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CASO ERREJÓN

CASO ERREJÓN

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Un buen amigo me pide opinión pública sobre el «caso Errejón», pensando que voy a decir lo que espera que diga cuando en realidad mi pensamiento está muy alejado del suyo en esta cuestión, aunque coincidamos con el proyecto «renovador, rompedor y limpiador» de Podemos, como le sucede a más ciudadanos cada día, según reflejan las encuestas.

En contra de lo niegan muchas incondicionales voces, hay «caso Errejón» porque la tozudez de los hechos impide escamotear una realidad que está sobre la mesa social con el peso específico que corresponde a quienes han hecho de la honestidad bandera, erigiéndose en adalides de una administración pública honrada y limpia hasta el último de sus rincones.

A quienes seguimos ilusionados con los postulados defendidos por la organización política Podemos, manteniendo la esperanza en que sus principios acaben imponiéndose en la sociedad española, nos sorprende la torpeza intelectual y política de sus líderes al infravalorar la persecución a que estarían sometidos por todos los poderes reales y fácticos implantados entre nosotros.

Dicho esto, cierto es que la apertura de veda a la caza Podemos está siendo desmedida, pero no es menos cierto que al final los detractores han acabado cazando pieza.

Cierto es que no pueden compararse los graves casos de corrupción con lo sucedido a Errejón, pero es falso que se trate simplemente de un “papelito”.

Cierto es que el castigo mediático es desproporcionado, pero también es verdad que no se trata de una fantasmagórica confabulación judeo-masónico-marxista.

Cierto es que todo podría haberse arreglado sin el exceso de confianza demostrado, pero no es menos cierto que en la Universidad huele a podrido.

Cierto es que existen corruptelas mayores, pero no pueden minimizarse las corruptelillas, porque son el comienzo de las grandes trampas y fraudes.

Cierto es que las Instituciones necesitan ser barridas de porquería moral, pero antes hay que coger la escoba y barrer la casa propia de cada cual.

Cierto es que satisface ver la altura a que Podemos ha puesto el listón de la honestidad, pero la mujer del César ha de parecer honrada, además de serlo.

Cierto es que los aspirantes a gobernarnos deben exigir el máximo compromiso a los demás partidos, pero sin aplicar rebajas o descuentos a las exigencias propias.

Cierto es el mayor daño que reporta la viga en el ojo ajeno, pero también perjudica la paja en el propio, cuando se ha confiado en la vista del afectado.

Cierto es que el director del proyecto autorizó verbalmente la ausencia, pero también es verdad que el amiguismo con Montero desacredita el permiso oral.

Cierto es que otros partidos tienen más mierda que ocultar, pero ese argumento justificativo es inaceptable en políticos a quienes se supone honradez y altura política.

El doble incumplimiento de contrato de Íñigo Errejón, por no estar en su puesto de trabajo, ni tener compatibilidad con su responsabilidad política en Podemos, no es asunto menor, ni cuestión de papelitos. Y quienes podemos votar a Podemos pedimos respuesta del partido acorde con lo que todos esperamos de ellos para la redención de este país.

Nos conformamos con que Errejón hubiera dicho: “Es mía la responsabilidad de haber incumplido un trámite administrativo de obligado cumplimiento que rectificaré de forma inmediata, asumiendo las consecuencias que de ello se deriven y lamento el involuntario daño político que mi negligencia haya podido ocasionar a Podemos”. Y punto.

ESTADO DE DERECHO

ESTADO DE DERECHO

Un Estado de Derecho se caracteriza por someter todas las acciones políticas, laborales, sociales y personales, a las leyes vigentes, respetando la independencia de los tres poderes del Estado, así como el principio de legalidad y el de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Demasiado hermoso para ser realidad, porque es otra la verdad.

Nadie duda que las leyes sean públicas, estables y defensoras de los derechos ciudadanos. Tampoco puede negarse la legalidad de su aprobación, la honradez con que se administran y su implementación. Lo que no está tan claro es que hayan conseguido plenamente los dignos objetivos que se proponen, a la vista de los resultados obtenidos.

Hay demasiadas vías de agua en las leyes, demasiada ingeniería financiera en las operaciones mercantiles, excesiva ingenuidad en los tribunales de justicia, mucho leguleyo con la toga al hombro, mentiras amañadas para escapar de la justicia, sobrada desvergüenza en los desvergonzados y abundante cemento armado en la cara de los políticos como para que el Estado de Derecho supere al Estado de Corrupción.

A pesar de ello, debemos confiar en los tribunales de justicia y tener con ellos la misma generosidad que Yavé tuvo con Abraham cuando negociaban la salvación de Sodoma, y conformarmos con ver en la cárcel de por vida a diez sinvergüenzas de los que hoy pisan moquetas con el alma corrompida, por muy saneada que tengan su cuenta corriente.