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Etiqueta: Unamuno

ANIVERSARIO REPUBLICANO

ANIVERSARIO REPUBLICANO

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Hace hoy ochenta y tres años que Unamuno proclamó la Segunda República Española en la Casa del Pueblo de la Federación Obrera salmantina, y más tarde desde el balcón del Ayuntamiento, recibiendo vítores y ovaciones de los miles de ciudadanos que abarrotaban el ágora charra, antes de ser nombrado alcalde honorario perpetuo del Concejo salmantino.

En el aniversario de la República, conviene recordar que ésta no tuvo rabo, ni piel de exclusivo color rojo, ni apestaba a azufre recién quemado, ni fue dañina para la salud, ni estuvo contaminada de maldad, ni traicionó nada, ni estafó a nadie, ni tuvo cuernos de macho cabrío, ni topó contra los derechos ciudadanos, ni arañó dignidades nacionales.

Fue la República estímulo cultural, manantial de intelectualidad, fuente de creatividad y esperanza de conquistas sociales, que cristalizaron en la reducción del analfabetismo, el fomento de la participación, la mejora sanitaria, el desarrollo industrial y la consagración de libertades.

Con la Segunda República se revivió en el país un nuevo Siglo de Oro, acumulando escritores, pensadores, músicos, científicos y artistas de reconocida talla mundial, que promocionaron en el mundo la marca España con una fiabilidad muy superior a la pretendida en estos tiempos de impunidad y corruptelas.

Trajo la Segunda República el sufragio universal, las Cortes unicamerales, los jurados populares, la reducción del centralismo, los derechos laborales, la legalización del divorcio, la verdadera aconfesionalidad del Estado y la protección de familias, ancianos, enfermos y niños.

Eso fue la República, y no otra cosa como tratan de hacernos creer los cortesanos a quienes aspiramos a organizar el Estado con una autoridad elegida por nosotros, eliminando privilegios hereditarios propios de tribus perdidas y desvalidas, incapaces de moderarse porque la cultura les falta y les sobra inmadurez.

DESTIERRO DE UNAMUNO

DESTIERRO DE UNAMUNO

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Los artículos de Unamuno contra el Rey y el Directorio militar, provocaron que un día como hoy del año 1924, Alfonso XIII y el general Primo de Rivera decretaran su destierro en la Gaceta de Madrid: “Acordado por el Directorio Militar el destierro a Fuerteventura de D. Miguel de Unamuno y Jugo, S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer: 1º. Que el referido señor cese en los cargos de Vicerrector de la Universidad de Salamanca y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma; y 2º. Que quede suspenso de empleo y sueldo en el de Catedrático de la expresada Universidad”.

Unamuno tuvo noticia oficial del destierro el día anterior a las ocho y veinticinco de la noche, cuando se presentó en su casa de Bordadores el comisario de policía con la orden del coronel gobernador civil, cumpliendo la instrucción recibida del Directorio que le condenaba, dándose el maestro por enterado.

Se le dio un plazo de 24 horas para abandonar Salamanca, optando Unamuno por salir el jueves día 21 hacia Madrid en el tren de las dos de la tarde, como primera etapa de su viaje a la isla, después de dar sus clases por la mañana con toda normalidad, despidiéndose luego de alumnos y profesores.

Llegó a la estación del ferrocarril acompañado de su familia y amigos íntimos, encontrándose en el andén con multitud de gente que fue a despedirlo vitoreándole durante los veinte minutos que tardó en salir el tren, a pesar de la nevada que caía.

Cuando llegó la hora de partir, don Miguel besó a su mujer e hijos y subió a un coche de primera clase entre aplausos de la gente, pronunciando desde la ventanilla unas palabras de afecto y gratitud, exhortando a los presentes a que cultivaran la inteligencia, diciéndoles: “Volveré, no con mi libertad, que nada vale, sino con la vuestra”.

