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LA GRAN SEÑORA SKLODOWSKA

LA GRAN SEÑORA SKLODOWSKA

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La polaca María Salomea Skłodowska abandonó este mundo un día como hoy de 1934, alcanzando la inmortalidad en las páginas de la historia universal con el apellido de su marido Pierre Curie, tras ser la primera profesora que tuvo la Universidad de París y la única que ha repetido Premio Nobel, ganando el de Física en 1903 y Química en 1911.

Fue madame Curie modelo de investigadora, ejemplo de tenacidad y paradigma de científica comprometida con su tarea, que supo transmitir a su hija Irene el amor a un oficio no siempre agradecido, al que se dedicó con pasión para merecer también el Nobel junto a su marido Joliot.

Desgracias familiares, análisis de pensamiento y reflexiones intelectuales llevaron a María al agnosticismo en el que siempre se mantuvo, desde que comenzó a formarse de manera autodidacta en su juventud, aprendiendo francés, Física y Química de forma independiente en la Universidad de la Sorbona, donde conoció a su marido, profesor de Física, que murió once años después de la boda, atropellado por un coche de caballos en 1906.

Ella le rindió homenaje en la primera clase que dio como catedrática, ante un público expectante, iniciando su lección con las últimas palabras que pronunció su marido en clase, antes de ser arrollado por el carruaje: “Cuando consideramos los progresos logrados en los dominios de la física durante los diez años últimos, nos sorprende el gran avance de nuestras ideas en lo concerniente a la electricidad y a la materia”.

Superado el dolor por la tragedia, inició una pasajera relación sentimental con el físico Langevin discípulo de su esposo y amigo de la familia, que fue duramente censurada por estar casado este, generándose un escándalo de proporciones desmedidas, que afectó sensiblemente a María.

Las radiaciones cegaron sus ojos y enloquecieron las células de su cuerpo contaminándola con un cáncer que se la llevó al sueño eterno en la Clínica Sancellemoz el 4 de julio de 1934, siendo enterrada junto a su marido en el cementerio parisino de Sceaux, donde reposaron hasta 1995 en que fueron trasladados al Panteón de París.

MAYO DEL 68

MAYO DEL 68

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Hace ahora 46 años que los jóvenes franceses con el estudiante de sociología Daniel Cohn-Bendit a la cabeza, se rebelaron en Nanterre y París contra las estructuras políticas, económicas y educativas francesas, uniéndose a ellos los obreros en una protesta que llevó a la huelga a diez millones de trabajadores.

Todo comenzó el primero de mayo cuando miles de personas se manifestaron en la Bastilla y en días sucesivos los estudiantes ocuparon la Universidad de La Sorbona en protesta por la ley educativa y la prohibición de residencias universitarias mixtas.

El punto de inflexión del movimiento se produjo un día como hoy de 1968, en «la noche de las barricadas», cuando miles de estudiantes fortificaron con barricadas el Barrio Latino, ordenando Charles de Gaulle el despliegue de carros blindados por las calles parisinas. A los estudiantes se unieron los sindicatos, obreros de las fábricas y ciudadanos indignados con la represión llevada a cabo por las fuerzas de seguridad, provocando cientos de heridos y un estudiante muerto.

Los jóvenes se declaraban independientes de las organizaciones políticas y mantenían reservas con los sindicatos por considerarlos reformistas, burocratizados y conservacionistas, organizándose internamente de forma espontánea, capitaneados por líderes sobrados de capacidad y valor, que echamos hoy de menos en las manifestaciones ciudadanas.

Mayo del 68 fue la consecuencia lógica del estado general de malestar ciudadano contra un sistema socioeconómico propulsor del imperialismo financiero excluyente, donde los trabajadores no participaban en el desarrollo económico ni político, gobernado en exclusiva por los empresarios y financieros. Por su parte, los estudiantes expresaron con sus protestas la decepción por las escasas posibilidades de futuro profesional que se abría en el horizonte inmediato para ellos, donde el paro y subempleo dominaban sus expectativas.

