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DESCUBRIMIENTOS DE LOS CONQUISTADOS

DESCUBRIMIENTOS DE LOS CONQUISTADOS

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Hace hoy 521 años que tres navíos españoles al mando del navegante Cristobal Colón llegaron a la isla bahanameña de Guanahaní, descubriendo que estaban donde no pensaban y convenciendo a los indígenas que no estaban donde ellos pensaban, a golpes de leyes, cristazos y latigazos.

Efectivamente, el descubrimiento de América permitió descubrir a los descubiertos, que no eran lo que consideraban que eran, ni sabían lo que creían saber, ni tenían lo que imaginaban tener, ni estaban donde sospechaban, ni les gobernaba el rey que obedecían, ni adoraban dioses verdaderos, siendo pecadores en pecado sin haber cometido pecado, que debían someterse a un Dios, un rey y una ley, desconocidos para ellos.

Los descubridores españoles descubrieron el nuevo mundo, pero los nacidos en ese mundo nuevo aprendieron con la llegada de los conquistadores lo que nunca sospecharon. Fue tan así, que los aborígenes propietarios de aquellas tierras, descubrieron con la llegada de los explotadores que no eran nativos, sino indios de una India en paradero desconocido.

Los nacidos en montañas y valles conquistados, descubrieron que debían sumisión, respeto y obediencia a un lejano rey que se había adueñado de sus propiedades.

Los conquistados descubrieron que no habitaban la “madre tierra”, ni la “cuna de los vientos”,  sino un territorio llamado América.

Los oriundos descubrieron las ropas, el calzado y la pólvora, dándose cuenta que estaban desnudos, descalzos y desarmados ante los arcabuces reales.

Los indígenas descubrieron que vivían en pecado, mereciendo por ello penitencias terrenales, torturas inquisitoriales y eternas llamas infernales.

Muchos originarios del nuevo mundo descubrieron el dolor de ser quemados vivos por adorar el sol y otros dioses ancestrales que les habían protegido durante siglos de todos los males, con los mismos beneficios que los cristianos habían recibido de su Dios, empeñados en seducir a los desconfiados a cristazo limpio.

TOMA DE LA BASTILLA

TOMA DE LA BASTILLA

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Una vieja fortaleza construida por Carlos V de Francia en 1370 para defender la parte oriental de París, fue convertida en símbolo del absolutismo por el cardenal Richelieu al transformar una parte de ella en prisión estatal, y la otra en almacén de grano y pólvora. En esa cárcel fueron internados por orden del rey o de sus ministros, ciudadanos que no pasaban por los tribunales de justicia, entre los que destacaban aristócratas y burgueses, junto a delincuentes comunes que cumplían sentencias dictadas por la justicia real.

Siete eran los reclusos que dormían en sus celdas cuando los ciudadanos franceses decidieron acabar con el antiguo régimen, derribando el símbolo del despotismo, la arbitrariedad y el abuso, representado por la monarquía, dando paso a una república asentada sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad, valores siempre anhelados y nunca hechos realidad en nuestro país.

Tras apoderarse de las armas guardadas en Les Invalides, miles de parisinos fueron al castillo de la Bastilla el martes 14 de julio de 1789 para hacerse con la munición y pólvora allí guardada, siendo repelidos por los defensores de la fortaleza, hasta que un destacamento de 61 guardias franceses dirigido por el sargento de la guardia suiza Pierre Hulin emplazó frente a la Bastilla cinco piezas de artillería, que disparó sus proyectiles hasta que la Bastilla se rindió a los revolucionarios.

Ese fue el inicio de la revolución popular que derrocó el antiguo régimen, cuando los ciudadanos se hartaron de aguantar absolutismo, mentiras, abusos y trampas. Ahora falta saber si reyes, políticos, estafadores financieros y usureros conocen la historia y han meditado sobre las consecuencias que puede tener gobernar un pueblo herido y al acecho, harto de sufrir el castigo que merecen quienes lo propinan. De momento, Ángel pone el cañón y los ciudadanos la indignación.

