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CONDICIONES PARA SER POLÍTICO

CONDICIONES PARA SER POLÍTICO

Un veterano y experimentado político español, acreditado en la historia por su inigualable currículo político, tras dedicar su vida a la gestión pública, llegando a ser tres veces presidente del Gobierno, ministro de varias carteras, presidente del Congreso y del Senado, alto ejecutivo institucional y algunas cosillas más por el estilo, dejó escrito en sus «Reflexiones y recuerdos», que “los sentimentales y los místicos no sirven para el ejercicio del poder”.

Razones poderosas debía tener don Álvaro de Figueroa para decir esto, y gratitud le debemos quienes no encontrábamos explicaciones ni argumentos para determinar con precisión las condiciones que debían tener los políticos para ejercer el poder. Pero atendiendo a la sabia voz del Conde de Romanones, ahora ya lo tenemos claro.

Según este Grande de España, para ser político hay que carecer de sentimientos, es decir, deben tenerse entrañas contaminadas y carecer de la vida espiritual, conciencia moral y compromiso ético, propio de los místicos.

Bien, pues en España podemos presumir con orgullo de tener los mejores políticos de la galaxia, suponiendo que los marcianos se rijan por los mismos comportamientos de los «decadentes» políticos terrícolas.

El señor conde nos ha dejado claro qué personajillos ejercen el poder, explicándonos el porqué las personas con sentimientos nobles y honrada vida espiritual, viven alejadas del cínico mundo político, interesado, codicioso, avariento y perverso, hasta el insulto.

¡Ah!, se me olvidaba. Un amigo, compañero, filósofo y honrado concejal popular que volaba a lomos de la gaviota sobre un pueblo cercano a Salamanca que “tiene tren, pero no tiene tranvía”, le oyó un día a su jefe de filas, – antiguo alcalde de la ciudad charra y hoy en el cementerio de elefantes -, que la ética no tenía espacio en la política, cuando el modesto edil apelaba a la moral pública con ocasión de un problema en el Consistorio.

PROGRAMA CIUDADANO

PROGRAMA CIUDADANO

Lo que diferencia a los miembros del Gobierno del resto de ciudadanos y aquello que los  destaca sobre sus vecinos, son las urnas. Y conviene saber que éstas lo único que dan es poder, pero nunca sabiduría ni prudencia. Y, menos aún, espíritu de sacrificio, verdad, honradez, humildad, capacidad de trabajo y generosidad.

Es decir, el grupo de ciudadanos que se reúne los viernes como hoy en la Moncloa para decidir sobre la vida de los demás, no es infalible. Tampoco creáis que están investidos de poderes especiales o que gozan de un talento superior al de sus administrados, para utilizar adecuadamente la información privilegiada que les llega a la mesa. Ni hablar.

Teniendo esto en cuenta, un grupo de amigos hemos charlado informalmente sobre la situación del país, llegando a la conclusión de que todos los problemas que nos afligen quedarían resueltos si se cumplieran estos diez artículos de la ley del pueblo:

  1. Expulsión inmediata de la vida pública de los políticos implicados en casos de corrupción.
  2. Condena carcelaria y exigencia inmediata a los ladrones del dinero robado de las arcas públicas.
  3. Persecución implacable del fraude fiscal y de la evasión paradisíaca de capitales.
  4. Supresión del 60 % de los cargos públicos y de subvenciones a partidos políticos, patronal, sindicatos y fundaciones opacas.
  5. Limitación de la vida pública a ocho años, sin pensiones vitalicias, ni ingresos complementarios.
  6. Eliminación de privilegios políticos y de pluriempleo, con expulsión de cargos públicos a los incompetentes de malo y bajo rendimiento.
  7. Supresión del Senado, Diputaciones, autonomías despilfarradoras, embajadas autonómicas y municipios de dos habitantes.
  8. Creación de un gran banco público nacional no especulativo para ayudar a ciudadanos y pequeñas empresas.
  9. Entrega al Estado de los 120.000 millones de euros que van a ir a los bancos, para que el dinero llegue a los ciudadanos y no termine en los bolsillos de especuladores, defraudadores, estafadores, usureros y ladrones.
  10. ….. (Añade tu propuesta, amigo. Pero sin esperanza alguna de verla cumplida porque quienes tienen que hacerla realidad son los mismos culpables de nuestra desgracia)
EL CHOCOLATE DEL JILGUERO

EL CHOCOLATE DEL JILGUERO

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Muchos indianos ricos del siglo XVIII tenían en casa un loro al que daban un trozo de chocolate de baja calidad, que el animal picoteaba. Pero ya pasada la época de bonanza, los arruinados ricos  disfrazaban su pobreza suprimiendo la jícara de chocolate al loro. Esto justifica que cuando se pretende solucionar la ruina económica ahorrando demagógicamente una partida de gasto insignificante, se hable de suprimir el chocolate del loro.

Pues bien, cuando el efecto producido por la supresión de gastos tiende a cero, hablamos del chocolate del jilguero, por tratarse de un dispendio insignificante y sin efecto alguno sobre la economía, que sólo consigue generar malestar en el pobre animal.

Pero si la decisión de quitarle el chocolate al jilguero, viene acompaña de insultante demagogia, entonces ya el malestar se transforma en indignación, provocando que el pájaro termine por hacerse un espacio entre los alambres de la jaula para irse a comer en las toneladas de trigo que guardan en sus graneros, quienes han suprimen el sustento básico que alimenta a los encarcelados en la red tejida por los depredadores.

