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QUE VUELVA EL PAPA JUAN

QUE VUELVA EL PAPA JUAN

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Hace hoy medio siglo que abandonó el mundo Juan XXIII, dejando en la trastienda de su vida las pompas y vanidades que siempre despreció, como reflejan las “florecillas” de su historia, desde los terrones de Sotto il Monte a las alfombras vaticanas que pisó, acomplejado por la pena de no poder redimir a los pobres de la tierra.

Fue Roncalli la bondad, el amor y la generosidad, testimonio evangélico que removió las entrañas de una Iglesia dormida en oscuro pasado, más cercana a los palacios que las chabolas, aunque su fundador pusiera la primera piedra sobre un humilde grupo de pescadores.

En el cincuentenario de su muerte, deben las mitras y capelos desenterrar su Mater et Magistra y Pacem in terris, para exigir al poder financiero que centre su actividad en el valor del hombre y sus necesidades, perdiendo el temor a la socialización de los bienes y promoción de unas estructuras socioeconómicas más justas, como proponía el beato Juan XXIII.

Papa bueno, Papa santo y Papa sabio, que hizo suyos los valores de la Revolución Francesa, poniendo la libertad, la igualdad y la fraternidad como emblema de su bandera, para que la dignidad del hombre ocupara el lugar que corresponde en el Derecho, la política, la sociedad y la economía.

Pocos saben que gracias la mediación del obispo Roncalli los tesoros griegos de Atenas se mantienen en su lugar tras sobrevolar por ellos la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, sin poder evitar que la locura de las bombas hiciera de las suyas en un mundo enloquecido de poder por las dictaduras dominantes.

AMENAZAS CONTRA LA PAZ

AMENAZAS CONTRA LA PAZ

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La portada de La Gaceta (de los negocios) del sábado 15 de diciembre, anunciaba en grandes titulares la advertencia del Papa al mundo en el que viven los que se están muriendo de hambre y los desahuciados que se suicidan, sobre las tres grandes desgracias que asolan a la humanidad y serán causa de próximas guerras: los hijos no deseados, fruto de violaciones y trisomías; las muertes dignas de los enfermos terminales y los casorios homosexuales.

Yo pensaba que el origen de todas las guerras, – frías, calientes y templadas -, estaba en la codicia humana, el fanatismo, la ignorancia, la ideología y las creencias religiosas. Especialmente éstas últimas, que han llevado al matadero a millones de “fieles” e “infieles” en sangrientas guerras a lo largo de la historia. Pero no, estaba equivocado.

Según el representante diplomático, ideológico y religioso de Dios en la tierra,  actualmente amenazan la paz “el aborto, la eutanasia y el matrimonio gay”, algo que debe ser cierto porque este santo es infalible en su cátedra por la gracia de Dios y sabio por naturaleza divina.

Sólo cabe agradecerle al tuitero de la cuenta @pontifex, que nos haya sacado del error en que vivíamos, convencidos que era la ambición depredadora, el abuso codicioso, la corrupción política, la usura especulativa, la injusticia social, la mortal hambruna, la explotación laboral, las enfermedades curables privadas de curación, el cinismo institucional, la pobreza, la miseria, el desprecio y la pederastia de prelados y clérigos de su iglesia, algunos de los elementos que estaban amenazando la paz en el mundo.

GARGANTA PROFUNDA

GARGANTA PROFUNDA

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No creáis a la Iglesia cuando predica que “la verdad os hará libres”, porque no es verdad, como ella está experimentando en sus propias carnes. La verdad encadena y condena, cuando pone al descubierto la mierda que se esconde bajo las alfombras vaticanas con el honroso nombre de “secretos de Estado”.

El mayordomo papal, Paolo Gabriele, puede ser condenado a 30 años de cárcel si se demuestra que violó la correspondencia del jefe del Estado Vaticano, al pasar la bayeta sobre el polvo que recubre la intimidad del Papa, sin que éste le diera permiso para ello, haciendo resplandecer la verdad de lo que sucede puertas adentro en la oscura política eclesial, alérgica a la luz.