ABSURDIDAD MONÁRQUICA

ABSURDIDAD MONÁRQUICA

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Durante la Edad Media y siglos posteriores a ella, España estuvo regida por monarquías absolutas, con el resultado ya conocido por todos los interesados en conocer la historia de nuestro país, en las que el rey reinaba y gobernaba a su antojo, legitimando su poder en haber sido engendrado por su antecesor en el trono.

Frente a la absoluta soberanía del rey, la República ofreció la soberanía al pueblo para que éste rigiera su propio destino, otorgándole capacidad para elegir al ciudadano que considerara más apto para tomar las riendas, atendiendo las peticiones del pueblo que lo había elegido como gestor de sus propuestas.

Ante un cambio tan radical y difícil de llevar a cabo, los monárquicos y republicanos se pusieron de acuerdo en aceptar una situación intermedia, pactando la monarquía parlamentaria como híbrido que permitía al rey compartir soberanía con el pueblo.

En tan absurda situación se encuentran las actuales monarquías, entre ellas la española, porque la duplicidad de soberanías no resiste el mínimo análisis intelectual, aunque los monárquicos se empeñen en lo contrario y atribuyan a la monarquía parlamentaria poderes curativos de males endémicos españoles imposibles de reparar, en un país donde el pueblo acredita la mayoría de edad necesaria para rechazar a la nodriza.

La duplicidad de soberanías carece de sentido en el siglo XXI y es fuente de interferencias, porque no puede dividirse el poder en dos partes, sin que una de ellas se resienta en beneficio de la otra, como sucede actualmente con la inviolabilidad e irresponsabilidad del rey, mientras se desflora al pueblo y se le responsabiliza de actos que no ha cometido.

Una de las esencias republicanas, no compartida por la monarquía, es que la soberanía nacional sólo permite a la ley ocupar posiciones superiores a la voluntad popular, siendo esta ley promulgada y aceptada voluntariamente por el pueblo, a la que todos deben someterse, incluido el presidente de la República.

REY A LA FUERZA

REY A LA FUERZA

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Al carecer los visigodos de un sistema reglado para la sucesión al trono, los reyes elegían a sus sucesores, convirtiendo la monarquía electiva en un método designatario del que se benefició España cuando los godos obligaron a Wamba a tomar las riendas del país, cumpliéndose así las palabras de Confucio de que “los mejores gobernantes son aquellos a los que se obliga a aceptar el puesto”, lo que viene a decir que no son buenos reyes los que heredan el trono sin ser obligados a llevar tan “pesada carga” sobre sus hombros.

Esto sucedió en España a la muerte de Recesvinto, cuando nobles y prelados se reunieron en Gérticos para ofrecer el trono al anciano Wamba que se encontraba arando sus tierras cuando le visitaron para su nombramiento, a lo que éste se negó, continuando su tarea con total desprecio a la oferta.

Ante la insistencia de los comisionados, aceptó acudir a la asamblea popular donde un noble le amenazó con cortarle la cabeza dándole un golpe de espada si rechazaba el cargo, lo que forzó al campesino a ocupar el sillón real, en contra de su voluntad.

Después le costó mantener el poder superando dos conspiraciones para destronarlo, cayendo a la tercera intentona ante la ambición del noble Ervigio, que puso un brebaje aletargante en su copa y le cortó los cabellos para expulsarle de la estirpe visigoda, recluyéndose en el monasterio burgalés de Pampliega hasta su muerte.

Hoy las cosas han cambiado mucho porque los reyes exigen serlo, son impuestos por dictadores, visten uniformes militares, se casan con mujeres “profesionales”, son inviolables e irresponsables, andan ligeros de bragueta, matan por placer animales, son glorificados eternamente por acciones de militares golpistas, reciben adulaciones de beneficiados cortesanos, son protegidos por los políticos del reino y su intimidad está bien guardada en cofres de silencio por periodistas y cortesanos que destierran al olvido detestables realidades de la realeza real.

