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Etiqueta: rebeldía

DESEMPLEO Y SUBSISTENCIA

DESEMPLEO Y SUBSISTENCIA

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Hay quienes dicen que el paro genera delincuencia, cuando en realidad lo que aumenta la criminalidad es la necesidad de subsistencia, por mucho que los provocadores de la crisis se empeñen en llamar delito a la obligación vital de comer, exigida por el instinto natural de supervivencia.

Es el hambre, la explotación laboral, los humillantes salarios, la usura bancaria, el despido libre, la estafa financiera, el abuso especulativo, la impunidad de los estafadores, los recortes vitales y la pérdida de derechos fundamentales, lo que ha convertido el delito en justificación de redención delictiva.

Los códigos legales se han convertido en armas arrojadizas contra la miseria que lleva al hurto de alimentos o robo de dinero para adquirirlos, inundando las calles de personas desfavorecidas que deambulan por los contenedores de basura, en busca de algún desperdicio con que engañar el hambre que atenaza su honradez.

Es el engaño masivo de las participaciones preferentes lo que lleva a la rebeldía social de los damnificados por las trampas urdidas en despachos especulativos, aprovechando vilmente la ignorancia y confianza de los clientes en sus consejeros bancarios.

Son las leyes trasnochadas, descompensadas e injustas las que llevan a los ciudadanos desahuciados a rebelarse contra ellas, ante la sordera política y la indiferencia de los depredadores, que comparten con ellos mantel en los banquetes.

Es la obligación legal impositiva de mantener embriones indeseados en los vientres, lo que mueve a la rebelión de la sociedad ante la infeliz vida que espera a padres y descendientes con mutilaciones mentales.

Pero los explotadores del hambre han de tener cuidado porque la desesperación de los ciudadanos que no tienen nada que perder, puede llegar a transformar los suicidios en homicidios, llevándose con ellos a mejor vida a los responsables de su tragedia.

LA FUERZA DEL MIEDO

LA FUERZA DEL MIEDO

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El miedo no es más que una perturbación angustiosa del estado de ánimo de cada cual, a la que se llega cuando nos acecha un riesgo o un daño que puede ser real o imaginario. Sentimos miedo por el recelo o aprensión que tenemos a que nos suceda lo contrario que deseamos.

De esta forma, el miedo mutila la esperanza, oscurece la voluntad, anula la razón, nubla el pensamiento, incapacita para la acción, genera resignación y anula la rebeldía. Esto lo saben bien quienes explotan el miedo colectivo en su propio beneficio, haciendo de la injusticia nuestra condenación.

El miedo es el gran nubarrón que oscurece las iniciativas. El responsable de que hagamos lo contrario a lo que nos dicta la conciencia.  La palabra que habla por nosotros obligándonos a decir lo contrario de lo que pensamos. El miedo es, en definitiva, quien nos lleva a los dioses, somete nuestros deseos a la voluntad ajena y justifica la obediencia debida.

Es fácil concluir, pues, que el miedo al castigo nos condena al silencio. El miedo a la muerte nos amarga la vida. El miedo a movernos nos lleva a la parálisis. El miedo a protestar nos reduce a la impotencia. El miedo a recordar la historia nos produce amnesia. El miedo a caminar en las manifestaciones nos produce cojera. El miedo a coger las riendas nos deja mancos. El miedo a pedir justicia nos hace mudos. El miedo a escuchar la voz de los sin voz nos vuelve sordos. El miedo a ver la realidad nos deja ciegos.

Y así, cojos, mancos, mudos, ciegos y sordos, vamos con nuestro miedo a cuestas por la vida mientras los beneficiarios del temor colectivo se hacen dueños de nuestras vidas, manteniéndonos escondidos tras los visillos de las ventanas domésticas, sin atrevernos a salir a la calle, esperando con resignación de corderos la llegada del ángel exterminador que nos lleve al matadero.

ESTOY AVERGONZADO

ESTOY AVERGONZADO

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Mi estado de ánimo ha pasado por distintas fases agudas de intensidad variable, evolucionando desde la discrepancia a la indignación, pasando por la queja, el vituperio y la incitación a la rebeldía. Ahora me encuentro en un estado nunca imaginado y desconocido en sesenta y cinco años, debido a las despreciable imágenes que impresionan mi retina.

Pasar la tijera por donde no hay nada que cortar, mientras que políticos y banqueros se parapetan bajo el paraguas de salarios desmedidos, indemnizaciones escandalosas, pensiones vitalicias y privilegios inmerecidos, hiere el espíritu más insensible, porque al mismo tiempo que masacran derechos intocables de los vecinos condenan al pueblo a remar en galeras, descalifican a los funcionarios, humillan a los médicos, desprestigian a los profesores, irritan a los militares, ofenden a jueces y fiscales, desprecian a los parados y obligan a los cuerpos de seguridad a reprimir violentamente al pueblo que defiende sus intereses.