“Il Corvo” nos ha permitido leer la carta que envió el Gobernatorato del Vaticano a su jefe Benedicto denunciando la corrupción y prevaricación de la Administración Vaticana. Repito: corrupción y prevaricación en la organización de los profesionales de la virtud. ¿De qué nos extrañamos, pues, si los políticos se miran en el espejo de tan ejemplar y virtuosa Institución?

En la profundidad de su garganta puede verse el tupido velo que pusieron los capelos para ocultar al pederasta Maciel, y Viganó, deja claro que los purpurados banqueros vaticanos sólo se preocupan de sus propios intereses, marcando el camino a seguir a sus homólogos católicos que regentan bancos y cajas de mangoneo.

Por si esto fuera poco, Luigi Nuzzi comete el atrevimiento de publicar documentos reveladores de las intrigas, trampas, ocultaciones, mentiras, zancadillas y tramas, que mueven los hilos de un Estado teocrático que guarda en un redil de medio kilómetro cuadrado 1.196 millones de fieles ovejas, porque las almas no ocupan espacio, la bondad de los feligreses desconoce límites, la ingenuidad de la grey infinita y ciega su lealtad.

CARNAVALADAS

CARNAVALADAS

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Estamos en plenos carnavales o, si preferís,  carnestolendas, que para el caso es lo mismo puesto que ambos invitan a los católicos a despedirse de la carne durante los próximos cuarenta días con sus correspondientes noches, aunque la  mayoría de ellos no hagan mucho caso al ayuno y la doble abstinencia de carne y “carne”.

Buen momento para hablar de carnavaladas, esas informalidades, fingimientos y disfraces que utilizan ciertos sujetos. Por eso, llamar carnavalero a quien emplea máscaras, caretas y disfraces no es una inconveniencia. Entendedme. Con esto no quiero decir que el Papa vaya por el ahí haciendo carnavaladas porque en su día sustituyera temporalmente la mitra por el tricornio de charol; el solideo por un gorro militar; y proteja su cabeza del frío romano con un camauro del siglo XII. No.

En cambio, sí puede tildarse de carnavalada la carcajada del magistrado Giménez en la vista del juicio contra Garzón; o las monerías de los “amiguitos del alma” que terminaron llamando gilipollas a Camps y ofreciéndose “dos hostias”; o las galopadas a calzón quitado del yernísimo entre Belice a Luxemburgo, con escala en La Zarzuela.

Carnavalada de primera magnitud es el busto de 24 metros de altura que se está levantando en el aeropuerto de Castellón en honor al abuelo propietario del mismo, acusado de cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal, porque el juez no ha  reparado en el delito de “derroche faraónico”, ausente del código penal. Al mismo nivel se encuentra la carnavalada de los EREs andaluces, pringosa mancha de aceite y cocaína que a todos avergüenza menos al desvergonzado protagonista de los hechos. Todo ello intencionado. Adrede vamos, para entendernos, y sin posibilidad de llevar los saturneles romanos cien años más allá de la cuaresma para estos sujetos.

En tiempos de sequía liberal no fueron posibles los disfraces por las calles, salvo para algunos atrevidos ciudadanos que sacaban del armario ropas viejas y vestidos apolillados, buscando en los baúles recuerdos y añoranzas del pasado, ocultos en el refajo de la abuela o en el kepis militar del pariente fallecido.

Pero hoy algunos se ponen trajes de alpaca bien ajustados con “correa” evidenciando que a sus cuerpos no les corresponde el armani político que lucen. Hay también sujetos que se disfrazan con túnicas de honradez para ocultar sus engaños, sin conseguirlo; y un tercer grupo de individuos que, se pongan lo que se pongan, siempre van disfrazadas, lo que nos obliga a pensar que se encuentran en permanente actitud de carnaval.

Ante esto, cabe preguntamos si cada cual es lo que ve en el espejo por la mañana al levantarse de la cama o lo que representa ser al pisar la calle. El drama de Calderón nunca tuvo más vigencia que ahora, en esta sociedad de lo políticamente correcto, donde cada uno cumple su papel frente a los demás. Todos soñamos que somos algo, aunque no lo entendamos, y tememos despertar del sueño para dormir eternamente. Pero pocos se dan cuenta que no es lo mismo ser lo que se cree uno que es, que creerse uno lo que no es.