¿CUÁL ES EL ERROR COMETIDO?

¿CUÁL ES EL ERROR COMETIDO?

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La excepcionalidad de algo que debería ser normal en la vida política, ha provocado el aplauso de quienes han consolado su decepción monárquica con inexistentes disculpas de un rey, pues no ha pedido perdón ni ha explicitado los errores cometidos.

Al declarar el monarca que siente lo sucedido sin aclarar qué ha pasado y confesando al mismo tiempo la comisión de un error ocultando cuál ha sido la equivocación, anula el valor que pudiera tener el propósito de enmienda prometido al pueblo.

La obviedad de algo no consuela la razón al tratarse de una verdad evidente, pues el error es una cualidad del ser humano. Todos erramos, incluidos reyes, papas y dogmáticos fundamentalistas. Por eso, el reconocimiento genérico de haber consumado una falta carece de validez, si no va acompañado de la explicitación del delito cometido.

Lo que deseamos saber los súbditos es el desmán que el rey considera haber perpetrado, no la aceptación abstracta de un error, porque eso ya lo sabemos, sin que nos lo diga con voz aparentemente arrepentida, aconsejándole pensar antes de actuar y no disparar sin haber apuntado antes, por mucha afición que se tenga a la caza.

¿Se ha equivocado el rey por recrearse matando animales durante toda su vida o por privar de la vida en este caso a una especie protegida?

¿Se ha equivocado el rey por irse a la caza de un paquidermo en lejano país o por aceptar la invitación de un empresario con negocios en España?

¿Se ha equivocado el rey por ocultar a los vasallos sus andanzas y cacerías o por tropezar con un escalón y caerse al suelo a las cuatro de la mañana?

¿Se ha equivocado el rey por decir que los jóvenes parados le quitan el sueño o por transgredir el “comportamiento ejemplar” que pide a los demás?

¿Se ha equivocado el rey por aceptar el premio a la caza del oso pardo o por operarse en un hospital privado inalcanzable a los fieles tributarios?

Mientras el rey no confiese el error que considera haber cometido, seguiremos sin saber cuál es la falta que ha prometido no volver a cometer. Pero me temo que eso nunca lo sabremos porque la renovada adhesión monárquica de políticos, tertulianos y columnistas, nos impedirá conocer la respuesta.

MORDAZA MEDIÁTICA

MORDAZA MEDIÁTICA

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España es una de las siete monarquías europeas – exceptuando las tres provincianas – y cuesta mucho aceptar que en el siglo XXI pueda haber una persona “intocable”, protegida por un silencio mediático que impide hablar de sus negocios empresariales, aventuras bursátiles, fortuna personal y románticos devaneos.

Inmune penalmente el rey por el artículo 490.3 del código, a nadie parece importarle que su yerno pueda haber incurrido en un delito tipificado en el artículo 491, cuando ya han pasado por los juzgados revistas satíricas, grupos musicales y dirigentes políticos por decir en voz alta lo que se habla en todos los mentideros civilizados e independientes del reino.

La autocensura impuesta en medios de comunicación y tribunas políticas lleva en volandas al soberano a la inmunidad más absoluta desde que se desató la admiración popular hacia él con el tejerazo. Actuación real provocada por alguien que le recordó las palabras que su bisabuela María Cristina le dijo al abuelo Alfonso cuando éste permitió que un militarote de “casta” pusiera sus espuelas durante seis años sobre la piel de toro. Tras el 23-F el rey subió a los altares como salvador de la patria y toda su familia fue feliz, comieron juntos perdices y a los vasallos nos siguen dando con los huesos en las narices.

Pero esta mordaza sobre un monarca constitucionalmente irresponsable, impuesto por voluntad de un dictador, con evidentes carencias intelectuales y claros problemas de logopedia, tiene que hacerla saltar por los aires la democracia real demandada por la sociedad española.