Estoy avergonzado de ver trabajadores en la morgue del suicidio, por carecer de lo más elemental para la supervivencia.

Estoy avergonzado de ver a titulados universitarios buscando restos de alimentos en los contenedores de basura de los supermercados.

Estoy avergonzado de ver a jóvenes adultos deprimidos y condenados a la humillante dependencia familiar por falta de trabajo.

Estoy avergonzado de ver el ensañamiento que emplean algunos policías en reprimir a los vecinos que piden trabajo, pan y justicia.

Estoy avergonzado de ver a los médicos entrar en los hospitales con la fiambrera bajo el brazo, dispuestos a trabajar durante veinticuatro horas seguidas por nuestra salud.

Estoy, en fin, avergonzado de vivir en un país gobernado desde hace muchos años por politiqueros de tres al cuarto cuyo mérito no pasa de lucir gaviotas o rosas en la solapa.

CON SU PERMISO, PRESIDENTE

CON SU PERMISO, PRESIDENTE

Los millones de sufridores que ayer no tuvimos oportunidad de preguntar al presidente en la rueda de prensa que concedió en el palacio que le hemos prestado, nos tuvimos que conformar con ver, oír y comentar sus palabras a la familia o amigos, como voy a hacer yo con los visitantes de esta bitácora.

1 – Aceptar que los recortes no han producido los efectos esperados y seguir con ellos dice poco a favor del Gobierno, porque la perseverancia en el error conducirá a la quiebra total.

2 – Pasar la tijera por los servicios públicos básicos, funcionarios y parados, manteniendo el número de políticos, sus sueldos, complementos y privilegios, llevará a las barricadas.

3 – Sanear los bancos con dinero público para que luego éstos endeuden a los ciudadanos con créditos que benefician a los prestamistas, es un insulto al pueblo.

4 – Reducir el déficit no es opinable, de acuerdo. Pero la impunidad con que se pasean los despilfarradores por la vida pública es un agravio intolerable, preludio de rebeldía.

5 – Asegurar el mantenimiento de las pensiones es el preaviso al tijeretazo que espera a los jubilados, como sucedió con la subida del IVA y la reducción de prestación por desempleo.

6 – Ocultar que todos los tijeretazos suman tanto como el rescate financiero para que los banqueros no pierdan la sonrisa, es una burda maniobra que no merece el indulto.

7 – Guardar en la agenda las medidas que van a aplicarse en el inmediato futuro, diciendo que se hará lo que convenga a los españoles, es descalificar al pueblo que se gobierna.

8 – Silenciar que desde hace cinco meses la situación económica y social del país ha empeorado sensiblemente, multiplicando el descontento ciudadano, es un fraude moral.

9 – Pretender hacernos creer el calvario que está pasando el presidente por tomar medidas tan dolorosas, incómodas y desagradables, es jugar con el sentido común de los votantes, porque el señor Rajoy está donde está por deseo personal y sin ser obligado a ello. Nadie acepta el sufrimiento cuando éste puede evitarse, salvo que los beneficios que reporta compensen sobradamente el quebranto que ocasiona.

10 – Finalmente, tras los aplausos parlamentarios por los recortes y el “que se jodan” de la señora Fabra, los populares han disfrazado sus sentimientos de teatralidad política escénica, guardando silencio o poniendo caras tristes mientras presiden el desfile de funcionarios, desempleados, obreros y discapacitados por las calles de la España, acompañados en la tribuna por banqueros, prelados, estafadores y políticos de todos los colores.

INSUMISIÓN

INSUMISIÓN

El sometimiento de unas personas a la voluntad de otras es un acto de acatamiento y subordinación que sólo encuentra respuesta en la insumisión, cuando el abuso de poder excede los límites fijados por las leyes, el respeto al ciudadano, la justicia social y el sentido común.

Patxi López ha optado por la insumisión civilizada que marca el Estado de Derecho, recurriendo al Tribunal Constitucional para expresar su rebeldía a la injerencia del Gobierno central en la autogestión autonómica, argumentando que las decisiones del Ejecutivo en materia de sanidad y educación, rompen el principio de igualdad y universalidad.

Actitud que corresponde a lo políticamente correcto, sin que ello menoscabe el espíritu insurrecto que la inspira, pues su levantamiento contra el Gobierno es consecuencia directa de las quejas ciudadanas que llegan hasta su mesa de despacho, gritando ¡basta ya! a la limadura que terminará haciéndonos virutas y llevando irremediablemente a los más desfavorecidos a una insumisión menos razonable que la del lendakari.

