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Etiqueta: templanza

INTERROGANTES DE MADRUGADA

INTERROGANTES DE MADRUGADA

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La templanza del alba otoñal es buena compañera de reflexiones que abre a los interrogantes las puertas al amanecer, cuando el resplandor del nuevo día alumbra pensamientos y sentimientos que la noche oculta en la almohada del ensueño, mientras el insomnio hace sus travesuras.

¿Por qué creemos lo que creemos con el vano argumento de haberlo recibido por tradición familiar, catequesis escolar o contagio social, sin pruebas de ello ni convicción racional sobre ideas opuestas al común sentido, hasta dar la vida por ellas aunque la experiencia muestre lo contrario a nuestra credulidad?

¿Por qué la reflexión sobre las causas y efectos de algunos hechos fundamentales pasa desapercibida ante nosotros, aunque sean determinantes para nuestra vida, y condicionen el futuro que nos espera?

¿Por qué la eternidad empequeñece la existencia, obstaculiza la razón, niega la paz interior, olvida nuestra procedencia y es patrimonio escatológico, si para nosotros nada hay más allá de la efímera vida?

¿Por qué las emociones anulan la razón, obligándonos a desear vidas futuras a golpes diastólicos de corazones, sin argumentos racionales para renunciar a la búsqueda en el ámbar y en el agua del origen de la vida?

Se trata, amigos, de tomar partido por la duda, jugar racionalmente con el tanteo, negar la credulidad del carbonero, penetrar en el misterio y apostar por la incertidumbre, evitando creencias que nos eviten pensar, sentir, razonar y decidir a partir de la propia experiencia vital de cada cual.

MADUREZ

MADUREZ

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El precio a pagar para alcanzar la madurez es simplemente haber vivido, siendo la experiencia personal el único aprendizaje que no está en los libros, y el camino a una sabiduría inalcanzable para los jóvenes que consideran saberlo todo, aunque sea más lo que ignoran que lo que conocen.

La madurez es un espacio vital de plenitud al que se llega después de haber pasado por la turbulenta la juventud y antes de llegar a la sosegada vejez, dominado por el buen juicio, la templanza, el respeto, la prudencia, el conocimiento, la sensatez y el juicio benevolente sobre los errores ajenos.

También conforman la madurez: el equilibrio mental, la fortaleza de pedir ayuda, la humildad de solicitar perdón, la templanza ante el fracaso, la moderación por el éxito y la buena disposición a llevar de la mano a quienes van hacia ella despistados por el camino, con el alma en vilo, demasiada prisa, sobrada autosuficiencia y desmedido entusiasmo, sin escuchar la voz de quienes ya recorrieron el paraje donde ellos se pierden.

A la madurez se llega dejando íntimos pelos en la gatera de la vida y llevando cicatrices en los ojos camino de la estación término, hacia donde vamos con heridas en el alma y costurones en el cuerpo; con artrosis espiritual y reúma en las articulaciones; con fracturas de espíritu y roturas óseas; con desgarrones anímicos y decepcionantes arañazos, que dejaron en nosotros huella duradera.

Tal es el patrimonio de la madurez, que sólo se adquiere madurando. Regalos de la vida que se unen a los de nuestros predecesores sin pedir consentimiento y que aceptarán los sucesores, cuando no haya tiempo en los relojes para el arrepentimiento por tan largas horas perdidas en busca de lo innecesario sin dar oportunidad al encuentro, la paz, el diálogo, las sonrisas y el amor.