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NOS CUESTA COMPRENDER A LA JUSTICIA

NOS CUESTA COMPRENDER A LA JUSTICIA

Unknown

En contra del juez, del fiscal, de todos los terrícolas y de mi perro, la Sección Cuarta de la Audiencia ha decidido que Bárcenas se vaya a esquiar a Baqueira, argumentando que no se atreverá a cruzar la frontera para poner a buen recaudo los millones de euros que la justicia tiene por controlar de quien está acusado de cohecho, delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales, apropiación indebida, falsedad documental mercantil y estafa procesal, mereciendo por ello la libertad y el derecho de “peineta” a toda la ciudadanía.

Los que ignoramos entresijos de la red judicial no debemos hablar sobre cuestiones legales, pero nadie puede negarnos el derecho a opinar  sobre los dictados del pensamiento lógico que contradicen justificaciones legales injustificables para la razón y carentes de argumentos aceptables por el pueblo que paga el sueldo de quienes dictan autos incomprensibles para los paganos.

La legalidad de la actuación magistral es indudable, pero la dialéctica del carbonero nos impide comprender la puesta en libertad de semejante individuo, sin sospechar segundas verdades porque no nos basta con suponer que se va a estar quieto, ni aceptamos que la investigación sobre la Gürtel esté «prácticamente agotada”, porque eso significa que no ha concluido, ni la justicia sabe donde esconde el delincuente los millones que están por descubrir.

El problema que tienen los magistrados al juzgar y condenar a políticos corruptos, estafadores profesionales, defraudadores crónicos y ladrones engominados, es que sus decisiones causan profunda decepción en los ciudadanos y desconfianza en los tribunales, pues cada día dejan más claro, que la justicia no es igual para todos, que su balanza no está equilibrada y que carece de venda en los ojos.

Confiamos que a muchos jueces se les hinchen las puñetas y pongan a los corruptos en su sitio, lejos de la sociedad que han defraudado y los códigos morales que han infringido, aunque las leyes sociales les permitan escaparse por la gatera, con la ayuda de altos tribunales contaminados por tentáculos políticos.

Vemos con desazón que los castigos quedan reservados para las personas socialmente marginadas que viven en un mundo al servicio de los poderosos, siendo las cárceles reservorios de estiércol humano, donde van a parar ladrones que roban gallinas para subsistir, hacen piquetes sindicales o que distraen sábanas de los almacenes para hacer pancartas, confirmándose una vez más que la ley es igual para todos, menos para quienes proclaman solemnemente este cínico eslogan.

SUPONGAMOS QUE…

SUPONGAMOS QUE…

Más indignado que los “indignados”, me puse ayer a pensar en el mejor futuro que cabría imaginar para todos, haciendo reales los deseos que anidan en la gran mayoría de nosotros.

Así comencé a suponer qué pasaría si se produjera una insumisión generalizada en el país. Es decir, si los ciudadanos encargados de mantener el orden establecido por los dirigentes del sistema, dejaran las porras en casa, se vistieran de paisano y gritaran a coro con sus vecinos.

Supongamos, igualmente, que todos votamos en blanco en las próximas elecciones para gritar con silencio ensordecedor que “¡así, no!”.

Supongamos también que los jueces se remangan las puñetas y mandan a hacer puñetas entre rejas perpetuas a corruptos, politiqueros, estafadores y usureros.

Supongamos que los rescates bancarios, las indemnizaciones multimillonarias, los hurtos bancarios y las abultadas pensiones vitalicias, se entregaran al pueblo.

Supongamos que retornara a España el dinero perdido en paraísos financieros y se  recuperan los euros ocultos por fraude fiscal a la Hacienda pública.

Supongamos que desaparece la usurera banca privada y se nacionaliza el negocio especulativo financiero.

Supongamos que el gasto militar se empleara en mejorar la sanidad, promover la educación y dotar de recursos humanos y materiales a la justicia.

Supongamos que la Iglesia jerárquica cumpliera su misión redentora, poniendo su enorme riqueza al servicio de los pobres y condenando a los explotadores.