Sublevación que está al alcance de los que ya no tienen nada que perder porque lo han perdido todo salvo la vida, y no están dispuestos a dejarla abandonada a la puerta de un hospital. Insumisión activa de quienes llegan al final del sueldo sin acabar el mes, negándose a pagar las cuotas impuestas por aquellos a los que les sobra sueldo al final del mes.

A nadie extrañaría el bloqueo de autopistas y la silicona en las cerraduras de los centros educativos públicos. No cabe sorpresa en los hospitales si quienes no pueden pagar estancia, sillón y comida toman los centros sanitarios como los revolucionarios tomaron la Bastilla. Es normal que los enfermos crónicos con salario de subsistencia se nieguen a pagar las medicinas. Parece razonable que los afectados por la ley de dependencia bloqueen la entrada en la Moncloa con las sillas de ruedas. Y no sería extraño que los desvalidos hagan valer lo que valen valiéndose de su valor.

MANIFESTACIONES

MANIFESTACIONES

Un megáfono con la voz ronca anunciaba en los Cantones que la manifestación organizada para el día de hoy por los “indignados” a las siete de la tarde, comenzaría en la plaza de Orense. Pedía el portavoz, orden y respeto durante la marcha, invitando a los asistentes a maniatar alborotadores, apedrear apedreadores y poner bozales a los provocadores para abrochar insultos, con objeto de ir juntos en paz camino de la guerra. También pedía que las enseñas de partidos políticos y banderas sindicales se humedecieran con gasolina y fueran a la pira, sin sus dirigentes, claro, aunque no faltaran ganas de hacerlo.

Dejaba claro el pregonero, que el 15-M es un movimiento ciudadano independiente de siglas y colores, amamantado por una situación insostenible, de la que han salido beneficiados quienes la han provocado, mientras las inocentes víctimas anónimas de la catástrofe están sufriendo daños colaterales, hambre real y sed de justicia condenatoria, al tiempo que detestan ser bienaventurados evangélicos.

Las manifestaciones de hoy deberían activar sumarios judiciales pendientes y abrir muchas celdas en cárceles españolas para que en ellas entren bajo palio quienes se dan golpes de pecho en los reclinatorios con la mano derecha y embargan por la izquierda a quienes han arruinado. La marcha de esta tarde debería eliminar los brindis oficiales, privilegios, dietas, salarios y holgazanería de aquellos políticos preocupados por su cuenta corriente y la de sus familiares y amigos, en un ejercicio de nepotismo detestable. Las manifestaciones tendrían que desnudar de cintura para arriba los consejos de administración bancarios abriéndoles la válvula pulmonar de oxígeno financiero para dar aquello que les sobra, a quienes todo les falta.

Pero más que nada, estas manifestaciones deberían eliminar la sordera política del ejecutivo, la indiferencia de los escaños y el desprecio de los banqueros, para que nunca más haya que desempolvar pancartas pidiendo lo que por derecho corresponde, sin necesitar defensa alguna. No pretenden los “indignados” negarse a los necesarios ajustes que han de venir, sino a que sigan sin ajustarse el cinturón quienes más tienen y se mantenga la politiquería de politiqueros que asientan sus ombligos en sillones mercenarios.

Con estos deseos en la cabeza y el corazón enrojecido de impotencia, irán miles de ciudadanos a las manifestaciones de hoy, llevando en el punto de mira a quienes han pretendido mostrar este movimiento ciudadano como algo que no es, para justificar las porras y ahogarlo en la nada metafísica antes de que llegue a más.

Son muchas energías y tiempo consumido en reivindicaciones innecesarias, por su evidencia. Muchas las lágrimas vertidas, mucha la frustración soportada y grandes las esperanzas perdidas, por lo que no queda otra opción que la rebeldía democrática pacífica. Pero si ésta no se atiende habrá que desempolvar la ira evangélica contra los mercaderes de la felicidad ajena.

Deben saber los dirigentes políticos, financieros, sociales y religiosos, que un “indignado” herido es peor que un miura corneado, y en estos momentos gran parte de ciudadanos están heridos y al acecho, hartos de encomendarse a la santa paciencia, asistir a novenas parlamentarias con resignación y suplicar una redención que parece no llegarles, porque nuestra sorda democracia  resuelve los problemas dándoles una pancarta a los manifestantes, para que todo siga igual.

CARTA A UN ESTUDIANTE DE MEDICINA

CARTA A UN ESTUDIANTE DE MEDICINA

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Estimado aspirante a la resignación:

No sé si formas parte de esa mitad de estudiantes de medicina que se plantea emigrar de España para trabajar, según el reciente estudio publicado en la Revista de Atención Primaria de la Sociedad Española de Medicina Familiar, en el que han participado los profesores de la Universidad de Salamanca Diego Bernardini y Francisco Macías.

