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Etiqueta: Santa Teresa

¿ESTÁ AQUÍ LA RANA?

¿ESTÁ AQUÍ LA RANA?

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Conversaba ayer con el guarda privado que custodia el acceso al edificio antiguo de la Universidad mientras esperaba a los reporteros de la televisión que iban a hacerme una entrevista sobre la implicación de Unamuno en el doctorado honoris causa que le fue concedido a Santa Teresa en 1922, cuando se acercaron unos turistas preguntando ¿está aquí la rana?

¡Dios!

Esa es la gran tragedia que sufre en silencio desde hace siglos el tapiz pétreo más hermoso que imaginarse pueda, muestra excepcional del mejor plateresco que cantero alguno haya podido tallar en la piedra salmantina que dora las fachadas, ascendiendo en fuego dorado al cielo con llamaradas que singularizan la belleza de la ciudad charra.

Nunca un batracio petrificado fue tan curioseado por ociosos turistas que miran el dedo cuando les señalan la luna, ni otro anfibio anuro mereció tanto desprecio por los amantes del arte que contemplan atónitos una filigrana histórica que habla con sabiduría de la piedra histórica del Estudio, donde impartieron sus lecciones Nebrija, Fray Luis, Vitoria y Unamuno, entre otros sabios de los muchos que han pasado por sus aulas.

El respeto con la vulgaridad cultural me obligó a dar una respuesta afirmativa a los curiosos que preguntaron, pero merecido tenían ser enviados calle Libreros abajo hasta tomar Tentenecio la bajada al río, donde el croar de las ranas daría cumplida satisfacción a quienes por ellas preguntaban.

ESPAÑA SIGUE SIENDO CATÓLICA

ESPAÑA SIGUE SIENDO CATÓLICA

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A pesar de los esfuerzos constitucionales republicanos y del artículo 16.3 de la actual Constitución, España sigue siendo católica por la gracia de Dios, sin que hoy nadie diga lo contrario, como dijo el 13 de octubre de 1931 el ministro de la Guerra en la Cámara, pronunciando las palabras menos comprendidas y más censuradas de cuantas se escucharon en el Parlamento:

“La premisa del problema religioso, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español. Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto se le llame problema religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino”.

Cuando Manuel Azaña pronunció este discursó no sospechó ni por equivocación que 83 años después España sería institucionalmente más católica que nunca, contraviniendo la aconfesionalidad del Estado declarada en la Carta Magna, porque gozamos de una generosa jerarquía católica con vocación de gobierno sin pasar por lar urnas, más ocupada en llevarnos al cielo que en liberar a los desfavorecidos, porque de ellos se encargan los creyentes auténticos que viven testimonialmente la doctrina evangélica.

A los ministros les basta con dar golpes en el pecho de los demás, invocando a las vírgenes del Rocío, Pilar o Desamparados para resolver los problemas, condecorándolas con cruces de méritos policiales por sus éxitos contra la delincuencia y poniéndonos a todos bajo el protector manto de Santa Teresa.

Conviene, pues, recordarle a nuestros ministros que gobiernan un Estado sin religión oficial, donde las autoridades políticas no pueden adherirse públicamente a ninguna confesión determinada, ni permitir que influyan las creencias religiosas en las decisiones políticas que toman, porque un Estado aconfesional carece de religión oficial, aunque sus ciudadanos se coman los santos por la peana y las vírgenes les amparen.

En aquellos tiempos se enfrentó el laicismo azañista con el catolicismo fundamentalista de Gomá y Pla, con victoria final de los purpurados pues el Concordato franquista de 1953 dejó claro que la religión Católica, Apostólica, Romana seguía siendo la única de la nación española, como sucede hoy.

DEL JULIANO AL GREGORIANO

DEL JULIANO AL GREGORIANO

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El astrónomo Sosígenes convenció en el año 46 a.C. a Julio César para que este reformara el calendario egipcio porque sus cálculos fijaban la vuelta solar en 365 días y seis horas, intercalando cada cuatro años un día extra para ajustar la medida el 24 de febrero, por ser este número el día sexto antes de las kalendas de marzo, ante diem sextum kalendas martias», llamándolo «bis sextus», que derivó en año bisiesto.

Así estuvo la humanidad contando los días, semanas, meses y años, marcados por este Calendario Juliano, hasta que el jurista eclesiástico Ugo Buocompagni fue elegido papa con el nombre de Gregorio XIII, y puso a trabajar en el actual calendario a Cristóbal Clavio, Luis Lilio y Alfonso X el Sabio, siendo promulgado su uso con el nombre de “gregoriano” en 1582, mediante bula papal Inter Gravissimas fechada el 24 de febrero de ese año, estableciendo que al jueves 4 de octubre siguiera el viernes 15 de octubre, eliminándose diez días para anular el desfase con el año solar y los tres años bisiestos cada cuatro siglos.

Es decir, que hoy día 13 de junio en el calendario gregoriano sería día 2 en el juliano, si Gregorio XIII no hubiera tachado diez días del calendario, complicando el fallecimiento de Santa Teresa que murió el 4 de octubre de 1582 del calendario juliano, convertido en 15 de octubre del gregoriano, es decir, que sus seguidores de la época no tuvieron claro si fue enterrada al día siguiente o diez días más tarde, porque los ciudadanos se acostaron el 5 de octubre y amanecieron el 15.