Supongamos que todos los trabajadores, privados y públicos, hicieran huelga indefinida, mientras se mantuviera el actual sistema de gobierno económico.

Supongamos, finalmente, qué pasaría si a los ciudadanos nos dierales da por tomar la Moncloa, como los franceses hicieron el 14 de julio de 1789 con la Bastilla, para acabar con este régimen, instaurando un nuevo orden social más justo, solidario, igualitario y libre, donde no existiera especulación con vidas ajenas, se repartiera equitativamente la riqueza, los más capacitados y honrados organizaran la vida comunitaria y el Estado del bienestar no fuera patrimonio exclusivo de una casta.

SARCASMO JUDICIAL

SARCASMO JUDICIAL

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No encuentro mejor palabra que sarcasmo para definir la situación que está pasando el juez Baltasar Garzón con los procesos judiciales en curso, que pueden otorgarle el detestable honor de ser el primer condenado por el caso Gürtel y la última víctima del franquismo. Tiene gracia.

Podrá parecer bien o mal el juego político seguido por el magistrado subiéndose al segundo peldaño de la escalinata socialista. Desagradará a muchos su protagonismo y afán de notoriedad.  Celará su estrellato a otros. Molestará la prepotencia de sus gestos aunque él se declare tímido enfermizo. Vale. Pero acusar al juez Garzón de prevaricación, es decir, de dictar a sabiendas una resolución injusta, me parece un sarcasmo.

Puedo aceptar incluso que se equivocara en su trabajo y mereciera una amonestación o la anulación de sus actuaciones por parte del CGPJ, pero acusarle de prevaricación me parece una burla sangrienta a la justicia, a la ley, a toda la escala judicial, a la población y al propio magistrado.

La mordacidad con que se está maltratando de palabra, obra y omisión a este asesor del Tribunal Penal Internacional, Consultor de la OEA y miembro del Comité de Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, desconcierta incluso a los amigos hispanófilos de diferentes nacionalidades, que me preguntan por el caso, diciéndome que no entienden nada.

¿Cómo explicarles las acusaciones a un juez por ordenar escuchas telefónicas entre abogados y encausados en el putrefacto caso Gürtel argumentando que  laminaba el derecho de defensa, cuando se pretendía evitar el blanqueo de 20 millones de euros, que el propio fiscal aprueba pidiendo la absolución del acusado?

¿Cómo explicarles que está siendo enjuiciado el magistrado Garzón por pretender esclarecer el origen y causas de las muertes habidas durante la  guerra civil y el posterior franquismo, calificando el fiscal de insólito el procesamiento, pidiendo la anulación del juicio y la absolución inmediata del encausado?

¿Cómo explicarles que el juez Garzón puede ser condenado por archivar una causa a partir del informe previo positivo del fiscal y la confirmación posterior de la Sala Penal de la Audiencia?

¿Cómo explicarle a estos amigos la corrosiva persecución político-judicial que está sufriendo el primer luchador contra el narcotráfico, el liquidador de los GAL, la mano de hierro con el terrorismo y el acusador de varios criminales contra la Humanidad?

¿Cómo explicarles que quien fue diputado nacional, delegado del Gobierno en el Plan Nacional sobre Drogas, Doctor Honoris Causa por veintiuna universidades, y ganador de los premios Christa Leem, Luis Tilve, Brigada Abraham Lincoln, Fundación Puffin, Azucena Villaflor, Valores, Pozo Fortuna, etc., sea un chorizo que burla la justicia y actúa al margen de ella?

¿Cómo explicar a los amigos extranjeros el sabor acre que todo lo que está sucediéndole al juez Garzón me deja en el paladar, viendo rodar por tierra treinta años de impecable carrera judicial y de compromiso con la justicia, simplemente porque los negros tentáculos de la política llegan hasta las togas judiciales ennegreciendo sus puñetas?

¿Cómo evitar esta degradación del Estado democrático, el hachazo a la independencia del poder judicial y el espantoso ridículo mundial que estamos haciendo, si hubiera bastado con anular las pruebas recogidas en las grabaciones o evitar el juicio oral como tantas veces han hecho las autoridades judiciales del Supremo?