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Etiqueta: prelados

BAJO EL DISFRAZ

BAJO EL DISFRAZ

Uniforme

El disfraz es un artificio que se usa para desfigurar algún objeto con el fin de que no sea reconocido, pero también son utilizados los disfraces en fiestas, saraos y carnavales para ocultar la identidad de las personas, facilitando el divertimento público, compartiendo la broma, confundiendo el sexo o desfigurando el rostro con monstruosas caretas.

A estas dos acepciones, añadimos una tercera que utiliza la Academia para definir el disfraz como simulación para dar a entender algo distinto de lo que se siente, con intención de advertir sobre las personas que se ocultan tras disfraces profesionales, obligadas a aparentar sentimientos diferentes a los que sienten cuando cuelgan el disfraz en el perchero.

Tal es el caso de quienes adornan el uniforme con puñetas judiciales, lucen en las mangas entorchados militares, exhiben mitras episcopales o cubren la cabeza con gorras policiales, todos ellos forzados protocolariamente a vestirse con ropa que les obliga a ser lo que pueden no ser realmente en zapatillas, bajo el disfraz.

Debajo del ropaje que impone disciplina al soldado, severidad al juez, santificación al prelado y obediencia al gendarme, se ocultan personas que sufren, sienten, ríen y lloran, como el resto de los mortales, cuando se bajan del escenario social tras cumplir sus funciones por razón de ley, orden o mandato, no siempre acorde con su conciencia.

Así, ocurre que muchos jueces firman con dolorosa resignación ciertas sentencias contrarias a su sentimiento personal cuando se despojan de la toga. Sufren los militares desuniformados por las muertes provocadas al apretar el botón exterminador con el uniforme puesto. Se avergüenzan los gendarmes ante el espejo doméstico por la represión ejercida contra los que piden trabajo, pan y justicia. Y lloran los prelados sus pecados tras las oraciones nocturnas arrodillados a los pies de la cama.

IGLESIA, IGLesia e iglesia

IGLESIA, IGLesia e iglesia

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Hace 2014 años que Jesucristo vino al mundo para redimir a los pobres y fundar sobre Pedro su iglesia, con intención de que esta fuera única, pero no ha sido así. Desde que los cristianos salieron de las catacumbas y el emperador Constantino los legalizó en el año 313, comenzaron a aparecer tres iglesias muy diferentes en comportamientos y actitudes.

No hay palabra en el diccionario que distancie tanto las acepciones de un término como sucede con la voz “iglesia”, pues las definiciones que corresponden a cada una de ellas divergen de tal forma que cada día están más alejadas una de otra, sin posibilidad de encontrarse jamás, como ha sucedido en los veinte siglos que llevamos de cristianismo, a pesar de los tímidos esfuerzos que está haciendo el regente Francisco por enlazarlas.

La IGLESIA entendida como estructura político-religiosa jerarquizada, es decir, gobierno eclesiástico general con el Sumo Pontífice a la cabeza, los cardenales detrás, prelados más abajo y curas a ras de tierra, nada tiene que ver con la iglesia formada por los fieles seguidores del hijo del carpintero que pierden su vida al servicio de los demás, ni esta con  la IGLesia de los falsos católicos que aspiran a ganar la felicidad eterna a base de cínicos golpes de pecho.

Las corruptelas, mafias, asesinatos, estafas y contubernios autárquicos de la machista IGLESIA de los regidores, descritas por la historia a lo largo de los siglos, nada tiene que ver con la sencilla grey de Dios unida en comunión fraternal basada en el amor de la iglesia, aunque entre ellos pretendan colarse los que forman parte de la IGLesia que se santigua con la  mano derecha y esquilma al vecino con la izquierda.

La intolerancia, dogmatismo, prepotencia y codicia de la IGLESIA jerárquica contrasta con la flexibilidad, entrega, humildad y generosidad del pueblo de Dios que hace iglesia practicando el amor fraterno, la entrega al pobre y la redención del oprimido, ofreciendo comida al hambriento, vistiendo al desnudo, consolando al enfermo, liberando al oprimido y dando la cara en las manifestaciones, mientras los jerarcas toman chocolate con churros en casa de los poderosos que forman parte de la IGLesia y bendicen con agua maldita a sus acompañantes.