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Etiqueta: tijeretazos

ZAPATEIRA

ZAPATEIRA

Unknown

Cuando digo Zapateira no me refiero a la fémina gallega que repara los zapatos, sino a un privilegiado campo coruñés enclavado en el monte que le da su nombre, al que se llega ascendiendo por el asfalto entre lujosas mansiones y salvando la locura acelerada de conductores homicidas.

Terreno urbanizado con caminos de verde hierba cortada que serpentean entre eucaliptos de altura y pequeños lagos, haciendo las delicias de quienes pasean por sus amplias calles alfombradas dando golpes a una pequeña esfera, con intención de introducirla en un discreto agujero situado en la zona más caprichosa de una ingrata planicie, dando el menor número posible de golpes.

Feliz lugar de reposo mental y placentero esfuerzo físico, compartido por ociosos seres humanos que viajan por caminos paralelos a la crisis pero sin sufrir contaminación por ella ni ver recortado el micro estado del bienestar donde se mantienen, a pesar de los tijeretazos dados por un paisano de la tierra donde se encuentra este privilegiado espacio deportivo.

Tees de salida ajardinados con hortensias multicolores, lagos donde la patena del agua rompe su espejo inmaculado por el violento impacto de bolas descarriadas que provocan la ira de los malos aficionados, continuas subidas monte arriba y bajadas por laderas de sufridora pendiente, hacen de la Zapateira un buen lugar para que dos paseantes acompañen al golfo que golfea con pretensión de ser golfista.

Golpe arriba o abajo, con menos de quinientos porrazos se superan la cuesta del hoyo 1; la precipitada bajada del 5; el lago come-bolas del 14; los interminables kilómetros del 4; y las inexpugnables defensas del 18, desde donde los curiosos contemplan la llegada de los jugadores, tomándose una copa de albariño en grata compañía, como hicieron los peregrinos al terminar el recorrido por el privilegiado espacio donde no queda rastro del innombrable.

RAJOYTADA

RAJOYTADA

He quedado estupefacto con la amenaza hecha por el presidente de que transformará los consejos de ministros en viernes de dolores, anticipando macabros recortes para amargarnos la vida sin determinar cuáles serán éstos, ni aclarar las funestas sorpresas que nos tiene reservadas para sucesivos fines de semana.

No pienso que don Mariano nos odie, no. Pero estoy convencido que nos ama a su manera, que es la forma de amar de quienes castigan a los demás por su bien. El bien suyo, claro, aunque pretenda hacernos creer que las sanciones nos benefician a los sufridores porque así aprenderemos a ser buenos.

Lo más elocuente de sus palabras es que dice poco y esconde mucho, tal vez por miedo a que se le entienda y podamos descubrir sus intenciones. ¿O no las tiene? Lo que sí nos ha dejado claro es que son otros quienes tienen la culpa de todo, poniendo el látigo en su mano para que nos flagele los viernes con nuevos tijeretazos.

Los cambios de criterio; las idas y venidas; las digos y los diegos; las subidas y bajadas, son consecuencia de su claridad de ideas, aunque nadie lo comprenda. Y los intentos para que aguantemos los tortazos en silencio y soportemos el hartazgo con resignación cristiana en nuestras casas, tienen por finalidad adueñarse de la calle, siguiendo los pasos de su maestro y padrino.

Él y sus colaboradores prometieron durante años tener en la cartera soluciones mágicas, nunca confesadas, para sacarnos del purgatorio socialista, y empezamos a ver con decepción que nos están metiendo en el infierno popular.

Quienes en nuestra adolescencia cumplimos fielmente con la Eucaristía comulgando los primeros viernes de mes para alcanzar la salvación eterna, ahora seguimos recibiendo  hostias todos los viernes en esta contrarreforma política que amenaza con dejar inservibles las promesas  de redención.

Lo que causa estupor es el envío masivo de trabajadores a las tinieblas, con la indiferencia de los caracoles. Lo que indigna es la metedura de mano en los monederos domésticos, sin mover una pestaña. Lo que provoca estupefacción es la defensa de la sangría como la única solución al calvario. Lo que produce escalofríos es la tozudez en mantener unas medidas de ajuste que no están resolviendo nada. Lo que aterroriza es ver el desconcierto de los profetas de la salvación, que van dando palos de ciego sobre nuestros costillares mientras ellos galopan en sus monturas.