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Etiqueta: Revolución Francesa

REPARTO TERRITORIAL EUROPEO

REPARTO TERRITORIAL EUROPEO

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El actual reparto de poder europeo con dominio y predominio de los países norteños sobre los empobrecidos sureños sometidos a voluntades teutonas, tiene su origen en el reparto territorial europeo que se hizo en el Congreso de Viena, cuando se reunieron los países en la capital austriaca para repartirse Europa tras la derrota napoleónica, con intención de retornar a posiciones anteriores a la Revolución Francesa.

El reparto se hizo entre los años 1814 y 1815, buscando un desequilibrado equilibrio amparado por la legitimidad absolutista monárquica que se mantuvo durante un siglo, hasta que la primera gran barbarie mundial reorganizó nuevamente la situación establecida por el emperador austriaco Francisco I y el zar ruso Alejandro I, acompañados de comparsas prusianos, ingleses, sajones, daneses, portugueses, germánicos, eslavos, suecos y pontificios, puestos de acuerdo para someter a liberales, republicanos, ateos, inconformistas y revolucionarios.

A los países sureños no se les permitió abrir la boca en todo el Congreso, especialmente a la segundona España que envió al estúpido marqués de Labrador en nombre del felonazo borbón Fernando VII, como representante de la absolutista España monárquica, derogando la constitución gaditana y persiguiendo liberales por las esquinas.

El resultado fue que Francia perdía todos los territorios conquistados por Napoleón. Rusia le dio un mordisco a Polonia, anexionándose también Finlandia. Austria se quedó con los Balcanes. El Reino Unido se hizo con las rutas marítimas anexionándose Malta, Ceilán y la Colonia del cabo. Los otomanos controlaron el territorio cristiano suroriental. Noruega pasó a ser territorio sueco. Prusia incorporó Sajonia, Westfalia y Polonia. Bélgica se unió a los Países Bajos. Y en España y Portugal fueron restauradas las monarquías absolutistas.

Dejando a un margen el nuevo mapa europeo que surgió de tan larga reunión, conviene recordar que los congresistas disfrutaron a cuatro manos durante aquellos meses, despilfarrando dinero de sus ciudadanos en cacerías, banquetes, conciertos, bailes y correrías, llegando a comentarse el Congreso no marchaba por lo mucho que en él se bailaba.

CATECISMO IMPERIAL

CATECISMO IMPERIAL

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El insaciable Napoleón, no conforme con ser ungido emperador y firmar un ventajoso concordato con el papa Pío VII, pidió más y más, hasta conseguir las bendiciones de la Iglesia francesa para imponer un catecismo imperial, de marcado carácter político, que afianzara su poder en la tierra, con el apoyo de los poderes celestiales otorgados por su santísima santidad.

Esto sucedió un día como hoy del año 1806, mediante un decreto que imponía a los franceses catequética doctrina imperial, maridando política y religión, exigiendo el emperador a los súbditos rendimiento de amor, respeto, obediencia, lealtad, impuestos y servicio militar, bajo pena de condenación eterna para los rebeldes a su doctrina.

El Papa dio la mano a Napoleón y este se tomó el resto del cuerpo, contando solo con su propia voluntad y la sumisión de la Iglesia que recibió todos los privilegios, beneficios y poder que le fueron requisados por la Revolución Francesa, a cambio de la adoración al emperador.

A partir de entonces, los curas leyeron en los púlpitos los boletines oficiales del ejército imperial, Napoleón desplazó del santoral a la mismísima Asunción y sus privilegios serían heredados por sus descendientes, “porque leemos en las Sagradas Escrituras que Dios, mediante una disposición suprema de Su voluntad, y por Su Providencia, confiere sus imperios no sólo a individuos en particular, sino también a las familias”.

