Parece claro que el primero de ellos lo practica para coger fondo y masa muscular por si se lesiona ejercitando el segundo, viéndose obligado a moverse durante unos años en el reducido espacio de una patio carcelario, si todo es como dicen los medios de comunicación que es.
El yernísimo pretende cambiar la realidad por su contrario, invirtiendo el orden de las cosas para hacernos creer que las noticias anteceden a los hechos cuando en realidad son ellas la causa y el origen de éstos. Pues no, no es así, querido amigo. Primero suceden los hechos y después se cuentan, careciendo el narrador de culpa alguna en los actos que describe.
En su afán por seguir engañando al personal, el marido de la duquesa pretende insultar la inteligencia de los súbditos reales invirtiendo la secuencia para hacer creer a los vasallos del suegro que la bomba encontrada en los cimientos del Palacio de la Zarzuela la han puesto quienes han descubierto el explosivo depositado allí por él.
Basta leer el comunicado telefónico hecho ayer por el duque consorte a la agencia Efe desde su dorado exilio americano, para fortalecernos en la idea que tenemos sobre la catadura de tan escurridizo personaje.
El presunto carterista de guante regio se lamenta cínicamente en su comunicado de los daños que están causando a la familia real las informaciones y comentarios aparecidos en los medios de comunicación, pretendiendo con ello culpar al mensajero de las tropelías supuestamente realizadas por él.
Tiene gracia. No, perdón, como diría el cartagenero Trillo: ¡Manda huevos con el chaval!
EL YERNÍSIMO, VIGILADO
¿Qué habrá hecho el Iñaki para que un grupo de policías al mando del fiscal anticorrupción de Baleares hayan registrado la sede barcelonesa del Instituto Noos, inventado por el duque de Palma? ¿Qué tendrá detrás de la oreja el juez instructor del caso Palma Arena para ordenar semejante registro? ¿Cuál fue la actividad empresarial de mecenazgo realizada por el esposo de la infanta durante años? ¿Qué relación contractual mantuvo el deportista con ciertas instituciones públicas?
¡Ay, madre!, que como esto siga así, le va a tocar intervenir al suegro.
Al parecer, la promotora inmobiliaria de los duques facturó 116.000 euros al Instituto con motivo de unas jornadas turísticas, y el Noos recibió 2,3 millones de euros del Govern balear por unas conferencias que el emigrado a Washington justificó con gastos falsos. ¡Bien por el chico!
Sujeto listo el Urdangarín, aunque la antigua novia que dejó plantada a la mismísima puerta del altar piense lo contrario y sus compañeros de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica para Latinoamérica y los Estados Unidos, se teman lo peor para su jefe más inmediato.
El día que los políticos descorran la cremallera y nos cuenten las travesuras que se organizan en palacio, antes, durante y después de las comidas. El día que los medios de comunicación tiren de la manta y los fieles cortesanos recuperen de la mudez transitoria que padecen, más de uno se va a arrepentir de haber aplaudido tanto al heredero de la dictadura.
Hijo político del Caudillo, que el generalísimo nos impuso en 1947 como rey a través de la Ley de Sucesión. Norma legal denunciada por el padre del monarca, heredero legítimo al trono, al verse de pronto descompuesto y sin corona
Monarca que asentó Franco, y monarquía que nos dejó atada, y bien atada, sin que nadie haya dicho esta boca es mía, ni los demócratas se hayan ocupado en desatar el último nudo que nos queda de la dictadura. Asignatura pendiente, que la historia no sabrá cómo explicar a los españoles del siglo XXIII.