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NACE LA NACIONALISTA RADIO NACIONAL

NACE LA NACIONALISTA RADIO NACIONAL

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En el salmantino Palacio de Anaya, a dos pasos del bunker ocupado por Franco en el jardín del palacio cedido por el obispo por Pla y Deniel, se instaló la Oficina de Prensa y Propaganda bajo las órdenes del brazo no mutilado del general Millán Astray, fundador de la Radio Nacional de España que emitió su primer programa un día como hoy de 1937.

Emisora que mantiene el nombre original que le puso el tuerto militar, por ser la propagandista del bando rebelde nacional que ocupaba media España, siendo hoy la emisora de España entera por obra y gracia democrática, desde que en 1989 distintas emisoras se fusionaron para formar Radio Nacional de España, más tarde integrada en el Ente Público RTVE hasta que el 1 de enero de 2007 aparece la Corporación RTVE, convirtiéndose la emisora en sociedad mercantil de todos los españoles.

En la primera emisión de aquel martes 19 de enero de 1937 estuvo presente Franco y el embajador de los nazis asentados en Salamanca, Von Faupel, que habían facilitado a los “nacionales” un emisor Telefunken de 20 kW de potencia, utilizado por Hitler durante los Juegos de Berlín, regalo del ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, al caudillo.

El militar reciclado a periodista Fernando Fernández de Córdoba pronunció las primeras palabras a las nueve en punto de la noche diciendo: “Atención, habla España”, con la misma fortaleza de voz que anunciaría dos años después el final de la guerra incivil y el comienzo de la Victoria, dando paso a Franco quien leyó un discurso sobre “la gran campaña difamatoria contra la España nacional y católica desencadenada por los comunistas rusos».

A CONCHA, EN EL RECUERDO

A CONCHA, EN EL RECUERDO

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Treinta y tres años ha estado Concha García Campoy entrando en nuestras casas a través de la pequeña pantalla, desde aquel lejano 1983 en que Manuel Campo Vidal la sentó a su lado en el telediario de RTVE, después de pasar por la radio y antes de enseñarnos “a vivir que son dos días”, aunque ella haya vivido entre nosotros cincuenta y cuatro años.

Se ha adelantado Concha al viaje que a todos nos espera, sin avisar ni darnos la oportunidad de acompañarla en el andén donde esperaba el tren desde la Navidad del año 2011, confiando en que el cariño de todos, su ánimo de lucha, la ciencia y los médicos hicieran el milagro, pero su hígado se ha negado a metabolizar los medicamentos que pretendían alejarla de la leucemia.

No puedo decirle “hasta pronto”, porque mi desconfianza escatológica me lo impide, pero todos caminamos hacia la estación término aunque se nos antoje lejana meta, pues nadie se libra de tal condena desde el nacimiento, en un ejercicio socializador inevitable, que nos obliga hoy a escuchar el repique de campanas que voltean por todos nosotros ante la muerte de Concha.

Nos quedamos con su permanente sonrisa, le agradecemos la compañía que nos ha ofrecido durante años, la llevaremos en el recuerdo, conservaremos la humanidad de sus gestos, mantendremos su vitalidad, y en su nombre abrazamos a los anónimos enfermos de cáncer que esperaban con ella en la estación final.