Esto sucederá algún día si alguien no lo remedia, debido al egoísmo y la falta de inteligencia de quienes han tenido la desvergüenza de suprimir medicinas gratuitas, eliminar el agua de la dieta a los enfermos, quitar la comida a los médicos de guardia y obligar a pagar por el sillón del acompañante, cuyo gasto no es comparable con los excesivos sueldos y cargos dirigentes que hay en los hospitales, las prolongaciones más allá de la edad de jubilación a parásitos inútiles de solemnidad, ingresos económicos de los políticos, irracionales indemnizaciones a los “cajeros”, inoperancia del Senado, mamoneo de los Ayuntamientos e hipermegamultimillonarios rescates bancarios.

UN AÑO INDIGNADOS

UN AÑO INDIGNADOS

La celebración del aniversario del 15-M no debe ser para recordar el movimiento ciudadano surgido hace un año, sino para relanzar la lucha contra una situación que lejos de mejorar, cada día nos hunde más en el fango, mientras los responsables de la crisis sobrevuelan las tierras movedizas que terminarán por engullir a los inocentes de la tragedia.

No es el enriquecimiento fácil de unos pocos a costa de los demás, ni el abuso de empresarios sobre trabajadores aprovechando la demanda de empleo, lo que preocupa. Ni siquiera los 430 puntos de la prima de riesgo o los porrazos, gomazos y pelotazos que les esperan a los más comprometidos del movimiento 15-M.

Tampoco inquieta la corrupción que campa por sus respetos. Ni la dudosa honradez de los parientes reales. Ni los usureros que explotan la forzada miseria de los desfavorecidos. Ni el infamante despilfarro autonómico.

No es culpable de la frustración el nepotismo reinante. Ni la incompetencia instalada en despachos oficiales. Ni el amiguismo como forma de selección de los empleados públicos. Ni el favoritismo discriminatorio. Tampoco perturba la degradación moral y falta de ética social reinante.

Ni siquiera el silencio de la Iglesia ante la tragedia nos afecta. Ni los retrasos en las sentencias judiciales. Ni el descaro de los tramposos. Ni las enfermizas amputaciones sanitarias. Ni los incultos recortes educativos.

Todos son hechos que ocurren, por mucho que escandalicen la ética más rudimentaria. Episodios que causan dolor en las más puras entrañan y provocan la indignación ciudadana, aunque nadie se atreva a tomar la Bastilla.

Indigna la impotencia de no tener las llaves de las cárceles para meter en ellas a todos los delincuentes de guante blanco y a los mentirosos de palabra falsa que andan sueltos por los despachos.

Indigna la frustración de no poder acabar con Ayuntamientos cuyo único vecino es el alcalde, Diputaciones dislocadas, Autonomías despilfarradoras y Senado inoperante.

Indigna no poder evitar el gasto en indemnizaciones millonarias; en sueldos desproporcionados a consejeros; y en ofensivos privilegios políticos que gozan quienes no los merecen.

Indigna el fracaso colectivo de millones de ciudadanos incapaces de coordinarse y unir esfuerzos para desterrar los desvergonzados mamones que chupan sin escrúpulo ni conciencia de la teta común, y a políticos incompetentes que no buscan más solución que su futuro.

Indigna que pase el tiempo sin desgranar el último pétalo de la margarita para evitar el tornado que zarandea el país amenazando con devastarlo todo, porque aquí nadie va a ganar como no ganemos todos.

UTOPÍAS

UTOPÍAS

El portavoz cordobés del Partido Popular en la Comisión de Sanidad del Senado, Jesús Aguirre Muñoz, afirma que es utópico mantener una sanidad universal, equitativa, gratuita y solidaria. Algo que confirma el proyecto popular de llevarnos a una sanidad privada, injusta, onerosa e insolidaria, sin tener en cuenta que no no estamos dispuestos a seguir ese camino si antes no se cumplen otras utopías más saludables y beneficiosas para el país y los ciudadanos, como es la reducción salarial de los políticos que sangran las instituciones públicas.

El señor Aguirre debe saber que las verdaderas utopías están recogidas en el capítulo primero del libro aún por escribir “Politiqueros al banquillo”, en el que figura como destacada quimera que los políticos responsables de despilfarrar el dinero de los ciudadanos, vayan a la cárcel y en ella descansen por los siglos de los siglos. Amén.

Utopía es que los políticos corruptos devuelvan al erario público todo el dinero que han robado a los ciudadanos.

Utopía es que los políticos tengan la honradez, competencia y generosidad necesaria para gobernar al pueblo que representan.

Utopía es que los políticos estén obligados a pasar unas pruebas selectivas que acrediten su capacidad para ejercer su trabajo.

Utopía es que a los políticos se les retiren las tarjetas de crédito con cargo al ciudadano, los coches, guardaespaldas y privilegios sociales.

Utopía es que los políticos tengan como único empleo la dedicación exclusiva a los ciudadanos evitando otros trabajos a los que se dedican.

Utopía es que los políticos sean un ejemplo social de honradez, limpieza, transparencia, esfuerzo, renuncia, competencia y verdad.

Utopía es que los políticos se vean obligados a utilizar la sanidad pública para que defiendan su universalidad, gratuidad y solidaridad.

Utopía es conseguir que políticos como el señor Jesús Aguirre desaparezcan del mapa y pasen el resto de su vida remando en la galera del olvido.