¿BERMUDAS EN EL CONGRESO? NO, GRACIAS

¿BERMUDAS EN EL CONGRESO? NO, GRACIAS

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El empeño del señor Bono por conseguir que quienes visiten la casa de sus “padres políticos” lo hagan con el mismo recato que acuden a las iglesias, le ha llevado a vestir como santos a los turistas que abren la boca mirando al techo del salón para ver los orificios que hicieron los tricornios aquel patético 23 de febrero. Pero, claro, no se da cuenta el presi que sus pupilos parlamentarios no merecen el respeto de los dioses – que son tres -; de las vírgenes, que hay cientos de ellas -; y de los santos, – contados por miles.

Según reza la circular de la Secretaría General, aprobada por la Mesa del Parlamento el 21 de junio: «El acceso y la circulación por los edificios del Congreso de los Diputados deberá efectuarse con la vestimenta adecuada al decoro exigible». Es decir, que desde el 1 de julio se nos impide a los hombres pasear en pantalones cortos por los pasillos y apoyar camisas cortas de manga en el respaldo de los escaños, teniendo prohibido las señoras lucir tirantes, generosos escotes y escuetas minifaldas, como muestra de respeto a la Cámara y dignificación de la Institución.

No está mal la norma, pero a los ciudadanos nos gustaría que se dignificara el Congreso por otros caminos más justos, serios y beneficiosos para nosotros, convirtiéndolo en caja de resonancia ciudadana y auténtico foro de representación popular. Desearíamos que la inmunidad judicial y los privilegios de sus señorías se fueran a la papelera. Quisiéramos ver a los diputados trabajando para justificar el sueldazo que ganan. Aspiramos a ver fuera de los escaños a todos los encausados en procesos judiciales y a los sospechosos de corrupción. Anhelamos que los congresistas se remanguen las mangas de las camisas y se pongan al servicio de los vecinos.

Pero mientras estos deseos se cumplen, quien no guarde en la Cámara el decoro que satisface a Bono, a la calle. Así se ha hecho con diez periodistas, que fueron invitados a abandonar las instalaciones con modales impropios de la más simbólica Institución democrática, por orden del sumo pontífice parlamentario, don José, para satisfacer sus ínfulas de Papa.

Y no es que el señor Bono sea un puritano, no; aunque siga fielmente las normas morales con gran rigurosidad, pero sin ostentación ni exageración alguna. Todos sabemos que sus virtudes evangélicas, le impiden llevarse un lápiz que no sea suyo, como demuestra la pérdida de patrimonio personal que ha sufrido desde que llegó a la política hasta hoy, prácticamente en la ruina. Tampoco el señor Bono es un cínico porque no ha pertenecido, ni pertenece, ni pertenecerá a la escuela filosófica griega fundada por Antístenes, que rechazaba los convencionalismos sociales y defendía una vida austera. Ya.

Por eso, tildar al multimillonario presidente del Congreso de cínico y puritano es tan falso e injusto como llamar chorizo y lenguaraz al “pelucas”.

VISITA PAPAL

VISITA PAPAL

No son pocos los que denuncian la falta de compromiso de la jerarquía católica con la situación de incultura, pobreza y hambre en el mundo, amparada en misioneros, comedores de Cáritas, acciones de la Cruz Roja y trabajo de las ONGs.

También abundan ciudadanos indignados con la visita del Papa a España, por el innecesario alarde propagandístico desplegado que hiere todos los versículos evangélicos y congela el alma de los creyentes cristianamente proféticos, éticamente comprometidos con la liberación terrenal y enojados con los folclóricos mensajeros de la guitarra, pancarta, pandereta y bandera.

Cuesta mucho aceptar que un Estado constitucionalmente laico patrocine una desmedida celebración católica, pero resulta más imposible de digerir que una religión cuyo lema es el amor solidario, insulte al mundo tirando por la ventana en propaganda ideológica ¡¡cincuenta millones de euros!!, sin importarle la hambruna en el cuerno africano o la depresión profunda que sufren millones de desfavorecidos en el primer mundo.

En un intento por lavar sus conciencias, los promotores y cómplices del evento afirman que los beneficios de JMJ duplicaran a los gastos, pero evitan decirnos a qué bolsillos irán a parar la mayor parte de las ganancias.

