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¿ RESTABLECER EL HONOR ?

¿ RESTABLECER EL HONOR ?

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Pregunta la presidenta de Castilla la Mancha, Secretaria General del Partido Popular y miembro del selecto Club Bilderberg, quién va a reponer la honorabilidad de Francisco Camps, sin darse cuenta que la pregunta no tiene respuesta cuando el honor se ha perdido, regalo a regalo, en una ruta comercial que causará espanto en los españoles cuando se sepa toda la verdad.

Una cosa es que se hayan sustanciado las responsabilidades penales del señor Camps y otra pretender convertirle en hombre de honor, después de todo lo que hemos visto y oído en el juicio oral, donde hasta las ranas de la Albufera han enrojecido de vergüenza.

Juicio en el que un ciudadano, ¡un sólo ciudadano!, ha decidido la inocencia del acusado, porque si uno de los cinco votos a favor se hubiera ido al otro plato de la balanza, estaríamos hablando de algo diferente. Pero así es la justicia y así la acatamos quienes creemos en el Estado de derecho, aunque algunas sentencias nos obstruyan las glándulas sudoríparas con el sarpullido.

No puede reponerse el honor de quien mintió en las Cortes valencianas y reiteró varias veces la mentira a sus votantes, a los ciudadanos, a los ángeles y a los arcángeles, afirmando no conocer al conseguidor, cuando hemos visto que era su “amiguito del alma” al que quería «un huevo».

Esto lo ha comprendido muy bien su compañero en el banquillo de los acusados al no expresar la alegría que con torpe descaro mostró Camps al oír la sentencia, sin tener en cuenta el desprecio que la población honrada ha sentido oyendo sus conversaciones telefónicas con el “bigotes”, apenas consolado por las “hostias” que le ofreció a este “gilipollas”.

Como dijo Pedro Crespo, el honorable alcalde de Zalamea, “el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”, obligando Yahveh en su octavo mandato a quienes invocan su nombre, – como hizo Camps al oír la sentencia -, a no decir testimonio falso ni mentir.

Ser o no ser, dijo el príncipe de Dinamarca, y el expresidente valenciano ha demostrado “no ser”, porque un hombre de honor no miente ni engaña, dice la verdad, no falsea la realidad y da la cara aunque se la partan.

Los políticos siguen empeñados en convencernos que en la sociedad no hay más reglamento que el código penal, olvidando que somos millones los que seguiremos defendiendo que por encima de la ley jurídica están los códigos éticos y morales que ellos pretenden desterrar.

No, señora Cospedal, Francisco Camps no puede ser rehabilitado ni puede entregársele gratuitamente el honor que ha perdido, sencillamente por eso, porque lo ha perdido y nadie sabe dónde está.