No sé si todo esto le suena a los ciudadanos que permanecen impasibles ante la degradante situación de este país, con excesivos cuerpos dolientes por la crisis económica, mientras los dirigentes presencian impasible la desgracia desde los escaños y consejos de administración financieros y empresariales, olvidando las consecuencias del mayo francés y otras revoluciones populares.

NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

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El judío polaco Herschel Grynszpan, asesinó al secretario de la embajada alemana en París, Erns vom Rath, el día 7 de noviembre de 1938, dando a los nazis de la Sección de Asalto la oportunidad de venganza contra los judíos, aparentando que se trataba de una acción popular de carácter espontáneo por parte de ciudadanos alemanes.

Así fue como dos días después, en noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 los miembros de esa organización lincharon y expoliaron a miles de judíos, haciendo tristemente histórica esa matanza nocturna, cuyo patético eco resuena en las páginas de la historia como “la noche de los cristales rotos”.

La cabeza visible de tales pogromos fue Joseph Goebels; los ejecutores, la SA, la SS y las Juventudes Hitlerianas; el palmero, la Gestapo; y el ordenante mayor, director de la música cristalera, criminal aplaudido y genocida sin juicio, fue el canciller del Reich, Adolf Hitler, que complacido paseó entre cientos de sinagogas destruidas y miles de comercios saqueados, pisoteando los vidrios rotos de los escaparates y ventanas, que sustituyeron los adoquines en las aceras.

El siniestro resultado de tan devastadora carnicería, dejó 91 ciudadanos judíos asesinados en las calles y 30.000 de ellos hacinados en repugnantes celdas de campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau, haciendo cola a las puertas de las duchas exterminadoras, antes de pasar a los hornos crematorios.

ALFRED NOBEL

ALFRED NOBEL

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El científico holmiense Alfred Bernhard Nobel vino al mundo un día como hoy de 1833 dispuesto a hacer saltar por los aires todo lo que se pusiera al alcance de la dinamita que inventó, derramando lágrimas desconsoladas por el empleo que los humanos dieron a ese producto, matándose con él unos a otros.

Treinta y cuatro años tenía Nobel cuando descubrió un nuevo sistema para mover masas rocosas con poco esfuerzo, mezclando nitroglicerina con esponjosa tierra de diatomeas que absorbía y estabilizaba la nitroglicerina dando seguridad a un explosivo invento, que fue comercializado en tubos de cartón.

Alfred aprovechaba sus descansos para escribir poesía en inglés y escandalizar a los puritanos con su tragedia en prosa “Nemesis”, considerada escandalosa, provocativa y pecaminosa en su época, sin demasiado fundamento ni razones que justificaran la destrucción pública de la obra.

Un año antes de que un ataque cardiaco se lo llevara por delante, Nobel escribió su testamento el 27 de noviembre de 1895 en el club sueco-noruego de París, declarando que los 31 millones de coronas que representaban los intereses de su fortuna,  se utilizaran en premiar a los mejores literatos, fisiólogos, médicos, físicos, químicos y luchadores por la paz que hubiera en el mundo.

Como agradecimiento a su donación y para inmortalizar el recuerdo del científico sueco, se dio su nombre a un asteroide, a un cráter lunar y a un elemento químico.

EL DÍA MÁS LARGO

EL DÍA MÁS LARGO

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Los americanos grabaron en celuloide “el día más largo” de la Segunda Guerra Mundial, contando al mundo la invasión llevada a cabo por los aliados la madrugada del martes 6 de junio de 1944 en las playas de Normandía, para terminar con la expansión nazi, la vida de Hitler y la salvaje guerra que se llevó por delante a millones de seres humanos, sin justificación alguna.

Esa mañana del “día D”, diez divisiones americanas, británicas y canadienses tomaron la playa donde desembarcarían 250.000 hombres y 50.000 vehículos que avanzaron por territorio francés hasta liberar París el 25 de agosto, con la inestimable ayuda de la resistencia francesa que colaboró con las brigadas paracaidistas ocupando la espalda de la primera línea alemana, para evitar la llegada de refuerzos militares nazis.