A continuación arrancó el tren, y la multitud agitó sus sombreros, correspondiendo Unamuno desde la ventanilla despidiendo emocionado a todos con su mano derecha, mientras los aplausos y vítores se perdían en el aire a medida que se alejaba el tren.

Los seis años de destierro fue el digno precio que pagó don Miguel por su inconformismo, crítica y rebeldía contra el poder, como testimonial ejemplo de compromiso intelectual, tan escaso hoy día entre nuestros hipotéticos pensadores, sabios y eruditos.

HOMENAJE A UNAMUNO

HOMENAJE A UNAMUNO

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He sido invitado por el Ayuntamiento de Salamanca a pronunciar un breve discurso frente a la casona de Bordadores, con motivo del septuagésimo séptimo aniversario de la muerte de Miguel de Unamuno y Jugo, en el acto que cada año organiza el Consistorio para homenajear al personaje.

A las cuatro de la tarde del jueves 31 de diciembre de 1936, caía nuestro hombre de bruces sobre la camilla de su casa, herido de muerte a causa del “mal de España”, aunque el doctor Adolfo Núñez certificara que murió por una hemorragia bulbar, en plena guerra incivil española, con el alma ensangrentada de dolor.

Ese día enmudeció una de las voces más sabias de nuestra historia; un liberal socialista con ideario político sin ataduras partidistas; un intelectual comprometido con la liberación de obreros y campesinos; un republicano decepcionado con los gobiernos republicanos; un padre espiritual de sus alumnos; y un profesor excepcional.

Padre que concilió la bondad doméstica con la firmeza paterna; político leal con la verdad y el servicio público; maestro benevolente en la cátedra y exigente en el trabajo; agitador de conciencias dormidas; formador de espíritus rebeldes; luchador por la justicia; rector diligente; hombre sabio, rebelde, honrado, generoso, inconformista, sincero y, sobre todo, leal a sí mismo, a su familia, a su profesión y a sus amigos.

A quien fue Catedrático de la Universidad de Salamanca, Rector vitalicio de la misma, diputado nacional en las Cortes Constituyentes de la segunda República, concejal electo del Ayuntamiento de Salamanca, alcalde honorario perpetuo del mismo, presidente del Consejo de Instrucción, Ciudadano de Honor de la República, doctor honoris causa por las Universidades de Oxford y Grenoble; presidente de la Liga de Derechos del Hombre; candidato a Premio Nobel; presidente del Ateneo; presidente del Casino; presidente de la Federación Obrera; novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, filósofo, articulista, crítico literario, prologuista y dibujante, evocamos hoy en esta humilde bitácora al cumplirse setenta y siete años de su muerte.

A este luchador contra todo y contra todos, incomprendido por todos, víctima mortal de la guerra y protagonista sin pretenderlo de la tragedia griega que le tocó vivir entre dos cruentas guerras civiles, vaya este abrazo filial hasta el nicho donde descansa su cuerpo cansado de tanto bregar, mientras su alma deambula por los corredores de un misterioso hogar, sin encontrar respuesta a los interrogantes que atormentaron su vida.

BILBAO HUELE A UNAMUNO

BILBAO HUELE A UNAMUNO

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Hasta Bilbao me ha traído su Ayuntamiento para hablar de Unamuno a los paisanos del vasco más universal, que elogió su ciudad de nacimiento hasta el punto de hacer imposible comprender la villa del Nervión sin su presencia.

Acomodó Unamuno en Bilbao el origen, cuna de cuanto fue y crisol de esperanzas que cristalizaron luego en Salamanca. Pero fue Bilbao, villa fuerte y febril, hija del abrazo del mar con las montañas, cuna de ambiciosos mercaderes, esperanza por venir, hogar de su alma y tierra donde posó su joven corazón, para que hiciera de él cuanto fue.

