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OBAMA EN LA CELDA DEL TERRORISTA

OBAMA EN LA CELDA DEL TERRORISTA

Unknown

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama ha visitado con su esposa Michelle y sus hijas Malia y Sashala una celda carcelaria situada en la isla de Robben Island rodeada de tiburones, donde permaneció encerrado 18 años, de los 27 que estuvo preso, el héroe nacional y primer presidente democrático de Sudáfrica, Nelson Mandela, condenado en ella a una pena de trabajos forzados a perpetuidad.

Hoy esta celda es un destino de peregrinaje obligado para todos aquellos que confiaron en su libertador. Hoy acuden miles de personas a tan reducido espacio para ver una delgada estera de paja en el suelo y la cubeta de baño para el aseo personal del preso más admirado y respetado, que hoy lleva con dignidad envidiable su 94 años de vida, en un hospital de Pretoria.

Estadista sudafricano que cambió el rumbo de su país con sabiduría, humildad, honradez y valentía, en la soledad de ese pequeño cubil, alimentado con potaje de maíz tres veces al día, recibiendo media hora de visitas cada seis meses y pudiendo escribir solamente dos cartas al año sin alusiones políticas, que evitó enloquecer o suicidarse forjando las ideas que fortalecieron su empeño en liberar a los de su raza de un injusto desprecio y abandono histórico.

Es, pues, buen momento para recordar que este luchador por la libertad, defensor de los derechos humanos y pacífico batallador contra el apartheid, fue considerado durante seis décadas un peligroso terrorista por el régimen racista sudafricano y por numerosos países que se sumaron a la condena de este revolucionario, desacreditando su fama, degradando su honor, humillando su dignidad y malversando su honestidad.

Uno de los países que con más firmeza y convicción mantuvieron a Mandela durante sesenta años en su tenebroso catálogo de terroristas más peligrosos, fue Estados Unidos cuyos gobiernos no lo borraron de la lista negra hasta el 1 de julio de 2008, hace hoy cinco años.

GRACIAS, HAMILTON NAKI

GRACIAS, HAMILTON NAKI

Hace hoy 45 años que el corazón de Denise Darvall comenzó a latir en el pecho de Louis Wahskanski, insertado allí por las manos artríticas del joven cirujano Christian Barnard en el hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, donde estuvo latiendo dieciocho días hasta que una despreciable neumonía paralizó sus movimientos, inducida por el tratamiento inmunosupresor a que fue sometido Louis.

Todos los honores del primer trasplante de corazón fueron para Christian Barnard, pero quien hizo posible el sueño de la vida aquel 3 de diciembre de 1967 en Sudáfrica fue un hombre negro, apartado por el apartheid, protagonista de la más vergonzosa historia de la medicina moderna, al que no permitieron salir en las fotografías.

Jardinero, limpiador de jaulas, anestesista de animales y “cirujano clandestino”, Hamilton Naki permaneció durante décadas en el más absoluto anonimato, sin recibir el reconocimiento que merecía por hacer posible en el quirófano, los aplausos y honores que su patrón se llevó a manos llenas.

Sin el ayudante Hamilton Naki no hubiera sido posible el trasplante que conmocionó al mundo, retrasando durante años la muerte de muchas personas. Pero cuando un descuido periodístico lo hizo aparecer en la foto del equipo quirúrgico, la dirección del hospital se apresuró a decir que era un empleado del servicio de limpieza.

Honor, gloria y gratitud al humilde Hamilton Naki, que sin estudios reconocidos, se convirtió en excepcional cirujano cardiaco con mérito para recibir en 2003, con 78 años, el título de médico honoris causa, poco antes de que su corazón dejara de latir el 29 de mayo de 2005, mientras disfrutaba de la vida con la humilde pensión de un jardinero.