Nunca mayor matanza libertadora fue tan agradecida ni felicitada. Nunca como entonces el infierno de una playa se convirtió en el cielo redentor. Nunca hubo más trágica paradoja que la muerte salvadora de vidas, porque de haber continuado con éxito la barbarie nazi, ahora no existiría siquiera la raza aria que pretendían, pues se habrían aniquilado entre ellos.

CASABLANCA

CASABLANCA

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Mi poca afición al cine contradice la placentera costumbre que tengo de ver periódicamente la película “Casablanca” sin cansarme de hacerlo desde mi juventud, lo que permite a familia y amigos bromear con ello, ironizando sobre este recreo que me acompaña desde los años mozos.

De “Casablanca” me gusta todo, como le ocurre a mis paisanos con el cerdo del que se saborean hasta los andares. No veo en la película más desperfecto que las deficiencias técnicas propias de la época, como la torpe simulación de neblina con humo o el avión de cartón dibujado a escala, porque todos los arreglos están justificados ante la grandeza de un film con pinceladas de resistencia francesa a la invasión nazi, una vez que el mariscal  Petain firmó el armisticio en Compiègne partiendo Francia en dos zonas: la ocupada por los alemanes y la del Gobierno colaboracionista de Vichy que regía la ciudad marroquí de Casablanca, donde Rick regentaba su café.

Incluso el apaño de elevar la estatura de Bogart con ladrillos y cojines cuando estaba junto a Bergman para compensar la mayor altura de ésta, pasa desapercibido ante las palabras de Rick anunciando al corrupto policía Renault al final de la película que allí comenzaba una bella amistad, tras disparar Rick contra el mayor Strasser y pedir a los guardias que detuvieran a los sospechosos de siempre.

Complace ver al estadounidense propietario del tugurio ocultar sus sentimientos tras una máscara de dureza y frialdad, viéndole renunciar al amor para no romper el amor. Personaje expatriado, cínico y amargado que se debate entre el amor y la ética, optando por ayudar a su enamorada Lisa a escapar con el marido Laszlo, líder de la resistencia contra los nazis, para que éste siga luchando contra ellos, mientras ella comparte amor eterno con Rick porque siempre les quedará París y el amigo Sam recordándoles al piano que el tiempo pasará.

FIN DE UNA CAPRICHOSA GUERRA

FIN DE UNA CAPRICHOSA GUERRA

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Hace hoy cuarenta años que cayó sobre Vietnam la última bomba de napalm lanzada por los Estados Unidos sobre la población, al tiempo que los guerrilleros del Viet Kong acuchillan al último soldado americano.

Salvajadas que se reprodujeron entre 1964 y 1975, hasta que el 27 de enero de 1973 la delegación de Vietnam del Norte, del Sur y Estados Unidos firmaron en París los Acuerdos de Paz que llevaron al alto al fuego, junto al compromiso de retirada americana en 60 días, la celebración de elecciones en el Sur vietnamita y el intercambio de prisioneros.

En este feliz aniversario es obligado reconocer el capricho estadounidense por mantener una guerra imposible de ganar, como reconoció el propio Secretario de Defensa americano en 1965, Robert McNamara, admitiendo años después que la guerra vietnamita fue un error.

Es bueno recordar hoy aquella barbarie para no repetir el error que llevó al democrático y civilizado Gobierno americano a lanzar sobre Vietnam un número de bombas superior al arrojado desde los aviones de combate durante la Segunda Guerra Mundial.

Las consecuencias fueron 3,5 millones de muertos, 2 de los cuales eran civiles y 2,5 millones de heridos, todos ellos hospitalizados en plena guerra “fría”, lo que hace temblar si la guerra entre los dos gendarmes mundiales de entonces, hubiera sido “caliente”.