Y en Bilbao quedó su alma, manantial de fuerza espiritual y nutriente de inextinguibles ansias y anhelos insaciables. El mirador de la vida con labios de madre que dejó en su espíritu historias de eternidad. Relicario de memorias infantiles palpitantes en su bochito, el suyo, que guardó el mundo de su infancia y juventud. Nido de niñez, rincón querido, en que ensayó con ansia el primer vuelo, entregándonos el alma de la edad primera donde se albergan recuerdos de esperanza y de consuelo, cuando era inesperaba la eternidad que guardaba el  porvenir.

Pocas cosas más melancólicamente sugestivas que volver al viejo hogar nativo del sentidor, donde rodó su cuna en los días en que no creía en la muerte. Retorno al cuarto de su infancia y a la cama que le brindaba reposo, como a un altar de ensueños, ilusiones y anhelos.

Tendido sobre tal relicario, acuden a la memoria recuerdos de su infancia, mientras el txistu desgrana ecos derritiendo el silencio, para traerme la primera nota de su vida.

ESPAÑOLES

ESPAÑOLES

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Se han ocupado los intelectuales españoles de los últimos siglos en desentrañar el misterio que esconde el alma española, poniendo al descubierto algunas de sus cualidades más representativas, sin excluir el resto de aquellas consideradas menores.

¿Qué determina el ser español? ¿Cuál es la forma de ser, sentir, soñar, vivir y morir de los españoles? ¿Cómo nos relacionamos? ¿En qué nos parecemos y diferenciamos del resto de terrícolas?

Resumamos las respuestas a estas preguntas diciendo con Américo que los españoles somos el producto resultante de fundir cristianos, moros y judíos en un sola raza, con predominio de los primeros, desde que los católicos reyes acabaron con los moros y expulsaron a los judíos del territorio conquistado.

Los actuales ocupantes de la piel de toro procedemos de cruces, recruces y contracruces, religiosas, sanguíneas y políticas, llevadas a cabo por visigodos, musulmanes y hebreos, aliñados con guerras civiles, disputas vecinales, enfrentamientos sociales y desencuentros locales, durante muchos siglos de nuestra historia.

De semejante olla a presión surgimos los españoles del siglo XXI, con muchas guerras civiles latiéndonos en el pecho, sin poder deslindar las tres sangres que llevamos en las venas, derramándolas para cumplir una maldición que sobre nosotros pesa, como pesa la envidia, el individualismo, la desobediencia y la discordia.

Envidia como pecado capital que nos acompaña desde que los íberos se instalaron en Atapuerca, íntima gangrena del espíritu español para Unamuno. Individualismo, cáncer disociativo fruto de la sucesiva fragmentación en mitades sucesivas, hasta llegar a los comportamientos estancos que decía Ortega. Desobediencia, rémora de progreso y encuentro, traducida en críticas y posturas en contra, pero sin autocrítica. Y discordia, extraña afición que Goya expresó a garrotazos en la Quinta del Sordo.

HACIA LA TERCERA REPÚBLICA

HACIA LA TERCERA REPÚBLICA

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Hoy se cumple ochenta y dos años de la proclamación de la 2ª República Española, y es bueno recordar que fue Unamuno quien proclamó la República en Salamanca desde el balcón del Ayuntamiento, aquella lejana tarde del 14 de abril de 1931, antes de ser nombrado alcalde honorario a perpetuidad del concejo salmantino.

Advertimos, a quien no lo sepa, que la República trajo la modernidad social a España, impulsó económicamente el país y promovió la cultura por encima de otros países europeos, hasta el punto de alcanzar la literatura y el arte niveles que permitieron hablar de la segunda Edad de Oro de la cultura hispánica, con Picasso, Unamuno, Ortega, Madariaga, Lorca, Pidal, Machado y tantos otros intelectuales y artistas que engrandecieron la patria.