Todo ello, porque Napoleón “fue levantado por Dios en circunstancias difíciles para restablecer la adoración pública de la santa religión de nuestros ancestros y para ser nuestro protector. Es él quien restauró y preservó el orden público mediante su profunda y activa sabiduría; él defiende al Estado con la fortaleza de su brazo; él se ha convertido en el Ungido del Señor por la consagración que recibió del Soberano Pontífice, la cabeza de la Iglesia Universal”.

ZURDOS DE DERECHAS

ZURDOS DE DERECHAS

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Nada tiene que ver el fenómeno neurológico de la lateralidad con la ideología política, por muchos zurdos que haya de derechas y diestros de izquierdas, gozando estos de honrosa fama por su inoperancia, mientras el único siniestro de derechas que había, presentó su dimisión al ser llamado al Palacio de la Marquesa de la Sonora.

Ponerse a la izquierda del presidente en la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución Francesa, le valió a los diputados de esa zona el título de izquierdistas, galardón que han ostentado con orgullo ellos y sus descendientes ideológicos, sin que en sus filas haya diferente número de zurdos que entre los afiliados en la derecha.

Pero hay zurdos de derechas en la izquierda, no porque manejen la mano izquierda con soltura, sino por jugar al escondite en las listas electorales de la izquierda para ocupar sillones donde hacer política conservadora de derechas, por mucho que levanten el puño y canten la Internacional en los funerales, aunque no hayan compartido nunca el ideario.

Las estadísticas dicen que el 88 % de los mortales somos diestros y solamente el 12 % zurdos, estando mezclados en la misma proporción dentro de los partidos políticos, sin que hasta ahora sepamos los zurdos de izquierda que están en la derecha, aunque tengamos la seguridad que no pasan de tres, descontando el primo de zumosol.

Hace años se dio el extraño caso de un teórico diestro de izquierdas que estuvo camuflado en la derecha engañando a todos, hasta que fue ungido con óleos marianos del santuario monclovita, que lo maridaron al sillón, colmándolo de prepotencia y sobrado poderío, apto para retirar la venda a la justicia y sentar sus cejas en un plato de la balanza, anulando el esfuerzo del pueblo, jueces y abogados, por equilibrarla.

MODERNA ESCLAVITUD

MODERNA ESCLAVITUD

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En siglos precedentes se deportaban negros africanos para trabajar como esclavos en colonias inglesas, francesas, portuguesas y españolas, siendo el comercio de esclavos moneda de curso legal, como ahora lo es la emigración de personas en busca de un trabajo que les permita sobrevivir, en medio de la nueva esclavitud que muchos se niegan a reconocer, espantados ante esa palabra.

Si ser esclavo es carecer de libertad por estar bajo el dominio de alguien, y esclavitud la sujeción excesiva a ese alguien, es difícil negar la vigencia del esclavismo en la sociedad actual, por mucho que se disfrace de hipotéticas libertades democráticas, para consuelo de ingenuos y candorosos ciudadanos.

Ya en 1762 el filósofo Jean Jacques Rousseau aseguraba en El contrato social que el hombre había nacido libre pero que estaba en todas partes encadenado, animando con ello a la Revolución Francesa de 1789, de consecuencias por todos conocidas, aunque muchos dirigentes políticos y financieros las ignoren o crean irrepetibles en el siglo XXI.

Nadie puede dudar el sometimiento del pueblo a decretos gubernamentales, exigidos por el insaciable poder financiero que organiza el mundo, llevándonos a un esclavismo de nuevo cuño, disfrazado con preceptos legales de menor cuantía, sin percibir que las Constituciones nacionales y los Derechos Humanos contradicen los decretos exterminadores.

Esto sucede cuando los poderes político y financiero de Europa piden más recortes a España y nuestro jefe Rajoy otorga, comenzando por relegar a España a la cola de su ejemplar solidaridad, descabezándola de los transplantes de órganos para dejar en la morgue social a los enfermos igual que los barcos negreros arrojaban por la borda a los esclavos inservibles.