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Etiqueta: sabiduría

LIBROS y libros

LIBROS y libros

Todo el conocimiento está repartido en los libros, pero no todos los libros hicieron cola a la puerta de la sabiduría. Los que llegaron tarde se quedaron sin la parte que les correspondía y contaminan el alma. Hay libros sanadores de ignorancia y otros que con efecto placebo inverso, embrutecen y provocan depresiones, decepciones insalvables y pérdidas de tiempo merecedoras de calderas infernales.

Es decir, no todo lo que se escribe merece ser leído, ni todas las páginas logran el reconocimiento de los lectores, porque hay libros reconfortantes que detienen los péndulos de los relojes para acomodarse al placer que genera su lectura; y hay libros que prorrogan el dolor de la frustración más allá del minuto que merece su lectura.

Hay libros que abrazan al lector con juegos de palabras envolventes, embaucadoras, recreativas y seductoras de almas que en ellos se abandonan; y hay libros que abrasan, queman, arden en las manos, combustionando las esperanzas puestas en ellos.

Hay libros confidentes y tentadores, que llevan en sus palabras mensajes de esperanza literaria hasta los ojos del lector; y libros chirriantes que ensordecen, bloquean y perforan las pupilas de los lectores.

Hay libros con vocación eterna de mantenerse en la cabecera de la cama para ayudar al sueño reparador; y otros nacidos para alimentar insomnios y pesadillas literarias.

Hay, finalmente, libros con las hojas desgastadas sobre la mesa; y libros sin abrir decorando las estanterías. Libros que alumbran el camino a seguir; y otros que nublan la visión con su vulgaridad, unida a la lluvia de faltas, errores y erratas que incineran el diccionario con sus rayos, a trueno limpio.

REUNIÓN DE PASTORES…

REUNIÓN DE PASTORES…

La sabiduría profética del refranero español alcanza su más alta cota de certidumbre cuando predice que una reunión de pastores acaba siempre  con la muerte de una oveja.

Eso ocurre cada vez que se reúne el G-7, G-8, G-9, y todos los “ges” del mundo, hasta el 20. Pero también sucede los viernes de dolores cuando el gallego cita a sus ministros en la Moncloa; cuando la hamburguesa levanta la mano en Bruselas; cuando los de Standar & Poor’s se reúnen con su prima; o cuando los banqueros del FMI (Fondo Mundial de Incautadores) se juntan a la llamada de Christine.

Lo penoso es que las ovejas sacrificadas en esas reuniones de pastores universales no dan balidos pidiendo redención, ni topan la cabeza contra la injusticia de los machos cabríos, sino que guardan el silencio de los corderos cuando los impuestos y recortes los llevan del ronzal al matadero.

Ya esquilmados y con la mansedumbre de los bueyes que repudió el poeta de Orihuela, las ovejas humanas se mantienen cabizbajas en el redil normativo establecido por los recortadores que las dejan sin lana y a la intemperie, mientras los esquiladores abrigan con esa lana sus cebadas cuentas corrientes.

INMERECIDO HONOR

INMERECIDO HONOR

Que nadie vea falsa modestia en mis palabras, pero considero un inmerecido honor haber ocupado ayer la cátedra del Paraninfo de la Universidad de Salamanca, para dar una conferencia sobre la vida académica de Unamuno.

Cuando subía al púlpito de este templo de la sabiduría no sabía si flotaba o temblaba. Mientras hablaba, ignoro si deletreaba o tartamudeaba. Y cuando un cerrado y generoso aplauso me llevaba en volandas escaleras abajo de la cátedra, no sabía si bajaba o rodaba.

Ocupar la tribuna por la que han pasado los más grandes eruditos de la historia universitaria, es un privilegio al alcance de unos pocos favorecidos entre los que me encuentro, a pesar de no tener los méritos acreditados por quienes me precedieron en el estrado.

Hablar desde el mismo lugar que Miguel de Unamuno dirigió su inmortal lección inaugural en octubre de 1900 y se despidió de la cátedra en septiembre de 1934, es la recompensa a muchos años de investigación, trabajo y sacrificio, que ayer se vieron compensados.

Mis palabras se mezclaron con imperecederos ecos de sabios maestros, guardados en los tapices que decoran el emblemático salón donde la barbarie venció sin convencer, el día que la sinrazón desterró al silencio al mayor intelectual que ha pasado por las aulas salmantinas, emulando a Fray Luis, Nebrija, Vitoria y Brocense.

Gracias, por ello, al profesor Enrique Cabero que me hizo la invitación en nombre de la Universidad para subir a tan distinguido sitial. Gracias a los que asistieron, por el religioso silencio que guardaron escuchando mis palabras. Y gracias a mi maestro Unamuno por darme la oportunidad de hablar sobre él y agradecerle sus enseñanzas, en ese marco incomparable.