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EBRIEDAD EN LA CEPA POÉTICA

EBRIEDAD EN LA CEPA POÉTICA

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En este día mundial de la poesía, celebrado con eventos literarios, lecturas populares, actos académicos y elogios a la poesía, yo me voy de paseo con el poeta más andariego de la ribera del Duero zamorano, decidido a levantar mi copa de vino y brindar por el recuerdo intacto que conservo de mi último encuentro con el espíritu limpio de una persona bondadosa, amable y sencilla, que solo tuvo pesares consigo mismo.

No quiero lamentarme por su muerte, sino recordar la felicidad que compartimos una noche de vino y confidencias, cuando ambos fuimos llamados a conferenciar en un acto académico celebrado sin previo aviso en una ciudad castellana de cuyo nombre no quiero acordarme, porque el jugo aterciopelado de las uvas nos embriagó de amistad.

Pasamos horas nocturnas de primavera, al abrigo de los veladores sin ocuparnos de las palabras que debíamos pronunciar al día siguiente, intoxicados de pitarra y semidormidos tras una noche se insomnio compartido, sin posibilidad de redención, ni penitencia que mereciera la absolución del público que nos esperaba al día siguiente.

Con nosotros estuvo Ángel González, traído por Claudio en el recuerdo de un viaje inolvidable que hicieron juntos por varias universidades americanas. También comparecieron en la ronda Biedma, Valente, Brines y otros poetas amigos, recorriendo con nosotros tabernas solitarias, hasta caer derrotados en las respectivas camas del hotel que nos habían reservado los organizadores de las conferencias.

Teníamos que hablar de poesía a un auditorio inquieto. Y pudimos hacerlo, porque la ebriedad nocturna se tornó en claridad fulgente por mutua comunión profana con los versos de Claudio Rodríguez, desentumeciendo milagrosamente las palabras que pronunciamos.

“Siempre la amistad viene del cielo, – me dijo parafraseando su poema – es un don: no se halla entre las cosas sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias. Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras. Y esto es un don”.

Felicísimo don de la ebriedad aquella hermanadora noche. Indulgente turbación pasajera de los sentidos que nos fundió en un abrazo de madrugada, redentor del exceso de las cepas y cómplice de guiños previos entre nosotros, antes de comenzar los discursos.

Fue el don de la ebriedad aquella noche nuestro mejor presente, y el recuerdo imborrable que en mí perdura del poeta Claudio Rodríguez, que se llevó la parca miserable hace quince años, dejando a Clara sola y sin oportunidad de ir a buscarlo, porque esta vez fue de verdad su ausencia y se nos perdió para siempre en otra geografía.

SEQUEDAD POÉTICA

SEQUEDAD POÉTICA

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Corren malos tiempos para la lírica en España desde hace años, sin que pueda verse el final de la sequía, por mucho que algunos meteorólogos literarios vaticinen lluvias torrenciales de versos para inundar las resecan ramblas donde muere de sed la poesía.

Abundan hoy los versificadores; proliferan los obreros de estrofas; pululan los fabricantes de bisutería lírica; rebosan los copistas de imágenes poéticas; sobran manipuladores del ripio; y se publican impublicables libros de poesía, como el que ayer llegó a mi mesa, de cuyo nombre prefiero que ustedes no tengan que olvidarse.

Este libro y otros como este, unido a los poemas que circulan por las redes sociales, obligan a pensar que las musas llevan en huelga más tiempo del previsto por la historia de lírica española, dando ocasión a que desluzcan su brillo vates que pegan con el bate a los versos, impidiendo verdear el seco erial poético donde la imaginación es una quimera, la creatividad ilusión sonora y las imágenes visiones de ultratumba poética.

El pozo seco donde embuten la belleza muchos copleros de rimas, palmeados por amigos que confunden versos con berzas; rimas con ramas; imágenes con imagenios; crear con xerocopiar; innovar con falsificar; métrica con matraca; y verso libre con dar libertad al verso para que espante la poesía.

La poesía como fuente de belleza imaginativa, de sentimiento puro sublimado por el encanto de imágenes deleitosas, ha pasado a mejor vida en los últimos tiempos. Y la poesía como manantial de verdad que se enturbia con el engaño de quienes pretenden ofrecer aquello que no encontraran nunca, anda perdida por los montes del Parnaso en paradero desconocido.

Tanta sequedad me ha llevado a recogerme en el vergel florido donde permanezco desde mi juventud, rodeado de poetas y poemas que cada día elevan mi alma,  porque sólo unos cuantos versos de actuales juglares me han animado a su lectura, bajo la esperanzadora luz de su revitalizador encanto.