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CARITATIVA DIANA

CARITATIVA DIANA

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No le quedó a la princesa Diana otra salida a su soledad que dedicarse a la caridad, porque ninguna otra cosa le permitió esquivar el dolor que atenazó su vida desde la cuna hasta la accidental tumba que encontró en el parisino túnel del Alama, hace ya 16 años.

Elevada a la santidad por los incondicionales que hoy lloran su muerte, llegó a los altares del pueblo cumpliendo su obligada vocación caritativa, porque la vida puso a la princesa en el camino de la beatitud sin pedirle opinión ni contar con la voluntad de quien fue abandonada por su madre en la triste infancia de los pañales.

A esto se añadieron los martirios de la suegra real disconforme con la boda del primogénito, los cuernos que su principesco marido puso sobre la frente de la princesa consorte y las traiciones de los sucesivos amantes que compartieron lecho con ella, despertando en Lady Di la vocación de servicio a los humildes.

Sin ayuda de cámara, se calzó las botas de peregrina, remangóse la camisa, echó al hombro la mochila, respiró hondo y se fue por el mundo a presidir decenas de asociaciones caritativas, trabajando codo con codo junto a Mandela, el Dalai Lama y la madre Teresa de Calcuta.

Enfermos de sida, drogadictos, ancianos, leprosos y niños malnutridos pasearon de su mano por los campos minados que desactivó a base de entrega y sacrificio, hasta ser llamada “Princesa del pueblo” y “Reina de corazones”.

 

ESTOS REPUBLICANOS…

ESTOS REPUBLICANOS…

Andan alborotados los republicanos contra el monarca porque los españoles hemos tenido el detalle de regalarle una cinta para caminar de 14.000 euros, desconociendo que sus ingresos no dan para tanto.

Igualmente, siguen estos perturbadores de los «36 años de paz» sin comprender que los escarceos amorosos del rey fueron – ¿son? – un sacrificio personal que hizo – ¿hace? – para mantener una inmerecida leyenda urbana.

Que sus salidas nocturnas de palacio, moto en mano y casco de camuflaje en la cabeza, eran – ¿son? – para ver al pueblo en su verdadera salsa.

Que los intentos por defraudar a la Hacienda Pública obedecieron a un deseo de identificación con sus siervos.

Que mantiene la inviolabilidad constitucional para someterse únicamente a la implacable justicia divina.

Que consiente, a pesar suyo y con pesar, la irresponsabilidad que le otorga la Constitución, solamente por exigencias del servicio.

Que ha tenido en prisión amigos íntimos, asesores de sus finanzas, para fomentar la reeducación de los internos.

Que el silencio de los medios de comunicación y la protección institucional que disfruta es para protegernos a todos los españoles, porque sin su poder moderador no sé que sería de nosotros, pueblo inmaduro, belicoso, inculto y fraccionado en taifas medievales, que vitorea encantado y feliz a su sabia, prudente, culta y discreta «princesa» mediática.