Conocemos la careta del monarca, pero no su verdadero rostro, apenas visto por los familiares y amigos más cercanos que guardan silencio para no dañar los intereses mutuos. Muro de silencio que un gobierno del pueblo debe echar abajo poniendo luz y taquígrafos en todas las actuaciones y negocios del Jefe del Estado que lo representa.

Cuando la monarquía sea un recuerdo en los libros de textos, a los ciudadanos les costará comprender que se mantuviera en el año 2011 siguiendo la estela de babilonios, sumerios, egipcios, etruscos, griegos y romanos, más allá de Tarquinio el Soberbio, porque los anacronismos son difíciles de comprender, especialmente si son vitalicios y hereditarios.

MONARQUÍA NACIONAL

MONARQUÍA NACIONAL

La liquidación oficial de la 2ª República Española no se produjo el 18 de julio de 1936 con el golpe de Estado, sino en 1947 de la mano, puño y fusta del dictador, con la Ley de Sucesión, que declaraba a España como Estado constituido en el reino más singular que saberse pueda, puesto que carecía de rey. Forma de Estado ratificada en 1958 con la Ley de Principios Fundamentales, y en 1967 con la Ley Orgánica correspondiente. Bien.

El más tonto puede darse cuenta que esta monarquía del Movimiento Nacional era un atropello histórico consentido sin remisión posible por el legítimo depositario a la corona y el largo séquito de cortesanos desempleados de uno y otro bando.

Luego vino la imposición del heredero al excepcional trono recién creado. Proceso largo, lento e incierto debido a las discusiones internas que se traían entre manos las distintas familias franquistas sobre la persona del sucesor: Juan de Borbón, Juan Carlos de Borbón, Javier de Borbón Parma, Carlos Hugo de Borbón o Alfonso de Borbón Dampierre, hijo de Jaime, el segundo hijo de Alfonso XIII.

Por razones obvias, no contaba en las quinielas el hermano menor del futuro rey, porque Alfonso murió cuando a Juan Carlos se le disparó accidentalmente un revólver mientras jugaban en el desván de Villa Giralda, llevándose por delante al hermano.

Pero como el gran temor de Franco era que en España reinase una monarquía parlamentaria y liberal, liquidadora el franquismo después de su muerte, decidió proclamar ante las Cortes el 22 de julio de 1969 como sucesor del extraño reino, al nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos. Militar amamantado a sus pechos durante años y compañero inseparable de las manifestaciones en la Plaza de Oriente, desfiles militares, misas en el Valle de los Caídos, inauguraciones oficiales y festejos varios.

Se fraccionaron entonces los políticos demócratas que estaban en las catacumbas, en dos grupos: los que consideraban a Juan Carlos elemento de continuidad franquista, y quienes veían en él la única posibilidad de alcanzar la democracia deseada.

Lo más curioso de la situación fue que tras el nombramiento del heredero a la corona, el padre de éste, es decir, el legítimo heredero mantuvo los derechos dinásticos y la jefatura de la Casa Real cedidos por su padre Alfonso XIII, hasta mayo de 1977 en que se produjo la cesión real, – con frustración y dolor de corazón -, a su hijo, el actual rey, legitimando así la sucesión a la nueva monarquía.

Es decir, que los españoles sufrimos un golpe de Estado que derrocó al régimen republicano legalmente constituido. Se nos impuso por ley una monarquía sin consultarnos. Se constituyó el país en reino, pero sin rey ni regente, con un militar como jefe del Estado. Se le negaron los derechos de sucesión a la corona al legítimo heredero. Y se nos impuso constitucionalmente un rey sin derechos dinásticos, que ahora preside el Estado entre el aplauso de todos los ciudadanos, la complicidad de los políticos y el silencio de los medios de comunicación, porque la inmadurez del pueblo exige la presencia de alguien que modere nuestros ímpetus.