La República consagró el sufragio universal, liberó a las mujeres de cadenas seculares, estableció las Cortes unicamerales, instauró el Tribunal de Garantías Constitucionales, promovió los jurados populares, reforzó el referéndum, reorganizó territorialmente el Estado reduciendo el centralismo, incorporó el derecho al trabajo, la protección de la familia, de los ancianos, los enfermos y la infancia, formalizó el divorcio, estableció la absoluta laicidad y aconfesionalidad del Estado, suprimiendo los beneficios estatales de las distintas religiones.

Si ponemos el acento en la educación, baste decir que sólo en 1931 se crearon más de 7.000 nuevas escuelas en un país con atroces desigualdades sociales, cuyo analfabetismo rondaba el 38%. Y lo que es más importante para nuestros desahuciados, “preferenciados”, parados, hambrientos, explotados, empobrecidos y estafados ciudadanos: subordinó la propiedad privada a los intereses ciudadanos.

Todo esto, y más, fue la República, y no lo que en las escuelas contó el anterior régimen y repiten sus herederos, empeñados en asociar República con guerra, izquierda revolucionaria, vandalismo, desorden y barbarie, cuando se trata simplemente de una forma de organizar el Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos, eludiendo privilegios hereditarios propios de tribus infantiles y desvalidas, incapaces de moderarse porque la cultura les falta y les sobra inmadurez.

Anticipémonos, pues, al tiempo y evitemos que las generaciones futuras nos reprochen consentir que la máxima autoridad del Estado sea hereditaria, eterna, inviolable e irresponsable, como disponen los artículos 56 y 57 de nuestra Constitución, porque ya en 1931 la Constitución republicana establecía en sus artículos 71, 82 y 85 que el mandato del Jefe del Estado fuera por seis años solamente, que podría ser destituido si hacía lo que no debía y que era criminalmente responsable de sus obligaciones, anticipando que una ley de carácter constitucional determinaría el procedimiento a seguir para demandar la responsabilidad criminal del Presidente de la República.

DOMINGO REPUBLICANO DE UNAMUNO

DOMINGO REPUBLICANO DE UNAMUNO

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Hace hoy 83 años fue un gran día republicano porque las elecciones municipales celebradas el domingo 12 de abril de 1931 abrieron las puertas a la Segunda República Española y eliminaron barreras políticas fronterizas para que el abuelo del actual rey Juan Carlos no tuviera problemas para salir corriendo de España.

Unamuno pasó gran parte de la jornada en la Casa del Pueblo, hasta que se supo el primer resultado del escrutinio, en que todos los allí presentes pidieron entre vítores y ovaciones que hablara el maestro, tomando la palabra para decir a los salmantinos que abarrotaban salones y pasillos de la Casa:

«Hombres, y vosotras, mujeres, que habéis sabido cumplir con un deber de ciudadanía, echando de vuestras casas a los que querían explotar vuestra miseria y creían que Salamanca seguía siendo un pueblo de mendigos y pordioseros. Recibid un saludo cordial y fervoroso. Aquí no han quedado más mendigos que los que lo son de profesión, los de las órdenes mendicantes. Hasta en distritos conventuales, donde más se ha dejado sentir la influencia de la mendicidad y la pordiosería, ha sido hermosa vuestra unanimidad al votar, porque habéis votado por un ideal. 

Entraremos en la Casa de la Villa como representantes del pueblo, como representantes  comunales, porque no nos asusta el comunismo, ya que los Comuneros de Castilla no fueron otra cosa que comunistas… Entraremos, digo, en la Casa de la Villa, y yo os aseguro que, por mi parte, haré todo lo que pueda porque no nos presida el consabido retrato. Dijo un día que si los españoles queríamos la República, que la ganáramos en la calle. ¡Pues que baje él a la calle!

Y, ahora, mucha serenidad y tranquilidad; a ser, ante todo, ¡hombres!, a no doblegar la cerviz ante los poderes que carecen de autoridad. Tened civismo, y, sobre todo, hombría. El provenir es nuestro. Termino y vuelvo a repetir: “Desde este momento queda virtualmente proclamada en Salamanca, la República”.