 

 

 

 

Pero si eres de la mitad que va a quedarse entre nosotros, debes saber las cosas que te esperan de “tejas para abajo”, para que comiences ya con tus compañeros a promover el cambio necesario a situaciones injustas excesivamente prolongadas en el tiempo dentro del sistema sanitario, donde la inestabilidad laboral de los nuevos licenciados, la precariedad en el empleo, la exigencia de oposiciones denunciadas por manipulación, el desprecio institucional y la promoción de mediocres protegidos, son el caldo de cultivo de la frustración que te espera.

Tal vez no hagas caso a esta a esta llamada a la rebelión de un bloguero que siente la necesidad de hacerlo con la única intención de animarte a luchar por modificar una situación ya insostenible, que sufrirás en unos años si entre todos no os alzáis en armas contra ella. Vosotros podéis hacer que cambien las cosas si a vuestra temeridad juvenil unís el esfuerzo colectivo para modificar el rumbo de una situación mantenida tradicionalmente con el injustificado argumento de que a todos les ha sucedido lo mismo. Es tiempo de romper con añejas costumbres de otros tiempos y conseguir que los jóvenes médicos que se forman en nuestros hospitales reciban el respeto profesional que merecen, la formación que demanda el oficio, el apoyo personal que necesitan y la merecida garantía de futuro tras doce años de formación.

Pero he prometido hablarte a ras de suelo y voy a hacerlo, advirtiéndote que si durante los seis años de carrera estás sufriendo el peso de la tarima docente con desmedida fuerza sobre tus espaldas, al terminar los estudios esa carga será aún mayor porque la distancia profesional que separa al médico residente de los adjuntos y jefes – de sección,  servicio y departamento – supera los espacios interestelares. Distancia que llega al infinito si no gozas de simpatías personales entre los entarimados o te subes los pantalones en algún momento.

De mantenerse las cosas según están, el panorama que te espera cuando te licencies en Medicina y pienses que has conquistado el mundo, no es muy alentador. Recordarás entonces con desaliento que para acceder a la  carrera necesitaste acreditar la nota más elevada en Selectividad.

¿Tienes claro que estás realizando los estudios universitarios de más larga duración? ¿Sabes que después has de hacer una oposición para encontrar trabajo, donde tus aspiraciones de llegar a ser un gran cirujano en Cádiz pueden transmutarse por la radiología en Girona? ¿Alguien te ha dicho que tras cinco años de formación en un hospital te conviertes en la nada metafísica? Pues así es querido amigo, pues tras doce años de formación con oposición incluida, debes hacer de nuevo otra oposición para garantizarte un puesto de trabajo, si no quieres ver humillada a perpetuidad tu dignidad profesional con contratos basura, traslados mendigantes y desprecio simulado de tus compañeros.

En ese tiempo has de ver con dolorida resignación e impotencia, que tu horario laboral, el tipo de trabajo que realizas, el trato que recibes, la exigencia profesional a la que estás sometido, el salario que obtienes y la precariedad de tu empleo, en nada se parecen a quienes tienes encima de ti.

Me corresponde a mí anticiparte que te tragarás todas las “mierdas” habidas y por haber; que la solidaridad brillará por su ausencia en una profesión que debía tenerla como norte de conducta; que sólo a ti se te llamará la atención por minucias sin importancia, mientras verás a tu alrededor que se toleran graves negligencias a los patas negras de la “casa”; que un discurso tuyo vale menos que el mínimo gesto de un estatutario; y que tu trabajo, tu futuro, tu estabilidad personal y tu vida depende de la caprichosa voluntad de un gerente o de un jefe de servicio, puesto ahí por decisión política.

Debes saber también que vas a ser explotado hasta límites para ti ahora insospechados mientras algunos de tus “superiores” – no todos, claro – se escaquean cuanto pueden y no hacen nada por evitar las listas de espera sino es a través de “peonadas”, porque están más pendientes de sus intereses que de dar el servicio público que de ellos se espera. Pero ahí estarás tú para lograrlo y para trabajar a destajo, mientras algunos inútiles piden prolongación del trabajo más allá de los sesenta y cinco años para seguir cobrando un buen sueldo por leer el periódico, pasearse por el hospital, incumplir el horario y entretenerse viendo enfermos ya diagnosticados, sin que nadie se dé por aludido, mientras los jóvenes hacen su trabajo. Y si reivindicas algo, por elemental que esto sea,  es muy probable que tengas que coger la maleta y buscar otro contrato basura en lejana tierra.

¡Ah! bueno!, olvidaba decirte que si eres hijo de gerente, director médico, catedrático, jefe de servicio o similar, entonces rompe esta carta porque todo lo dicho no va contigo, aunque tu mediocridad sea tan ostensible como el nepotismo del que te vas a beneficiar.