Todo ello con el cinismo de un banco que patrocina la bienvenida papal, al tiempo que niega créditos de subsistencia a pequeños empresarios, embarga casas a los parados y desahucia a los morosos que sobreviven con mendrugos y desperdicios de los contenedores.

Esto nos obliga a recordarle a la Iglesia católica que mueren de hambre diariamente 100.000 hijos de Dios; que 1.000 millones de ellos carecen de vivienda digna y otros tantos sobreviven en la pobreza más extrema; que 1.800 millones de esos hijos de Dios no tienen acceso al agua potable, ni a los servicios básicos de salud, ni a medicamentos esenciales; que el 25 % de los niños no tienen acceso a la educación primaria, uniéndose a los 876 millones de adultos analfabetos; y que 42 millones de tales hijos de Dios llevan el virus del SIDA en sus venas.

También habría que decirle a esta Iglesia católica que con esos 50 millones de euros que se van a gastar en turismo evangélico, se podrían haber construido en España 980 viviendas de protección oficial de 100 metros cuadrados útiles, cada una. O que se hubieran levantado 6 hospitales con servicios fundamentales para atender a 20.000 habitantes; o 15 residencias para albergar a 120 mayores de 65 años, cada una; o 25 colegios de Primaria para 675 alumnos; o 13 Institutos de Secundaria con ESO, Bachillerato y Ciclos para 1.500 alumnos cada uno; o que se hubieran repartido 33.000 becas de ayuda compensatoria para familias necesitadas; o que se hubieran creado 12 centros de investigación y desarrollo en comunicaciones, por ejemplo.

Pero no. La jerarquía católica ha debido considerar que estas son cosas de menor importancia, y ha optando por la guitarra, la mochila, la carpa, el folclore, las consignas, los aplausos, las alfombras y la mercadotecnia, en un alarde propagandístico vergonzante, precisamente cuando más obligación tenía la Iglesia de emular a Churchill prometiendo a sus hijos sangre, sudor y lágrimas, hasta redimirlos de la incultura, el hambre y la pobreza.

MARCHA LAICA

MARCHA LAICA

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Hoy se tiran a la calle miles de personas en defensa de un Estado laico, independiente de toda confesión religiosa, en el que no existan injerencias de credos ideológicos en la gestión del Estado, como ha venido haciendo el catolicismo durante tantos años de nuestra historia próxima y lejana.

No es una manifestación anti-Dios, ni anti-Papa, ni anti-Rouco, ni anti-religión, ni anti-cristiana. Es una marcha en defensa de la Constitución que consagra un Estado laico, liberado de subvenciones, injerencias, servidumbres, condenas y bendiciones de toda doctrina, sea ésta cual fuere.

Es hora de que los cristianos recojan las cruces en las iglesias; que los musulmanes protejan la media luna en las mezquitas; que los judíos exhiban la estrella de David en las sinagogas; y los budistas mediten ante el sedante Gautama en sus templos.

Se trata simplemente de eso, por mucho que el portavoz popular en la Asamblea de Madrid, Íñigo Henríquez de Luna, se empeñe en calentar los ánimos diciendo que la marcha laica es un «atentado a la libertad religiosa y la convivencia democrática». Esperemos que los manifestantes mantengan la cordura y el buen sentido, por mucho que el cuerpo les pida lo contrario. Y que las 150 las organizaciones convocantes entre partidos políticos, sindicatos, iglesias de base y ciudadanos laicos, no pierdan los nervios ante provocaciones y descalificaciones, aunque empieza mal la marcha porque el telediariario matinal acaba de anunciar la detención de un sujeto que pensaba atentar contra los participantes en ella.

Sea como fuere, estamos obligados a recordar los siglos de ostentación católica, – y sólo católica -, por las calles de España, la exhibición pública de imágenes religiosas, las celebraciones litúrgicas en las plazas con presencia de altos representantes políticos, los congresos eucarísticos y los rosarios en familia, en torno al brasero.

Ha llegado el  momento de airear las pancartas que han estado secuestradas desde que Teodosio decretó el Cunctos Populos, o Edicto de Tesalónica, en el año 380, imponiendo el cristianismo como religión oficial del Imperio romano, de la mano de Constantino, que terminó con la clandestinidad cristiana en el 313, imponiendo el Edicto de Milán.